Los mejores cuentan los mejores cuentos

C uentos tradicionales, fantásticos y literarios escritos o reinterpretados por una irrepetible nómina de autores. Desde Margarita Torres a Luis Mateo Díez pasando por Rogelio Blanco o Raúl Guerra, la obra tiene el valor de recrear las historias de siempre contadas desde otro punto de vista. Emilio Gancedo dedica su cuento a los lobos. En 1985, el célebre folclorista Julio Camarena recogía de labios de doña Jesusa Rellán, de 65 años y vecina del pueblo berciano de Burbia, un cuento tremendamente singular que incluyó en su monumental compilación Cuentos Tradicionales de León , dos generosos volúmenes que publicó la Universidad Complutense de Madrid en 1991 y que hasta la fecha constituyen la obra básica y central desde la que entender el relato tradicional en las comarcas leonesas. Se trataba del titulado La muchacha lobo , una narración de lo más sugestiva por varias razones, especialmente por el hecho de que en este caso fuera una joven la que se transformaba en lobo y no un hombre, y porque el objetivo de sus colmillos eran precisamente los muchachos jóvenes, a quienes devoraba sin contemplaciones en cuanto se atrevían a entrar en una determinada casa del pueblo. Pero también destacaba por un sutil, elegante erotismo que el autor ha conservado en la recreación.

Y es que las leyendas, relatos y anécdotas relacionadas con los lobos resultan innumerables en León, tierra en la que este animal sigue habitando y en la que durante siglos trajo de cabeza a pastores, ganaderos y villas enteras por su voracidad, convirtiéndose además en símbolo del mal absoluto al igual que ocurría en muchas otras partes de Europa. Por eso hoy se siguen contando y recontando historias de lobos, y también de unos muy sanguinarios hombres lobo. De hecho, el párrafo que encabeza la recreación es auténtico, procede del libro Opúsculos y doctrinas prácticas, escrito por Pedro de Calatayud en el año 1754 y en él se recoge lo que llamaríamos una ‘noticia’ sobre cierto hombre lobo que campaba a sus anchas por las cercanías de Villafranca del Bierzo, parajes en los que el jesuita navarro dice que mató «a más de veinte personas, y perdonando a veces a los becerros, vacas y ovejas, se tiraba con una furia infernal a los muchachos y muchachas que los cuidaban, y oí decir que saliendo uno armado y a caballo contra él, huía el cuerpo y declinaba los golpes con destreza propia de hombre, el que era lobo figurado».

La mitología relacionada con estos seres míticos es extensa en nuestra tierra. Tal y como ha señalado el investigador Nicolás Bartolomé Pérez, «en León, la transformación de una persona en lobo podía tener diversas causas, como ser el séptimo hijo varón consecutivo de una familia, o una maldición de los padres que condenaban a su descendiente a convertirse en lobo ante una ofensa o el incumplimiento de un mandato. Pero a veces el licántropo lo era porque usaba un objeto mágico, un pellejo de lobo en concreto, y poniéndolo y quitándolo a voluntad lograba transformarse en fiera. La forma de desencantarlo entonces era quemando el pellejo, pero completamente y hasta el último pelo».

Por el contrario, no son habituales los relatos de mujeres o muchachas lobas, aunque el recogido en Burbia incluye también elementos conocidos de los hombres lobo leoneses, como el manto lobuno que transforma en alimaña a quien lo porta o la condenación paterna, que Jesusa Rellán resumía así en el comienzo de su alocución: «Era una muchacha que la echaron sus padres de casa con una maldición: que la comieran los lobos. Y luego la chica se echó al monte con los lobos, pero con la maldición que le echaron los padres, los lobos no la comieron. Y se hizo ella de los lobos, cogió la piel y todo de lobo...»

En los cuentos tradicionales leoneses hay, pues, argumentos ante los que palidecería la gran industria cinematográfica o los más rimbombantes ‘best-sellers’ de la actualidad. Está esta muchacha lobo que se adelanta a los ‘crepúsculos’ de la gran pantalla pero también residen en esta importantísima fracción de nuestro patrimonio todo tipo de maravillas: personas con poderes especiales, como vista agudísima o velocidad excepcional (una suerte de superhéroes rurales), pájaros y objetos mágicos, animales parlantes, tesoros ocultos en el interior de las montañas, fantasmas incomprendidos, puentes que por amor cambian su trazado o brillantes narices de santos. Y mucho de todo eso acaba de cobrar nueva vida en este ‘Cuentos de León narrados por…’.