Diario de León

TRES VISIONES DE CONJUNTO

Cada poema actualiza la muerte

Publicado por
J. E. MARTÍNEZ
León

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Antología poética

Fernando Echevarría. Edición bilingüe, selección, presentación y traducción de José Luis Puerto. Quálea Editorial, Torrelavega, 2011. 278 pp.

La poesía portuguesa, tan próxima, no es, sin embargo, muy familiar para el lector español, si exceptuamos algunos nombres universales. En las últimas décadas, la traducción ha propiciado un comercio más fácil entre aquella poesía y la española. Entre nosotros, José Luis Puerto ha traducido y publicado, que yo conozca, a poetas de tanta estima como Heberto Helder y José Bento, y ahora nos entrega una copiosa antología de otro poeta: Fernando Echevarría, nacido en Cantabria en 1929, hijo de padre portugués y madre española. Entre los traductores posibles de poesía, yo me inclino por los poetas, que, por serlo, suelen dar un sentido poético a lo traducido: recuérdense casos de extraordinarios traductores-poetas, como Octavio Paz, Ángel Crespo, Colinas... José Luis Puerto, poeta reconocido, es una de esas plumas que hace que la poesía en portugués sea también poesía en español: se comprueba fácilmente leyendo esta Antología poética biblingüe de Fernando Echevarría. Como no es probable que el lector español común conozca la poesía del portugués, Puerto la caracteriza en las páginas iniciales como poesía esencial, medular, densa e intensa, contenida y trascendente. Trascribo sus palabras: «Cultiva un poesía metafísica, que, al tiempo, es meditativa y reflexiva, estando a la vez cargada de emoción e intensidad [...]. Es un canto sostenido y continuo; sostenido porque se ha mantenido siempre en un tono lírico muy alto, de una belleza incuestionable; y continuo, porque a lo largo ya de medio siglo dilatado, ha ido escribiendo y publicando con regularidad, de modo que su corpus poético cuenta con no escasos títulos», desde el primero, Entre los ángeles (1956), hasta el último, Lugar de estudio (2009), corpus que, por otro lado, ha merecido distinciones y reconocimientos de mucho relieve en la nación vecina.

Si en los primeros libros sorprendemos un verso breve y leve, como leve es un aroma o esa «espuma y ejemplo vivo de nave» que es el cisne, después los poemas cobran cuerpo y densidad de pensamiento, observable en los títulos de poemarios, como Introducción a la filosofía (1981). Cada poema desarrolla meandros por donde se va matizando el pensamiento que inicia cada poema, por ejemplo, el referido al tiempo y a la muerte, a la vez que se reiteran imágenes como las referentes a la casa, la mesa y el pan compartido, o conceptos como la transparencia, que va adquiriendo variados significados. Quizá la nota primordial que nos deja esta poesía sea que las cosas, por simples que parezcan (un pozo, una copa, una cerezas) son modos complejos si se indaga mínimamente en ellos, porque el conocimiento cohabita con el corazón, la luz con la tristeza, lo que somos con lo que fuimos; y como el poeta busca precisar su pensamiento y quiere ser conciso, se sujeta a las normas métricas tradicionales que delimitan lo que de otro modo pudiera ser desmesura, de la que el poeta huye.

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