Diario de León

tradición leonesa

La fiesta de los usías

la iglesia de santa marina la real recibirá el tributo de la gente del pueblo

Publicado por
ENRIQUE ALONSO pÉREZ
León

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La ciudad de León celebrará, como cada año desde tiempo inmemorial, la simpática fiesta de ‘Los Usías’, cuyo protocolo se hunde en las raíces medievales y conserva el empaque ritual de las solemnidades nacidas al calor de la hidalguía leonesa. La iglesia de Santa Marina La Real, depositaria por derecho de esta tradición, recibirá el tributo de la gente del pueblo, que con su buen hacer, bien merece ser heredera del tratamiento que originó la fiesta, tan dignamente representada por los nuevos ‘Usías’.

El arraigo de esta fiesta nos remonta a sus primeros protagonistas, los nobles leoneses, que adornaban la ciudad con sus palacios, los palacios con sus blasones, y los blasones con el comprometido lema de la defensa de los más altos intereses del Reino. Lunas y Guzmanes, Osorios y Pimenteles, Ponces y Villafañes, Gutierres y Castañones, Lorenzanas y Villasindas... toda una larga nómina de linajes entregados en cuerpo y alma a dar brillo al solar de sus mayores.

Aquella primitiva iglesia de Santa Marina, adosada a los viejos muros romanos por su cara interna, cuyo recuerdo y ubicación sólo puede constatarse en la portada de piedra de sillería que adorna su dintel con una jarra de azucenas labrada junto a la fecha de 1784, fue la primera en conocer la ceremonia encajada en el día que la Iglesia celebra La Purificación de La Virgen —cuarenta días después de Navidad— y que popularmente conocemos como el día de «Las Candelas», por aquello de la vela que las recién paridas llevaban al templo una vez superada la rígida cuarentena.

La evocación de la desaparecida iglesia, que durante seis siglos —XII al XVIII— congregó a los fieles de la populosa y castiza barriada de Santa Marina, nos lleva a situarla en el lienzo de la muralla, con su espadaña asentada sobre uno de los cubos adaptado a manera de torre, lo mismo que la del gallo de San Isidoro, y destruida a principios del pasado siglo, junto al resto de los cubos que componían el conjunto de la actual calle Carreras. El lugar, lo mismo que la portalada anteriormente descrita, se recuerda y señala al curioso caminante con una pequeña espadaña, réplica diminuta de la anterior, enriquecida con una imagen de La Virgen.

El colegio de los jesuitas

No lejos de la entrañable y pueblerina parroquia reseñada, y mientras ésta iba resquebrajándose de puro vieja, había surgido el más espectacular complejo docente que León conoció desde la antigüedad. La Compañía de Jesús, a la sazón en pleno vigor hegemónico de su rápida y sólida expansión, sentaba sus reales en el lugar que hoy ocupa la iglesia de Santa Marina, el conjunto escolar de la antigua escuela de Comercio y las Escuelas de Ponce de León.

El obispo Juan de San Millán, amigo personal de San Francisco de Borja, nombrado por Felipe II para ocupar la silla episcopal legionense, fundó y dotó para los hombres de San Ignacio, en el año 1671, el Colegio San Miguel de Jesús, que pronto llegaría a ser el foco cultural más relevante de la ciudad. La sabiduría de sus profesores y el prestigio alcanzado por el principio jesuítico del ratio studiorum , sirvieron de palanca para engrosar el número de alumnos, que superó la mágica cifra del millar, en muy poco tiempo. Y a punto estuvo de ser convertido en Universidad.

Dos siglos más tarde, en el año 1767, los Jesuitas eran expulsados de España como consecuencia de la conflagración europea contra esta Orden religiosa. De esta manera el colegio San Miguel terminaba su ascendiente trayectoria, y las instalaciones colegiales pasaron a otras manos, conservando sin embargo su carácter educativo hasta nuestros días.

Por aquel entonces, la iglesia de Santa Marina, eje de nuestro comentario, amenazaba una inminente ruina abatida por los años y la dudosa nobleza de los materiales que la sostenían. Y como «la ocasión la pintan calva», el obispado habilitó la hermosa capilla de los Jesuitas, en la calle de Serranos, aneja al colegio de San Miguel, para entronizar en ella la multisecular parroquia de Santa Marina, que desde entonces mantiene su feudo espiritual sobre los feligreses de este típico y añejo barrio leonés.

Una iglesia museo

La iglesia de Santa Marina, cuya solera indiscutible la coloca entre los primeros templos leoneses, no sólo mantiene dentro de sus muros la esencia de las más rancias tradiciones de esta histórica ciudad. El abultado inventario de los bienes adscritos a la parroquia, cuenta con muchos tesoros artísticos dignos de figurar en el patrimonio del museo más exigente.

Llama la atención, por su curiosa procedencia, la lista de aquellas piezas que no fueron en principio talladas, pintadas, esculpidas o realizadas para incrementar directamente las propiedades parroquiales, sino que por diversas causas vinieron a engrosar este patrimonio como herencia espiritual de otros templos hoy desaparecidos.

Destaca en primer lugar el magnífico órgano barroco del siglo XVIII, cuyo primer asentamiento fue el monasterio de Villaverde de Sandoval, arruinado a raíz de la exclaustración de los monjes cistercienses. Otra pieza de excepción es la talla de Juan de Juni, en la que puede verse a La Virgen con el Niño Jesús y San Juan, procedente del convento de Santo Domingo, que había sido donada por la Condesa de Luna.

Un retablo del convento de Las Descalzas. Una Piedad de la Cofradía de las Ánimas del Malvar, que se encontraba en el antiguo Hospital de San Antonio Abad... y un largo etcétera de preciosas obras y reliquias que hace las delicias de cuantos pregonamos las esencias de nuestra tierra.

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