Diario de León

Historia de una saga

Cuando ser periodista era un milagro

Dos generaciones de los Revillo vivieron gracias a El Pensamiento Astorgano, un periódico que salía tres veces a la semana y que fue el altavoz de toda la diócesis. Su vida fue Astorga y todo lo que pasaba en la ciudad. José

Estampa típica de Astorga, con la Catedral y el Palacio Gaudí vistos desde la muralla.

Estampa típica de Astorga, con la Catedral y el Palacio Gaudí vistos desde la muralla.

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

El 4 de febrero del año 1904 salió a la calle el primer número del periódico El Pensamiento Astorgano, fundado y dirigido por Magín González Revillo. Comenzaba así una saga de periodistas que, un siglo después, aún se mantiene viva en su cuarta generación.

En palabras de Carro Celada, ilustre historiador de todo lo astorgano, Magín González Revillo fue un hombre dicharachero, ingenioso y socarrón, que logró un estilo periodístico propio, «de gran olfato y agudos chispazos que hacían las delicias de los lectores». De sus cualidades profesionales habla bien claro el que Manuel Gullón, gobernador general de las Islas Filipinas y astorgano de pro, quisiera llevarle como director del Diario de Manila o le propusiese ser redactor jefe de La Época de Madrid, puestos que no aceptó, quizá, añadía Carro Celada en uno de sus libros, «por no abandonar su pueblo y su Pensamiento Astorgano».

107 años después de que su abuelo fundara aquel periódico, otro Revillo, José-Magín González Gullón, quien fuera la voz de los informativos de Radio León durante más de 30 años y ahora jubilado, ha decidido recopilar la historia de la familia en un pequeño libro dedicado a su nieta Nadia. Un libro de recuerdos y emociones, de nostalgia, penurias y pasión por una profesión que no siempre recompensa a sus protagonistas, una recopilación sin ninguna crítica hacia nadie, quizá también una cualidad de los Revillo. «Primero, he tenido tiempo y, en segundo lugar, lo quería hacer para que mi nieta supiera algo más de nosotros mismos», explica José-Magín, de la tercera generación de los Revillo.

Antes de fundar El Pensamiento Astorgano, su abuelo ya había colaborado, fundado o dirigido otros periódicos y revistas como El Zurriago y La Humorada, también en Astorga, junto con un grupo de jóvenes amigos, a los que siguieron La Voz Astorgana, A los Pies de Usted y, con mayor presencia, El Heraldo Astorgano. «Solo su vocación y su ilusión justifican semejantes aventuras ya que por aquellos tiempos lo que abundaban en Astorga eran periódicos y revistas de todas las ideologías y para todos los gustos. Incluso el Boletín Eclesiástico del Obispado publicaba en sus páginas un noticiero local», explica en el inicio del libro familiar.

«Sería su instinto o su innegable olfato periodístico -añade José-Magín-, lo cierto es que muy pronto fue ganando lectores y encumbrando su cabecera a lo más alto del periodismo local e incluso provincial. Tanto su información como su difusión no se limitaban a Astorga, sino que alcanzaba a toda la diócesis y, por tanto, no solo a parte de la provincia leonesa sino también a las de Zamora y Orense».

El Pensamiento Astorgano incluyó en sus páginas artículos de opinión, literarios, políticos y de actualidad, junto a las más variadas noticias ciudadanas, y la siempre puntual información del Obispado. «Contaba el periódico en aquellos primeros años con colaboradores cuyos nombres y familias, ilustres los unos, conocidas las más, han sido protagonistas en algún momento de la historia de la ciudad: Marcelo Macías, Santiago Alonso Garrote, José María Goy, Eduardo Aragón, Rutilio Manrique, Pompeyo Pérez, Germán Gullón, Simón Liébana... Toda una generación de renombre a la que -no hará falta decirlo- no movía otro interés que su vocación literaria, su amor a la ciudad y su amistad con el director», escribe su nieto.

Y así debía ser. Carro Celada, en su investigación de la prensa astorgana, lo corrobora: «La inclusión de versos, aún ripiosos, abrió el periódico a las colaboraciones de tipo literario e histórico. Pronto publicó El Pensamiento Astorgano hojas literarias, folletones, cuentos del jueves, página gedeónica, sección poética. Y también numerosos extra dedicados a ilustres personalidades de la vida local, así como a acontecimientos señalados (la entrada de los obispos, el centenario de Los Sitios, las fiestas y la Semana Santa), en todos los cuales se reproducían fotograbados y exuberantes orlas, alguna de ellas dibujada por Demetrio Monteserín».

Ni que decir tiene que El Pensamiento Astorgano buscó también una proyección informativa diocesana; tan es así que en algún momento llegó a colocar bajo su cabecera este lema publicitario: «El de mayor circulación de la diócesis». Por supuesto su red de corresponsales, sacerdotes amigos del director, cubría con creces los puntos estratégicos de la circunscripción diocesana. Hubo corresponsales de «Ecos diocesanos» en Villardeciervos, Santa Marina del Rey, Brime de Urz, Santa Colomba de Somoza, Bembibre, Fornela, Santibáñez de Vidriales, La Bañeza, Ponferrada, Villares de Orbigo, Puebla de Sanabria, Toreno y Barco de Valdeorras...

El fallecimiento del fundador, en 1946, no supuso ni el fin de la saga ni la desaparición de El Pensamiento. Desde finales de la década de los 20, su hijo Magín González Fuertes había tomado las riendas del periódico. Había mamado la profesión mucho antes, desde los 12 años, cuando entró a trabajar en el taller. «Fundador y director como su padre de publicaciones diversas, a él se debieron El Fresco y Astúrica, que perduraron durante años en la memoria de los astorganos y de las que aún se conservan algunos números con ingeniosas críticas, más o menos punzantes, a solterones, ricachones y políticos de la época», cuenta José-Magín de su padre en la pequeña biografía de los Revillo.

A la muerte del fundador, Magín González Fuertes cambió su segundo apellido por el de Revillo, lo que haría perdurar durante tantos años el mismo nombre en la cabecera del periódico.

Con los años también, el relevo generacional fue alcanzando, poco a poco, a la nómina de colaboradores del periódico y en sus páginas fueron apareciendo las firmas de Santiago Risco, Gonzalo Goy, Luis Alonso Luengo, Lorenzo López Sancho, Leopoldo Panero, Lorenzo Martínez Juárez, Ricardo Alonso Montiel («Vatemar»), Juan Carlos Villacorta, Pepe Cabezas, Ricardo Gullón, Lorenzo Matinot («Laurentius»), Bernardo Velado, Augusto Quintana (C. Cadenas), José María Luengo, el propio Esteban Carro Celada, Domingo López Geijo, Roberto Alonso, Pepín Ortiz, Manuel Ballesteros, Alberto Delgado, Juan Pedro Vera...

«Bien justificado podía estar el orgullo del director del periódico, de los lectores y de la propia ciudad con semejante plantel periodístico y literario. Y todos ellos, no hará falta decirlo, en calidad de honorarios, que la empresa apenas daba para cubrir gastos. Prueba de ello fueron los muchos cargos y empleos que hubo de desempeñar su director para poder mantener y sacar adelante tanto el periódico como a su familia numerosa: juez municipal, agente de seguros, gerente cinematográfico, secretario del Jurado Mixto Remolachero, fundador y director interino de la Escuela de Trabajo, gestor eclesiástico, corresponsal de agencias informativas y hasta representante de una industria turronera. El mismo pluriempleo al que estaban obligados otros muchos astorganos de su generación», cuenta su hijo José-Magín en la biografía para su nieta Nadia.

Los «folletones» literarios, los números extraordinarios en color morado de Semana Santa y los de tinta colorada de las Fiestas patronales eran otras ofertas informativas de especial atractivo. «Hubo además otros momentos felices, como la celebración de las «Bodas de Oro» del periódico y, con tal motivo, la publicación de un número extraordinario en el que se recogían las numerosas felicitaciones llegadas de todas partes y, de manera especial, el telegrama remitido desde el Vaticano y firmado por el entonces Prosecretario, Monseñor Montini».

La historia en concreto de El Pensamiento termina con un emocionado recuerdo a los talleres de la calle Postas, en los bajos del edificio familiar y a los que hicieron posible el periódico. «A Luis Álvarez, «Fila» para los más íntimos, o «Un Músico» como más tarde firmaría sus artículos, el único trabajador fijo del periódico y al que permaneció ligado toda su vida; Mariano Celada, el de mayor edad y experiencia; Valbuena, quien derramaba sudores impulsando la rueda de la máquina rotoplana lo mismo que animando los domingos en el campo de fútbol al equipo del Astorga, como auténtico precursor del actual y popular «Manolo el del bombo»; Pepe Quinto, Antonio Gómez, Alberto, Chucho... y cinco repartidores, uno para cada barrio o parroquia de la ciudad», recuerda José-Magín. Una calle en Astorga recuerda hoy al fundador de aquel sueño familiar.

tracking