Diario de León

ángel pablos vidal

Palabra del Bierzo Alto

Aquel niño que le quitó el seguro a una granada y voló el tejado de un cuartel de la guardia civil es hoy decano de los corresponsales de prensa leoneses

Publicado por
TEXTO: EMILIO GANCEDO
León

Creado:

Actualizado:

Ángel Pablos es un tipo elegante que se peina y repeina y que atesora una asombrosa colección de corbatas. Ángel Pablos es un hombre que siempre ha querido ser útil. Ángel Pablos fue un chico que con 19 años se empeñó en contar lo que pasaba en su villa, las cosas grandes y pequeñas, las ventas del mercado, los plenos del municipio, los muertos de la mina. Y que se convirtió en la palabra, la letra y la voz de Bembibre, de ese Bierzo bronco, barrenista y montañés. En el sofá de su casa se acaban de reunir varios testigos de su labor corresponsal, un buen puñado de carnés de prensa, desde el de Proa hasta el de La Crónica pasando por los de Diario de León y Punto Radio, que Pablos baraja como naipes ajados y entrañables. Ángeles cada vez más jóvenes sonríen con ojos amistosos, intensos, curiosos, entre el cartón plastificado.

Castro, Congosto, Torre, Igüeña, Folgoso y Bembibre, recita Pablos la retahíla de ayuntamientos que han venido cayendo bajo su jurisdicción informativa desde que un alcalde de la villa del Boeza lo sondeara para escribir en aquel Proa que luego se llamó La Hora Leonesa. «Pero si yo solo tengo el bachiller...», dijo Pablos. «Es bastante», fue la respuesta. Y su primera crónica, Los rincones de Bembibre , apareció el 2 de marzo de 1951.

Hacía un ovillo con el texto y el carrete y lo mandaba en el autobús, así que el acto, la visita, la inauguración, salía en el periódico tres días después. «Luego llegó lo de los ordenadores», precisa este todoterreno de la información que ostenta con orgullo un récord difícilmente igualable, cuatro plenos en un mismo día: «A las ocho en Torre, a las doce en Bembibre, a las cuatro en Congosto y a las seis y media en Folgoso». Y dos sucesos espinan su memoria, dos muertes mineras que presenció y de las que informó con tanta puntualidad como pesadumbre. La primera, un joven arrollado por una última vagoneta que se soltó de improviso. «Lo metimos moribundo en el camión y marchamos con él a Astorga, pero el camión se rompió a medio camino y tuvimos que llevarlo en camilla, andando». En Astorga, ya de noche, solo pudieron certificar la muerte y mandarnos al cementerio a esperar al enterrador entre el frío y el viento. «No he pasado más miedo en mi vida», confiesa. Al otro lo mató un 'tiro' al barrenar, y a Brañuelas con él a dar la noticia, de cara, a la hija y a la esposa.

En el otro plato de la balanza, la visita de los Reyes a Bembibre, la noticia que más le agradó transmitir. Y entre medias, cientos, miles de letras hilvanadas y de palabras lanzadas a través de las ondas de radio, aunque su amor más pasional lo reservó siempre para el papel impreso. Hijo de Guardia Civil, con nueve años subió al desván del cuartel y soltó el seguro de una granada. Voló todo el tejado y sobrevivió de milagro para luego trabajar en cinco explotaciones mineras, para ser Capela, para ser secretario del Atlético Bembibre, para contar la vida que pasa. Para discutir de fútbol con los tenderos. Para ser un paisano. Y elegante.

tracking