Diario de León

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El aprendiz de seductor

CERCA DE MIL TEXTOS NUTREN LA OBRA LEONESA DE FRANCISCO UMBRAL Y cONSTITUYEN LA PRIMERA EXPRESIÓN DE SU TALENTO CREADOR. VIERON LA LUZ ENTRE ABRIL DE 1954 Y OCTUBRE DE 1965. POEMAS, ARTÍCULOS Y RELATOS DESCUBIERTOS POR PROFESORES DE LA COMPLUTENSE. AHORA PLANETA EMPRENDE SU RESCATE. divergente

Umbral recoge en Villablino el Premio Provincia de León en 1965

Umbral recoge en Villablino el Premio Provincia de León en 1965

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Las primeras publicaciones leonesas corresponden al bienio 1954-1956, una vez muerta su madre (1953), que había sido el vínculo para sus estancias en la provincia. Días de solaz en la montaña del Curueño, «donde convalecía mamá», y en diferentes casas de la ciudad, donde lo deslumbró el «palacio de ladrillo y jardín» de Ordoño, que ocupaba con la familia el primo Santiago Pérez Martínez, gerente del Servicio de Aguas, secretamente enamorado de la madre y dadivoso con sus lejanos caprichos de niño. Su novela leonesa, Días sin escuela (1965), recoge el deslumbramiento de las visitas infantiles al depósito de agua, «un quieto e impresionante mar encerrado entre orillas de ladrillo, un agua verde a cuyo fondo penetraba la espada rojiza del crepúsculo».

En León estrena también el seudónimo de Umbral, recién llegado a la radio, el 2 de octubre de 1958. La veintena de textos publicados entre 1954 y 1956 en Arco , la revista del Seu, y en Proa, los firma todavía como Francisco Pérez, a menudo con las iniciales F.P. Su primera colaboración periodística vio la luz en las páginas estudiantiles de Proa, el 2 de abril de 1954, a punto de cumplir veintidós años. Fue el soneto Soñándote, dedicado a María España Suárez, con quien se casaría cinco años después. En ese primer grupo de colaboraciones hay artículos, poemas, el relato Un hombre de mundo e incluso una entrevista con el entonces pujante Marino Gómez Santos, secretario de César González Ruano. En Arco , fundada por Adolfo Hermida y donde su primo José Luis Pérez Perelétegui actúa como redactor jefe, se publica La mañana, el artículo preferido de Umbral entre todos sus preliminares. En aquella revista andaban muy activos leoneses ilustres como el veterinario ya fallecido Demetrio Tejón o el periodista Carlos Vélez, hijo del fundador de Proa y más tarde, en décadas sucesivas, director de la revista Acento cultural y del programa televisivo Encuentros con las letras. En los doce números de Arco aparecen homenajes en contraportada dedicados a Machado, Vallejo y Lorca, y junto al texto de Umbral se publican versos de Celaya, Alberti, Crémer o Miguel Hernández. Hablamos de León, ‘la ciudad fría y gótica’, en la primera mitad de los cincuenta.

DÍAS DE RADIO

Hasta mediados de los cincuenta, la vida de Umbral transcurre entre Valladolid, donde empieza a trabajar como botones en el banco Central, y León, donde encuentra frecuente hospitalidad familiar. Entre octubre de 1958 y febrero de 1961, cuando toma el autobús de Fernández para Madrid, vive en León. En la radio, adonde también lo llevó su primo José Luis Pérez Perelétegui, que era el director, coincidió con Luis del Olmo y con los poetas José Luis Chiverto y Salvador de Pablos. En aquellos años leoneses emprende Umbral una corresponsalía peculiar para El Norte de Castilla, donde combina los imperativos de la agenda oficial con el calendario de ferias agropecuarias y certámenes de la trucha. Cultiva la columna literaria en Diario de León, donde el cura Lama le da cancha, además de una página miscelánea de literatura, arte, crítica de estrenos y anuncio de concursos, cuyo formato trasplantará más tarde al Ya de Madrid. Sus secciones en La Voz compiten con las de Crémer en Radio León. También lleva programas con público y piano, discos dedicados, espacios comerciales y la asesoría cultural del Círculo Medina de la Sección Femenina. Machaca las mañanas en los veladores del Vitoria y por las tardes hace a veces el paseo de los poetas con don Antonio de Lama, ida y vuelta entre la catedral y el Bernesga.

LA NOVELA DE LEÓN

En León va construyendo los pilares de su obra, mientras teje los primeros contactos. Trae a Hierro al Círculo Medina, que luego lo llevará a Madrid, a su primera lectura de relatos en el Ateneo, y le publicará Tamouré en Editora Nacional, ilustrado por el poeta. A principios de los sesenta, Umbral cultiva el relato, que le da las primeras satisfacciones literarias: premios en Alicante y Badalona, en Tomelloso y León. Gana el concurso de cuentos de Diario de León y su firma se convierte en habitual de programas festivos y guías comerciales, hasta que estalla el escándalo en una sesión navideña del cinefórum, cuando las damas de azul y los flechas le silban su presentación del Orfeo de Cocteau en el Emperador. La prensa falangista aprovecha el trance para ajustar cuentas y Umbral el barullo para decir adiós. Antes publica durante un mes en el diario su sección La ciudad y los días.

Ya en Madrid, recupera en la revista de la Casa de León, a lo largo del verano de 1962, trece de las dieciséis estaciones de su Crónica de las tabernas leonesas, en cuyo capítulo dedicado a Villa Evarista, la bolera con porrón del Ejido, había confesado su nacimiento en 1932. En aquellos años oscuros, trabaja con García Nieto en Cultura Hispánica y derrocha colaboraciones en revistas oficiales. Una época que cierra su novela Días sin escuela , galardonada con el Premio Provincia de León el 12 de septiembre de 1965. En sus páginas emerge ya poderoso el gran creador de atmósferas que mueve recuerdos y evocaciones de sus estancias infantiles en León. Situada a principios de los cuarenta, gira en torno al patio de los agustinos, los aromas callejeros de sal y esparto, las peleas de cromos y las aventuras fluviales del Bernesga, con sus barracas de húngaros y su frontera de Papalaguinda, «tierra de nadie entonces, campo sin puertas, erial de nuestras pedreas, desierto hacia los lejanos sotos, hacia otro puente, hacia la nada».

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