CANTO RODADO
silencio, se conspira
la revuelta berciana a las listas del consejo comarcal es un grito de guerra en el psl, que ya hace tiempo perdió la vitalidad
La última vez que vi a la alcaldesa de Gradefes, Ana Isabel Ferreras, fue en el monasterio de su pueblo. Buscaba una ilustración para un programa de mano en el facsímil del Beato de Escalada. Con el entusiasmo que le caracteriza, me mostró una bella iluminación: «Representa el silencio», me dijo. Eran unos círculos radiados, amarillos y naranjas, en perfecta armonía.
Supongo que es el silencio de la meditación. No el silencio cómplice de quien calla para no tomar partido, por comodidad y conveniencia. O el feo silencio de la castración de la voz. El silencio, por cierto, fue una de las primeras cien medidas del alcalde de León, Emilio Gutiérrez, seguramente sin saberlo, cuando se le negó a la plataforma Lunes sin Sol la megafonía para leer el último manifiesto que repudia el asesinato de mujeres por violencia de género.
Silencio cómplice, también, el de las personas acampadas en Botines (las indignadas) que se negaron a sumarse a la concentración. Silencio patriarcal el impuesto a la pancarta de Sol: «La revolución será feminista o no será». Mientras era arrancada por aguerridos muchachos un grupo de gente aplaudió y abucheó a las mujeres. Frente al silencio, la acción. La retirada de la proclama desencadenó la organización de un taller de feminismo para principiantes en la acampada del 15-M. Fue la respuesta de la inteligencia.
Silencio cómplice es también el de la militancia y cargos públicos ante la apisonadora del aparato en el reparto de los escaños para la Diputación provincial que se carga la paridad, la equidad territorial y el sentido común. Ana Isabel Ferreras es excluida en favor de María Eugenia Gancedo y Marcelo Alonso en favor de Ibán García del Blanco. Por supuesto, nadie habla de Manoli Ordás. Es perdedora. Como Gancedo ¿?. «Creo que se equivoca este partido de cabo a rabo», dice con razón Ferreras.
La exalcaldesa de San Andrés del Rabanedo, María Eugenia Gancedo, pese a repudiar las «cuotas» que han dado paso a las mujeres en la política, también a ella, quiere entrar a codazos en el Palacio de los Guzmanes. Su cuota es otra: el voto de la agrupación de San Andrés en el partido. En la Diputación tendrá un sueldo más acorde con la posición perdida de alcaldesa. Igual que Ibán García.
Que haya 36 alcaldesas en León, el 16,5% del total de ayuntamientos, tiene mucho que ver con el impulso quelas cuotas han dado a la participación pública de las mujeres. Ahora empiezan a tener referencias serias en la política y conciencia de que ellas, que se ocupan de «los hijos y del ganado», como dijo la alcaldesa de Villamandos, la popular Susana Cachón, también están capacitadas para tomar decisiones en sus pueblos y ciudades.
Me pregunto por qué Llorente, Aller y Carmen Mallo aceptan en silencio y plácidamente que la voz del PSOE en la Diputación sea la de un concejal de León. «La participación de las mujeres en la gobernanza municipal es crucial para el desarrollo rural», ha dicho Camen Mallo. Y en la Diputación, ¿importa la paridad?
Este silencio no tiene nada de hermoso. Rezuma personalismo. Y eso es lo que sobra ahora mismo en el PSOE de León: gente que se ocupa tanto de sí misma que ha olvidado que pertenece a un partido. «Yo no», puede decir Llorente. Y va para 25 años de diputado provincial. Todo un récord sin carné; a lo mío .
La revuelta berciana a las listas del Consejo Comarcal es un grito de guerra. Me temo que igual de personalista, señor Canedo. El PSL hace tiempo que perdió la vitalidad.
Con silencio contestó Herrera a las críticas de hipercentralismo del procurador leonecesita Alejandro Valderas: «En León se ha hecho un chiste que dice que el delegado territorial, Eduardo Fernández, es el emperador de los conserjes. Tiene 15.000 funcionarios a su cargo, pero no puede tomar decisiones».