Diario de León

JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ caTEDRÁTICO DE LITERATURA

«El flujo entre las artes es inagotable»

Filandó n Deja atrás 46 años dedicado a la enseñanza y la investigación, sobre todo de la poesía cultivada a ambas orillas del atlántico. y su último libro, ‘el lienzo de la página’ , explora la fecunda relación entre el verso y otras disciplinas creativas «Leonardo da Vinci dejó escrito que, si la pintura es poesía muda, la poesía es pintura ciega» «Cernuda es el poeta que más horas mías ha llenado. Y aquí hay también versos de Panero, Bento, Botas...» «En estos años de enseñanza e investigación he intentado dar visibilidad a toda la poesía leonesa»

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E. GANCEDO
León

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A quí el poeta nos da su emoción ante el cuadro, su particular interpretación poética, que no es ni puede ser la de un estudioso o la de un académico...». José Enrique Martínez (León, 1947) ha querido dejar constancia de los múltiples y sucesivos abrazos que la poesía se ha dado con otras artes, especialmente con la pintura, y lo ha hecho en el exhaustivo El lienzo de la página , editado por esa Universidad leonesa a cuyas aulas dice ahora adiós este catedrático —y crítico literario del Diario desde hace muchos años—, al franquear las puertas de su jubilación. Seis libros y casi otros tantos más en calidad de coordinador y antólogo, son buena prueba de un interés y una pasión que no cesan.

—¿Cómo surgió la idea de escribir este ‘El lienzo de la página’?

—Desde hace más de una veintena de años venía observando en la poesía un inusitado interés por la pintura. Este interés no era algo nuevo, pues ya entre los escritores griegos existió la comunión entre las dos artes, y se acrecentó en nuestro Siglo de Oro, pero en la actualidad se ha ido magnificando la interrelación, tanto en la poesía escrita en España como en la escrita en Hispanoamérica. Es curioso, pues mientras la novela muestra una relación más dinámica con el cine, la poesía sigue mirando hacia la pintura en primer lugar, y en segundo lugar hacia la música entre las demás artes. Surgió entonces la ocasión de ocuparme del asunto, con motivo de un congreso, hace años, en la Universidad de Murcia, en el que se me encargó una ponencia sobre el tema para profesores universitarios de mi área de conocimiento, la teoría de la literatura. De este modo hube de elaborar un marco teórico, es decir, una reflexión que titulé Poética del cuadro ausente , pues los libros de poemas sobre pintura no suelen ir acompañados de las ilustraciones, de las imágenes poetizadas, por lo que los poetas se esfuerzan en describir verbalmente el objeto ausente, el cuadro, componiendo poemas que llamamos «ecfrásticos» por eso, porque la écfrasis es una figura retórica que significa evidenciar o poner ante los ojos, describiéndolo, el objeto ausente, el cuadro o lienzo. Fue el inicio de lo que hoy es el libro.

—Son, por tanto, textos elaborados con tiempo y calma...

— Sí, la cosa viene de lejos. Una vez que tenía el marco teórico apropiado, me fui ocupando de poetas y textos concretos que poetizaran o verbalizaran algún cuadro o cuyo asunto fuera el museo. Como se puede ver en el índice, hay toda una batería de poemas sobre lienzos pictóricos analizados con gran detalle, siempre dentro de aquel marco teórico. Poemas de Cernuda, el poeta que, como lector, más horas mías ha llenado, de Panero, el portugués Bento, Brines, Luis Alberto de Cuenca, Luis Javier Moreno, el cubano José Pérez Olivares, Víctor Botas y buen número de poetas de nuestra tierra... Salvo un par de casos, fueron artículos previamente publicados en libros y revistas de mi especialidad. Ese otro par de capítulos, inéditos hasta ahora, pertenecen a trabajos que desarrollé para mis alumnos de máster.

—En principio, la poesía podría parecer la menos combinable de todas las artes, la más insoluble o ‘pura’, pero en su libro demuestra que no es así...

—No, no es así. En la Facultad de Filosofía y Letras de nuestra Universidad hay actualmente colgado en el vestíbulo un cartel con un dicho célebre de Leonardo da Vinci: «Si la pintura es poesía muda, la poesía es pintura ciega». Era la reacción de los pintores a otro dicho muy anterior, de Simónides de Ceos, en el siglo sexto antes de Cristo, que colocaba a la poesía en un nivel superior: «La pintura es poesía muda y la poesía, pintura que habla». Eso nos indica que la relación entre las dos artes, unas veces pacífica y otras polémica es muy antigua. Pero si miramos al siglo anterior, el XX, nos encontramos con libros poéticos completos compuestos a partir de la pintura, como el Cristo de Velázquez , de Unamuno, Museo y Apolo , de Manuel Machado y A la pintura , de Rafael Alberti, que también fue pintor, además, claro, de poeta. Y así siguió la cosa, con títulos poéticos posteriores como Colección privada , del colombiano Cote Baraibar o El pájaro escondido en un museo , de Fernando Delgado, por poner dos ejemplos de expresivos títulos.

—¿Qué autores destacaría de entre los más preocupados por aunar el verso con otras disciplinas? ¿En qué aspectos reside su singularidad?

—Los que he nombrado son algunos de ellos. Pero hay más. El poeta segoviano Luis Javier Moreno, fallecido no hace mucho tiempo, fue un hombre muy preocupado por la interrelación entre poesía y pintura. Lo es también Olvido García Valdés, una poeta excelente... Pero no debemos olvidar otras artes, como la música. En mi libro estudio el caso del poeta asturiano Ángel González, cuya obra está impregnada de elementos musicales de todo tipo. Por otro lado, hay otra clase de relaciones que yo no estudio aquí, como la colaboración entre poetas y pintores, por ejemplo, entre Gamoneda y Tàpies, o entre éste y Ullán o entre Ullán y Chillida. El flujo entre las artes, como ves, es inagotable. Ahora bien, me preguntas por su singularidad. La respuesta sería muy amplia. La poesía de que hablamos nos habla de cuadros que podemos conocer o no, y generalmente no es una poesía meramente descriptiva o no lo es en absoluto. En realidad lo que el poeta nos da es su emoción ante el cuadro, su particular interpretación poética, que no es ni puede ser la de un estudioso o la de un académico.

—Analiza la obra de Leopoldo Panero, Colinas, Puerto... Parece que los leoneses no eluden esa alianza con otras artes.

—Así es. Dedico, en efecto, capítulos a los poetas que has citado, pero a varios más de aquí, como Crémer, Andrés Trapiello y Ana Isabel Conejo, como podría haberme ocupado de Víctor M. Díez, por citar otro nombre en el que la pintura ocupa un espacio de su poesía. Y son en todos los casos poemas o libros muy interesantes, con una visión original y diferente en cada caso de los cuadros a la hora de verbalizarlos en un poema.

—Cuando echa la vista atrás y contempla su trayectoria profesional ahora que ya ha abierto la puerta de la jubilación, ¿con qué se queda, ante todo?

—Bueno, este es el último curso. He acabado las clases y estoy a punto de terminar los exámenes. Y ahí finalizan cuarenta y seis años dedicados a la enseñanza. Fui maestro un mes, estuve veintidós años en la Enseñanza Media y llevo veinticuatro en la Universidad. De cada momento guardo una visión apacible. Yo creo que a todo profesor lo que más le puede agradar es que antiguos alumnos reconozcan su buen hacer. Me saludan a veces alumnos de Fabero, mi primer destino: eran adolescentes y son hoy personas de cierta edad. La verdad es que mirando hacia atrás casi no desecharía nada, porque me gusta la enseñanza, he disfrutado con ella, y me gusta la investigación, o mejor, la lectura, la lectura de los distintos géneros literarios, pero, sobre todo, de la poesía, clásica y actual, a la que he dedicado buena parte de mis horas de estudio y disfrute lector.

—¿Qué cree que has aportado al estudio y difusión de la poesía en español, en general, y la cultivada en León, en particular?

—Tú conoces bien los años que llevo escribiendo semanalmente en el Filandón de este Diario de León. Fue una suerte encontrar en el momento apropiado a una persona como Alfonso García, que me abrió sus páginas con generosidad. Yo creo que desde ahí di visibilidad a toda la poesía leonesa, la grande y la menos reconocida. Y lo sigo haciendo. Por otro lado, no he descuidado la poesía en español, sea de la Península o del otro lado del océano. Además, publiqué en su momento un par de antologías de la poesía de la segunda mitad del pasado siglo que tuvieron cierta buena prensa. Dediqué libros a Crémer, Ángel García Aller, al grupo Cántico cordobés, al encabalgamiento, a la intertextualidad... edité la poesía completa de Crémer, y a Garcilaso, a Colinas... Algo he hecho, desde luego.

—¿Qué autores leoneses, en verso o en prosa, considera que deberían ser más y mejor difundidos o estudiados?

—Pues mira, en general, no es poca, ni mucho menos, la atención prestada a los escritores leoneses. No hace falta citar a los más renombrados. Pero a lo mejor habría que detenerse más en la narrativa de Guerra Garrido, que a mí me parece muy relevante, en la cuentística de Pablo Andrés Escapa, volver sobre la poesía de Basilio Fernández... Qué sé yo. Y no quiero nombrar autores más jóvenes, porque siempre me olvidaría de unos cuantos.

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