Diario de León

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Ripios laureados

ESTE MES DE JUNIO SE CUMPLEN 65 AÑOS DE LA APARICIÓN DEL ‘CANTO PERSONAL’ DE LEOPOLDO PANERO (1909-1962), SU ÚLTIMO Y MÁS POLÉMICO LIBRO, CUYA DIGESTIÓN LO EMBALSAMÓ, SEGÚN UMBRAL, COMO «MÍSTICO DEL ALCOHOL». divergente

El famoso poeta astorgano Leopoldo Panero Torbado

El famoso poeta astorgano Leopoldo Panero Torbado

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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L os Panero de Astorga eran lo más alejado de la imagen de atónitos palurdos que trataron de endosar a Leopoldo sus deudos. A comienzos de la República, Leopoldo Panero intima en Madrid con César Vallejo (1892-1938), que viene a Astorga a pasar en su casa las Navidades de 1931. Por entonces, empieza a lucir en la solapa la hoz y el martillo en un prendedor de plata. Eran modas de la época, que no necesariamente revelaban militancia, pero que resultaron caras al estallar la guerra. En 1935 Leopoldo integra con María Zambrano y Luis Cernuda un equipo de las Misiones Pedagógicas. Los tres aparecen, con Panero en primer plano, en una fotografía muy reproducida, que pertenece al Archivo de la Residencia de Estudiantes. Pero cada vez que se ha rescatado, en el álbum del centenario de Cernuda o en el diario El país , de la mano de Mainer, el pie de foto suplanta a un Panero inconfundible como el efímero marido de Zambrano. Medio siglo después de su muerte, sigue pagando facturas.

En la primavera de 1949, ve la luz Escrito a cada instante , que recibe los premios Nacional y Fastenrath. Los halagos de Dámaso Alonso, que llega a considerarlo superior a los poetas del Veintisiete, motivan el recelo de Aleixandre, que atribuye el exceso a las «sabrosas juerguecitas» compartidas. Sus temas son la familia, los paisajes tutelares y una vivencia religiosa que expresa con ímpetu de converso. Así que el poemario exhibe una afirmación de plenitud que contrasta y choca con las necesidades de aquella España menesterosa que denuncian los poetas sociales.

En noviembre de aquel año, parte hacia América, como integrante de una embajada poética menguada por los renuncios. Castiella quiso mandar a Panero y Rosales con Gerardo, Valverde y Aranguren. Al final, fueron con el divisionario Zubiaurre y con un Foxá ya abatido por sus «patéticas aflicciones» sentimentales. La misión poética aspira a recorrer América desde el Caribe a la Tierra del Fuego y se estira de noviembre a marzo, pero algunas contrariedades obligan a reducir el periplo. Llegan a Cuba desde Cádiz y embarcan de vuelta en Nueva York, donde cargan las maletas de contrabando, hacia La Coruña. Panero echa cuentas del botín en una carta a sus padres: «He venido a sacar algo menos de las cuarenta mil pesetas; los pañuelos todavía no me los han liquidado y es lo único que tengo pendiente».

La herida que arrastra Leopoldo Panero de su viaje americano y de los rechazos a los oropeles de la Bienal de Arte se traslada a las Epístolas para mis amigos y enemigos mejores , una baraja con unos cuantos falangistas de ordenanza (entre ellos, Vázquez Díaz, el pintor que decoró a Franco a caballo), la nostalgia de un amor joven, varios extranjeros irrelevantes y el desafío de su viejo amigo Pablo Neruda. Canto personal. Carta perdida a Pablo Neruda , que desgranó en tercetos por los bares del barrio madrileño de Narváez en muy poco tiempo, supone su suicidio literario.

Hay ripios ridículos («Porque España es así, y el ruso, ruso, / hoy preferimos el retraso en Cristo / a progresar en un espejo iluso») y una exaltación extemporánea de José Antonio en la respuesta al Canto general de Neruda, que había atacado a Gerardo Diego y a Dámaso Alonso como «cómplices del verdugo». A toda prisa, un jurado azul le concede el Premio Nacional 18 de julio (el ordinario de aquel año fue para una Antología poética de José Hierro, ya captado por Pérez Embid) pero el libro le granjea el rechazo de sus colegas, poetas y gente de la cultura. Incluso, Dámaso Alonso, que es uno de los que sale a defender, le reprocha en una jornada de alcohol salmantina su osadía. Lo cuenta Cano: «Dámaso, algo bebido, le había dicho a Panero que no comprendía las razones humanas y políticas que le habían llevado a publicar un libro de ataque a Neruda y de exaltación de José Antonio Primo de Rivera. Panero le contestó: ‘Como tú has sido un cobarde y no te has atrevido a contestar a los insultos de Neruda contra ti y Gerardo, he tenido que contestarle yo».

Así que, de repente, malogra lo que ha conseguido de positivo con la apertura estética de la I Bienal de Arte. El académico Rodríguez Moñino, tío carnal de Mariano Rajoy, le niega el saludo ostensiblemente en un acto público. Sin embargo, defienden sus versos con reseñas comprometidas jóvenes poetas, como Valente o Caballero Bonald. En mayo de 1954 Panero inaugura la II Bienal de Arte en la Cuba de Batista, con un discurso de su amigo Foxá, y pasa prácticamente un año por el Caribe, dando recitales en países afectos. En Caracas se encuentra con su pariente republicano Justino de Azcárate y Ruiz Giménez tiene que parar en Madrid la denuncia de Luis González Robles, su adjunto delator.

Al regresar a España, se traslada a vivir a Barcelona, para poner en marcha la III Bienal, asistido por el secretario de Pound Juan Ramón Masoliver, en el otoño de 1955. Ya en casa, le llueven colgantes de Alfonso X y de Isabel la Católica, pero cada vez se encuentra más aislado. La IV Bienal no se celebrará, después de haber sido anunciada en Caracas y en Quito, porque su mercadería ya no interesa. Sigue cobrando de Cultura Hispánica, como jefe de negociado, como censor, y alquila una casa en Torrelodones, para los fines de semana. En 1959, empieza a cobrar también de Selecciones del Reader’s Digest , viaja con los amigos a Italia, reúne la obra para la IV Bienal y es invitado a Estados Unidos.

En 1960, le dan una beca March para completar La estancia vacía , que embolsa pero no aprovecha, y el premio Eucarístico de Toledo. El día de su muerte participa en el jurado del Día de las Comarcas, que premió a Gamoneda y a su compañero de presidio Lorenzo López Sancho.

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