Diario de León

CAPILLOS ARRIBA

Reina sí, pero sobre todo madre

Cuenta la leyenda que en 1734 el Cristo que yace sobre la Virgen del Mercado apareció con tres dedos de la mano rotos, pero al ir a repararlo vieron que estaba intacto.

Cuenta la leyenda que en 1734 el Cristo que yace sobre la Virgen del Mercado apareció con tres dedos de la mano rotos, pero al ir a repararlo vieron que estaba intacto.

Publicado por
PABLO RIOJA BARROCAL
León

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Descansa en la Iglesia del Mercado un cuadro que, como el mejor de los secretos, se guarda desde hace años a la vista de todos sin que casi nadie repare en él. Incluso muchos de quienes han cruzado miradas fugaces alguna vez desconocen el tesoro escrito letra a letra que se aloja en su interior. Habla —como no podía ser menos— de Ella, la que ayer volvía silenciosa a las calles del Reino, la Señora de los leoneses. Ella siempre vuelve, siempre está.

Cuenta este documento que en el año 1734 le faltaron tres dedos de la mano derecha al Cristo que yace en su regazo. Un incidente que el párroco de la época atajó mandando llamar a un carpintero. He aquí el milagro. Cuando fueron a arreglarlo la talla apareció intacta. Así figura al menos entre las líneas de ese texto.

La Morenica iniciaba ayer una nueva Semana Santa y siempre me ha impactado la cantidad de fieles que cubren aceras o caminan a su lado durante todo el recorrido. Muchos lloran, otros no se dejarán ver más hasta el próximo año y una gran mayoría mueve los labios al verla pasar. Son palabras imposibles de captar, de las que salen directamente del alma. Le rezan. E incluso le piden milagros. Vaya usted a saber... Como cuando en tiempos de sequía hubo que tirar de ella en más de una ocasión. Y con éxito. Sé, porque me toca de cerca, que un enfermo de cáncer de pulmón —al que apenas daban cinco años— vivió otros veinte gracias a las súplicas que sus hijas le lanzaron un Viernes de Dolores cualquiera a la Virgen del Mercado. Como diría el maestro Sabina, puede que el día del juicio final seas mi ‘abogada’ de oficio . También es costumbre besarle el manto una vez que los mozos del barrio la colocan en el paso. Lo que algunos desconocen es que en realidad sus labios sólo tocarán una cinta puesta para preservar la cara tela del carmín.

Pero más allá de milagros físicos, que repito, los concede, algo mueve esta imagen en el interior incluso entre los menos píos, a los que, por cierto, protege con el mismo fervor, pues no entiende de malos ni buenos, sólo de hijos.

Cientos de velas alumbrando el camino. Otra de las tradiciones que se repiten en esta procesión desde tiempos ‘memoriales ’, cuando la electricidad sonaba a quimera y había que ingeniárselas para enfrentarse a las oscuras calles de León. ¡Las velas, seguid las velas y la hallaréis! Decían. Y en efecto, allí aparecía su estampa. Cuentan las buenas lenguas que las almas del Purgatorio agradecen cada vela que se enciende en un templo porque les señalan el camino hacia el Cielo.

Hace unos años, cuando las pinturas de la sacristía del Mercado volvieron de su letargo, quedó a la vista la famosa aparición del 15 de septiembre de 1505 al pastor de Velilla de la Reina. Algunos han defendido que la protagonista de aquel episodio fue la Virgen del Camino, pero —y cualquiera que se sepa ganar el favor del párroco o quizá del sacristán puede contemplarlo— lo que ese fresco retrata es a la del Mercado. Sea como fuere, ambas son en realidad la misma. Patronas, protectoras, abogadas, reinas... pero sobre todo madres.

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