Diario de León

manolo macías

la noticia, llueva o nieve

«Nunca digo que no». plenos hasta las doce de la noche, partidos de ascenso a regional preferente... macías es un informador todo terreno que el día 15 celebra haber llegado a ser uno de los corresponsales en activo más veteranos de la provincia

ana f. barredo

ana f. barredo

Publicado por
emilio gancedo
León

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Manolo Macías es un hombre pacífico y laborioso al que se le iluminan los ojos cuando enumera las áreas geográficas cuya vida menuda ha venido contando, desde hace ya 25 años, enviando la noticia llueva o nieve, haga frío o calor, sea laborable o festivo, desde Tremor de Arriba o desde el Hayedo de Busmayor. Éstas son «Bierzo, Fornela, Cabrera y Valdeorras, yo soy ‘el corresponsal volante’», dice sonriente y con sano orgullo.

Tiene «más setenta que sesenta años» —precisa—, nació en Villadepalos y se acuerda perfectamente de la fecha en la que se inició en este mundo torvo y adictivo del periodismo. «Fue el 11 de noviembre de 1986, con un partido entre el Atlético Santa Marta, entrenado por Iselín Santos Ovejero, y el Atlético de Madrid —división de honor— con los internacionales Solozábal y Aguilera». Y como Macías era vecino de los directivos del Santa Marta, decidió ir al semanario Aquiana a probar suerte llevando escrita con mano firme la crónica del partido. Comenzó con buen pie —le dejaron dos páginas enteras— y, aunque el pago era cero, siguió adelante con su secreta y entusiasta afición, viajando con el Santa Marta y los juveniles de la Ponferradina «por Castilla y León, Galicia y Asturias».

Después de esos inicios puntuales pasó a Onda Bierzo (la Cope, luego Onda Cero, luego Punto Radio...) «contando toda la información de los equipos y entrevista en directo al jugador que metiera dos goles», concreta. Su fichaje por el Diario de León, hace un cuarto de siglo, tuvo lugar «un domingo a las doce de la noche; Machín, el corresponsal de Cacabelos, estaba enfermo, y Camino Gallego me sacó de la cama para dar la crónica del Cacabelense». Machín fallecería poco después y Macías amplió sus dominios al fútbol sala y al Cacabelense, pero algo más tarde Ana Gaitero, delegada por entonces del Diario en el Bierzo, le animó a enfrentarse con la información general. «Oye, probé, y bien», rememora, acordándose también del estupor que sintió cuando, al cabo de dos o tres meses, le mandaron pasar a cobrar. Y así Manolo convirtió su pasión en un oficio alternativo en el que se reveló incansable: «Hacía todo el fútbol base, desde Benjamines a Tercera; pero también plenos hasta las doce de la noche, de Igüeña a Portela de Aguiar pasando por Puente de Domingo Flórez... de todo».

Manolo comenzó a trabajar en un bazar ponferradino a los 11 años (primer sueldo, 100 pesetas), pero la mayor parte de su vida laboral transcurrió en una farmacia que compatibilizaba con el martilleo de la máquina de escribir. «¿Anécdotas? ¡Hay cientos! —se sonríe—. Una vez en Galicia me confundieron con un contrabandista y me pusieron una pistola en la cabeza. Y yo les decía: ‘¡Que soy un turista, un turista!’». Otra vez se añusgó con un cacho de pulpo y como metía más mencía, pues el pulpo se hinchaba, se hinchaba... menos mal que al tropezar con un escalón el trozo de octópodo salió disparado. Pero sobre todo fue su peregrinaje por los campos de fútbol y salones de plenos del Bierzo lo que se saldó con decenas de sucedidos. En varios sitios amenazaron con quemarle el coche para que no contara la batalla campal formada tras el partido. En un pueblo, y porque la información sobre una reunión de regantes no había gustado a los reunidos, hicieron ademán de colgarlo. «Yo tengo una cuerda en el coche, ¡voy por ella!», dijo un malencarado. «Oye, ¿y si dijo la verdad?», aventuró otro. No olvida tampoco cuando la carrera de burros de Noceda salió sólo en un pie de foto y allí pensaron que era porque a uno de los asnos le habían llamado ‘Manolo’ (a otro le querían poner ‘Arzallus’). O cuando llevaba una especie de walkie-talkie para contar la crónica de un partido y tenía que auparlo bien para que se oyera. «¡Más alto, Macías, más alto!», le pedían en la radio. «Coño, pues como no me suba al tejado», alegaba él.

«Me quedo con lo bueno, lo malo lo olvido», sentencia. Y el próximo día 15 celebra una cena con toda su gente (coro rociero incluido) para festejar dos cosas: la resistencia y la pasión.

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