Diario de León

Vivió dos años en un castillo pero no necesita historias medievales para contar las suyas. vive el ahora y regresa con ‘Nanas de motosierra' (Mariposa Ediciones)

Entrevista

«Quería volver a la carretera con un libro»

l Underground, subcultura, urbana... Sea como sea, Carlos Balacera regresa a su literatura en gira

Juan Carlos Morán Fernández, músico astorgano que publica un nuevo libro titulado ‘Nanas de motosierra’.

León

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Filandón

pacho rodríguez

Se preguntaría: ¿qué hace un letrista como yo en un refugio literario como este? De todas formas, alguien que vivió en un castillo del siglo XV durante dos años no debería de tener más preguntas que para el destino. Es Carlos Balacera y estas son otras historias, que no vienen de la extravagancia sino de la circunstancia, de quien para presentarlo se podría empezar simplemente con decir que es músico, porque lleva en ello ni se sabe (para los iniciados lo de Balacera ya conduce a un grupo rock leonés que dio su guerra y tuvo sus momentos de gloria), y que ha hecho de lo creativo un territorio personal. Si hubiera algo de síndrome del impostor se puede poner en la lista, aunque en su caso hay más de la inquietud por contar, por escribir, por cantar, por estar en el ajo literario, musical y escénico que por la impostación. Está aquí porque estrena libro, Nanas de motosierra (Mariposa Ediciones), y porque sin ser él militante de muchas cosas, aunque tenga sus afines y a los que admira, remite al ámbito literario del rock leonés, poco trabajado aunque vengan a la memoria, por ejemplo, Felipe Zapico o José Luis Pajares, ambos Deicidas, que sí han dejado constancia de esa vía de comunicación que va a más allá de las canciones con propuestas talentosas.

En el caso de este astorgano, que desarrolla su vida laboral en el mundo forestal, gestionando equipos que se dedican a mejorar entornos (aunque comenzó desde abajo trabajando en el monte, «no quería estudiar y mi padre me dijo: ‘no te preocupes, que vas a trabajar’, lo que no sabía es que me iba a gustar, pero tenía razón, y luego tuve que estudiar), su vínculo cultural llega por la música. Y de la música a los libros vía Marciano Sonoro, esa admirable editorial y laboratorio de creación que gestionan Jesús Palmero y Cristina Pimentel. «Con ellos llegué a lo impensable de publicar un libro. Yo no estaba muy decidido, porque lo que yo hago no es literatura, eso lo tengo claro. Eso es un género superior para mi. Pero me dijeron: lo que haces igual no sabremos cómo llamarlo pero vamos a publicarlo», relata.

Así, este preámbulo es necesario para contar lo que pasa ahora. Y que Balacera relata en trago largo: «Han pasado seis años desde la publicación de Escríbalo yo. Léalo el diablo y cinco desde La palabra empeñada y, aunque casi nunca guardo silencio, sí que echaba de menos volver a la carretera con un libro bajo el brazo», indica. Y ya deja claro que su planteamiento no es el del autor ensimismado, sino el que va al lugar, a presentarse, a encontrar gente que quiera leer algo diferente. Por eso, prosigue así: «Y 2024 va a ser el momento de lanzar al viento Nanas de motosierra , un trabajo que ha cazado al vuelo Mariposa Ediciones y que será nexo y punto de encuentro con todo aquel que quiera volver a sentarse, desenchufados de la electricidad que nos suele unir, alrededor de un puñado de palabras escritas en papel».

Es entonces cuando Balacera tira del rito de en la carretera: «De nuevo la calma entre tempestades. Una vez más, reunidos para vernos de frente, abrazarnos, hablarnos y escucharnos. No importa ni dónde ni cuándo. Pero nos volveremos a reunir y Nanas de motosierra sólo será la excusa; como a nosotros nos gusta. Como siempre». Antes que nada, los agradecimientos: «Gracias a Marina (editora de Mariposa Ediciones) por aporrear la puerta hasta tirarla y a Soraya (diseñadora de la portada) por poner sus manos y su talento sobre el filo de mis desmanes».

Lo que hay en Nanas de motosierra es producto del estado continuo de escritura en el que se desenvuelve Carlos Morán Fernández, su nombre de pila. Sería lo que se conoce como mundo literario de cada uno y que el desmiente a la primera: «Yo no soy ni poeta ni nada. Escribo. Cuando estoy en época de canciones, los textos tienen más de aquello, y si escribo en época en la que no ando por ahí de presentación, pues no sé qué serán ni de qué irán. Porque de primeras, lo que escribo no lo corrijo. Lo dejo reposar. Luego cuando vuelvo a ello si merece la pena va tomando forma», relata.

Y en este caso hay crudeza, herida, cortante como una motosierra. Lo de las nanas es más un juego de palabras con uno de sus grandes amigos, Sergio Cabezas, de esos que están siempre, y que le decía sobre un anterior proyecto suyo acústico que aburriría a las ovejas, que el público se dormiría. La gira duró veinte meses y ese amigo no se perdió una. «Yo le decía: el acústico es potente, y las letras son como de motosierra», le sugería. El asunto quedó así y hay que resaltar que en esa gira había grandes canciones como Las virutas del bastón , que quede claro como aviso de sus canciones.

Porque otro punto a destacar en los trabajos de este astorgano es que suele movilizar a colaboradores imprescindibles aunque haya ese trabajo previo individual. «Siempre tengo ese planteamiento. Ahora con Mariposa Ediciones, pero en la música igual. Yo llego con una idea y me junto con Pablo del Blanco y tiramos para adelante», cuenta acerca de un proceso creativo que tal vez por su propia naturaleza luego tenga esos resultados positivos a la hora de reunir gente en las presentaciones. «Yo no sé por qué la gente va a las presentaciones. Yo cojo los libros y, como digo, me voy de gira. Y en cada sitio tengo a algunos amigos a los que avisar», remarca.

Las etiquetas que él puede poner se centran en lo alternativo, lo underground, poesía urbana tamizada por su visión del mundo al que no renuncia a recorrer. Luego, los que compran el libro (vende los suficientes como para que el proyecto en cuestión cumpla su cometido) o van a las presentaciones tienen la palabra para opinar de qué va este Nanas de mariposa . «Yo creo que cada lector en su cabeza estará pensando su movida. No me refiero a la poesía porque ya te digo que no soy poeta. Estos textos pueden evocar a cada uno una cosa. Y despertarles diferentes sentimientos. Pero sí que tienen eso de motosierra, ese corte que no se puede coser. Por donde pasa la motosierra no queda nada», remarca.

Por tanto, en tono lírico, hay en el libro lo que un músico poeta urbano puede reflejar en cuando a su observación de la sociedad, las personas y las experiencias. Y que en su caso tienen mucho de ese lugar que son muchos lugares y que proponen tantas horas de furgoneta, de estar en todas partes y no llegar a estar en ningún sitio. De hecho, Balacera comenzó como batería de Los Indeseables, donde ya hacía las letras de las canciones y llegaba al local con melodías que luego pasaban a ser temas del grupo. Luego llegó Balacera y ahí tuvo que tirar de su carisma de frontman.

Si en su debut literario en junio de 2018 con Escríbalo yo. Léalo el diablo , Balacera apuntaba a una diana que aún no tenía clara, con La palabra empeñada . aquello ya tuvo la condición de segundo asalto en su manera de escribir. Se decía de aquellas que «ponía tierra de por medio con su sempiterna imagen de rock’n’roller». Pero da la sensación de que en esta introspección personal, para bucear en sus más profundas reacciones ante los efectos secundarios que genera la vida, ha descubierto que todo forma parte de lo mismo y que de alguna manera ha fusionado sus caminos expresivos aunque los presente cada uno como corresponden. Pero en definitiva la esencia es él mismo: Carlos Morán Fernández, ese chico de Astorga que no quiso estudiar y al final estudió. Que amaba Stray Cats por encima de todas las cosas y que derivó al rock urbano, en donde se dio de bruces con los textos, por ejemplo, de Kutxi Romero. Y que se puso a escribir, su padre le decía: lee, lee, y cuando tuvo que estudiar Capacitación Forestal se fue a Segovia y durante dos años vivió en el Castillo de Coca, que tenía zona de residencia para los alumnos. «Sí, decíamos: bajo a fumar un pitillo al patio de armas... Ahora eres más consciente de dónde estabas», recuerda con humor y sin nostalgia. Pero, por tirar de ese hilo, si de 1991 a 1993 vivió en un castillo da la sensación de que lo normal fuera que un día le diera por contar historias. No necesita ir al XV para contarlas. Porque las tiene ahora.

Hay en el libro lo que un músico poeta urbano puede reflejar en cuando a su observación de la sociedad

Juan Carlos Morán Fernández, músico astorgano que publica un nuevo libro titulado ‘Nanas de motosierra’.

Juan Carlos Morán Fernández, músico astorgano que publica un nuevo libro titulado ‘Nanas de motosierra’.

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