Las Tinieblas se adueñan de la iglesia de Santa Marina a golpe de matraca y misterio

El interior de la iglesia de Santa Marina fue ayer el escenario de un verdadero acto de exaltación de la Fe. El oficio de las Tinieblas mostró toda su esencia entre las cuatro paredes de este templo, abarrotado de gente. Los hermanos varones entonaron el canto de los Salmos 68, 69, 70 y el clásico Misérere. Tras él, uno de los hermanos comenzó a apagar las velas del Tenebrario, situado en el centro del altar. La luz, diluida, invitaba al recogimiento y simbolizaba ese hilo de vida que consumía a Jesús. El estruendoso ruido de la matracas, algunas del siglo XIX, en medio de esa oscuridad ejemplificaba, con una realidad pasmosa, ese temblar de Cristo crucificado. El cortejo, una vez jurado el voto del Silencio, salió del templo y los sonidos de la ronda anunciaron el caminar del Santo Cristo de las Injurias con su madero al hombro. Delante de él, el Ecce Homo. Hasta el año 2002 también salía la Virgen de la Sexta Angustia y Nuestra Señora de las Candelas, portada por las hermanas de la Cofradía; La comitiva avanzaba y con ella caminó el Nazareno, que al llegar al convento de las Reverendas Madres Clarisas realizó una parada para que el Hermano Mayor hiciera entrega de las Treinta monedas de la Traición. Es la Ceremonia del Desagravio. Y siguió hacia delante con su sino cargado al hombro para, una vez concluida la procesión, ser introducido en el templo para enclavarle y forjar así el fatal desenlace.