Diario de León

POESÍA

El musgo que le sale al alma

MIENTRAS ME ALEJO Karmelo C. Iribarren Visor, Madrid, 2017. 86 páginas

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MaRTÍNEZ
León

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A l igual que el campo se distribuye en parcelas o un edificio en pisos, la crítica suele distinguir en la poesía actual dos anchas avenidas, una para la poesía realista, clara, comunicativa, y otra para la poesía pensada y compleja. Por el medio quedan todas las demás manifestaciones con sus matices y peculiaridades. El lector sensible gusta, sin distinciones, de la buena poesía, como saborea el buen vino. En cualquier caso, la poesía de Karmelo C. Iribarren se ha venido situando en la primera línea, la realista, la que cuenta lo que pasa en la calle. Y lo viene haciendo a lo largo de toda su obra, que en 2016 seleccionó en la antología Pequeños incidentes . Su nuevo libro lleva un título expresivo del núcleo esencial del poemario, el tiempo: Mientras me alejo . Sobre el sujeto de sus poemas, identificable con el poeta, han ido cayendo los días y es ahora un hombre que en todo ve la sombra que pasa o ha pasado, por lo que los poemas aparecen impregnados de honda melancolía, «el musgo que le sale al alma / cuando no deja de llover / sobre la ausencia». Es quizá lo que singulariza este poemario frente a los anteriores del autor, situados todos ellos en el mismo espacio vivencial de San Sebastián, por donde deambula el poeta, observando las actitudes de las gentes, los pequeños sucesos de cada momento, en el bar o en la calle, contando escenas sin relieve, pero con fibras emotivas, mínimas evocaciones, pensamientos cifrados en pocos versos. La brevedad es una característica del poemario, en la forma y en lo que esta contiene. Pero es una brevedad suficiente para expresar, por ejemplo, una intensa emoción, como en este poema de tres versos en los que la mujer muestra toda su fuerza de atracción: «Tú en la playa / —recogiendo— / y el mar desesperado». El amor es el tema de contados poemas. Es sobre todo el paso del tiempo el que genera estos poemas de sabor otoñal, como indica en el prólogo Luis Alberto de Cuenca. El otoño y el invierno son los que proporcionan el clima de estos poemas, con la lluvia, la niebla, las hojas caídas, etc., mientras «ni siquiera / nos habremos dado cuenta / de que se ha hecho de noche / de repente», evocando el conocido poema de Salvatore Quasimodo.

Habría que hablar también de la actitud del poeta, un agudo observador de la calle con su conciencia íntegra, sin venderse a ningún poder: «Un pequeño bar de barrio / con una mesa / desde la que ver el mundo... / me ha bastado para ser casi feliz».

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