Diario de León

La niña de Lugo que emocionó al ingeniero de Orion

El patio de la casa
familiar en Castrillo
de los Polvazares. DL

El patio de la casa familiar en Castrillo de los Polvazares. DL

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Más allá de su trabajo como ingeniero al frente del equipo de Sistemas de Potencia en la Agencia Espacial Europea (ESA), Arturo Fernández tiene una vocación didáctica que le enriquece especialmente. «Siempre he tenido colegios que se ponen en contacto conmigo, para hacerles una presentación a los alumnos. Luego ellos preparan preguntas, y yo les enseño fotos, les comento,...».

Estos encuentros le han hecho ser consciente de que «a una persona normal le puede parecer que necesitas hacer cosas muy especiales para llegar hasta aquí, Y no es así. Yo fui un estudiante en la Universidad de Oviedo, después de ir a un colegio público normal. Es simplemente tu sueño personal y tu esfuerzo, que seas capaz de tomar la decisión de entrar en otros mundos, de ir a vivir a otros países. Formarte en estas pequeñas escuelas o universidades no implica ningún déficit para llegar a ninguna meta. Eso sí, les recomendaría que hablasen inglés, eso es muy importante. Pero si estás dispuesto a aceptar el reto y poner el esfuerzo necesario, da igual de dónde vengas o cómo sea tu entorno».

Atreverse

El mensaje que quiere transmitir el ingeniero es claro: «¡Atrévete! No tengas miedo, porque puedes conseguirlo».

Es el ejemplo de los dos astronautas de León, Pablo Álvarez y Sara García. «Si vas a por ello y lo intentas, depende de ti mismo y de lo que puedas dar. Ese es un mensaje para niños y niñas, si este tipo de proyectos les motivan, da igual que estén en un pueblecito perdido».

De hecho, «uno de los colegios para los que hice esto fue uno rural, pequeñito, en Lugo. Prepararon preguntas, me las mandaron, hice una presentación con fotos, me conecté en directo desde Holanda y les ponía imágenes para responder a sus preguntas. Al día siguiente me escribió una profesora y dijo que una de las niñas que estaba en la presentación dijo que no sabía que se podía hacer esto. Y que le encantaría poder estudiar para trabajar en algo así. Eso fue superemocionante. Quizá los ejemplos que ve en su entorno nunca le llevaría a conocer esto, pero vio que era posible».

«A los niños y niñas les digo que no tengan miedo, que se atrevan, porque pueden conseguirlo, desde donde estén, con esfuerzo»

El ingeniero, con su hija en una de las temporadas que pasan en Castrillo. DIARIO DE LEÓN

El ingeniero, con su hija en una de las temporadas que pasan en Castrillo. DIARIO DE LEÓN

Fernández reconoce que «en España hacen falta muchísimos trabajos de desarrollo tecnológico, empresas que trabajen en esto, y el no verlo en tu ciudad y tu entorno hace que lo desconozcas, no lo imaginas».

Él lo sabe bien, porque el trabajo al que ha dedicado los últimos años, o participar en la misión que vuelve a llevar a personas a la Luna, no estaba en sus perspectivas. «Ni lo imaginaba, de hecho cuando estaba estudiando no era ni consciente de que existiese la ESA. Es el azar de la vida puro y duro. Cuando estaba estudiando en el plan antiguo, seis años, en cuarto de carrera los profesores nos ofrecían proyectos fin de carrera. Entonces sólo estaba pendiente de aprobar los exámenes, y eliges porque tienes buena conexión con el profesor o te llama la atención el tema. En mi caso fue la combinación de un profesor que a mi me gustaba mucho y ofreció tres proyectos que estaban patrocinados por la empresa Alcatel. Era de electrónica de potencia, y yo no tenía ni idea de qué era. Pero vino a decirnos que estos proyectos sólo eran para personas que estuvieran dispuestas a esforzarse más que los demás, porque son más difíciles. Acepté el reto, y además con la empresa detrás había que tomarlo muy en serio».

Ese fue el primer paso. «Luego empecé a especializarme, y después de acabar la carrera trabajé en esa empresa con una beca, en el Grupo de Investigación de Electrónica de Potencia».

En 2006 se encontraba en un congreso en Alemania, y conoció a una persona que trabajaba en la ESA. «Me habló de una vacante. Ahí fui consciente de que quizá tenía posibilidades de trabajar en la Agencia, me presenté en competición a esa plaza y en 2007 me fui a Holanda. Cuando empecé a trabajar en este proyecto, en 2012, esta misión era completamente desconocida dentro de la ESA».

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