120 años después y un siglo más tarde

Ciento veinte... por cien-to. Aquel primer «mundialista» (aunque entonces no se considerase como tal) lo fraguaba la estrella de tres puntas con un (hoy ya histórico) triplete el 4 de julio de 1914 en el Grand Prix de France, en Lyon: siete horas después del banderazo de salida, una veintena de vueltas y 750 kilómetros más tarde… Christian Lautenschlager, Louis Wagner y Otto Salzer llevaban a la victoria a sendos rediseñados biplazas (lo «normal» en la época) de 4.5 litros, construidos con un diseño ligero y animados por un tetracilíndrico «capaz» de girar por encima de las 300 revoluciones por minuto; «capaz» también de rendir 106 CV y de «rondar» los 180 por hora de punta... ¡la locura en su momento!

Ahora, un siglo después de aquella histórica victoria en Lyon, sobre un «trazado» —si es que puede aplicársele tal denominación— sin asfaltar y con un desarrollo de treinta y siete kilómetros y medio, un británico —Lewis Hamilton— y un alemán —Nico Rosberg—, han reverdecido los laureles de los pioneros sobre un circuito —hoy sí— en el que la Madre Rusia ha invertido más de 140 millones de euros en una construcción cuyas expectativas, dicho sea de paso, «chocaron con la realidad»... por lo que de insulsa tuvo la carrera. Pero esa... es otra historia.

La que ahora nos ocupa, y tampoco es pequeña la celebración, es recordar al lector lo que de épicas tenían aquellas carreras de mediados de los años diez, cuando Europa era un hervidero, a cuatro semanas del estallido de la Gran Guerra; cuando las carreras se contaban por epopeyas, los adelantamientos se anunciaban lanzando bujías usadas al competidor y se volaba sobre neumáticos poco menos que de bicicleta... «pegándose» con volantes «así de grandes» y con palancas de cambio semejantes a un «martillo pilón»…

Si, en otro orden de cosas («desorden», por mejor decir) y en el marco de aquel nefasto julio de 1914, Alemania declaraba la guerra a Rusia, también hoy se la «han declarado» los teutones sobre el asfalto de Sochi frente a McLaren, Williams, Red Bull y Ferrari; como en 1914 lo hicieran frente a los galos de Peugeot y Delage, los ingleses de Rayo y los italianos de Fiat, en la -entonces- inexcusable cita programada anualmente por el Automóvil Club de Francia: «No puede haber mayor logro que este», titulaba al día siguiente la prensa gala, como también lo hacían los colegas ingleses de «Autocar»: «La victoria de Mercedes ha mostrado su superioridad en todos los aspectos».

Después, bastante después, llegaría el «insultante» dominio mundialista de las Flechas de Plata en los Grand Prix de los cincuenta —también del «otro» siglo—, y en las 24 Heures du Mans hasta que, en 1958, se instituyese oficialmente el Campeonato de Constructores, que Mercedes ganase —como «motorista»— en 1998 y 2008; esta es la primera vez que lo consigue «a coche completo».

Pero esa... también es otra historia.

Ciento veinte años después, y un siglo más tarde, AMG, el preparador de culto convertido ya hoy en marca «colateral», ha rendido culto a la épica, a la epopeya de los pioneros... Mercedes «über alles».