Diario de León

en la vega del esla

Un pecado con gusto divino

Las monjas jerónimas del monasterio de nuestra señora de belén de toral de los guzmanes elaboran pastas y dulces caseros que venden a clientes tan exlusivos como el corte inglés de madrid

La imagen muestra a todas las hermanas trabajando en el obrador del monasterio, cada una atenta a su faena, para que todo salga exquisito.

La imagen muestra a todas las hermanas trabajando en el obrador del monasterio, cada una atenta a su faena, para que todo salga exquisito.

León

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Viernes, 22 de noviembre. Once de la mañana. Típico día de invierno en el sur de la provincia de León, en las tierras bañadas por el río Esla. Agradable al sol y prácticamente helando a la sombra. Un redactor y un fotógrafo llegan a Toral de los Guzmanes. El tiempo justo para tomar un café en el bar. «Vamos que andamos tarde y a esta gente le gusta ser puntual», dice uno de ellos. «Tranquilo que no hemos quedado a una hora fija», le responde el otro.

Caminan por las calles del pueblo. «¿Saben donde está el convento de las monjas?», preguntan a un grupo de mujeres. «Están cerca. Desde aquí es difícil explicarles. ¿Ven la iglesia? Pues está casi detrás. Vuelvan a preguntar allí». No hizo falta. Los dos entran por la puerta abierta a un vestíbulo. Tocan el timbre y enseguida les contesta una hermana a través de las rejas de una ventana. «Somos los del periódico que venimos a hacer el reportaje». «Den la vuelta a la manzana y entren la por puerta de atrás que estamos todas allí», les indica la religiosa con gran amabilidad.

Ella misma les recibe acompañada de Tomi , un perro pastor alemán con pinta de tener mezcla de otras razas. «Tranquilos que es muy cariñoso». Efectivamente, sólo quiere jugar con los visitantes.

Tras pasar por un amplio y bonito jardín con árboles y hojas caídas que le dan las típicas tonalidades del otoño, llegan al obrador. Nada más abrir la puerta, la sala desprende un agradable olor a repostería y anís. Allí está, alrededor de una mesa central, toda la comunidad. Siete monjas de clausura. Jerónimas. Es el convento de Nuestra Señora de Belén, ubicado en Toral de los Guzmanes desde hace 24 años.

Cuatro de ellas, las más jóvenes, son indias. Las otras tres, españolas. Sor Doli, sor Natividad (la priora), sor María Belén, sor Beatriz, sor Gema, sor Asunción de María y sor Trinidad. Están en plena faena. Literalmente con las manos en la masa. Cada una a lo suyo.

La llegada de los reporteros rompe la monotonía del lugar. Rápidamente entablan unos y otras una animada conversación.

Sor Doli, la jefa de repostería, explica cómo es un día en la normal en la vida de las hermanas. Se levantan muy temprano, a las seis y media de la mañana. A las siete tienen laudes. A las ocho y media tercia, a las nueve desayuno. A las nueve y media, trabajo. A la una y veinte rezo y a las 13.45 la comida. Por la tarde, otra vez al trabajo hasta las seis que rezan el rosario. A las seis y media misa. A las siete vísperas. La cena es a las ocho y, si hay mucha tarea, trabajan otro rato por la noche hasta que a las diez rezan completas y se van a la cama.

Su mayor ocupación es la elaboración de dulces y pastas caseras. Y ahora están en temporada de máximo trabajo. «Después llega la cuesta de enero y no nos piden nada. Y en el verano nada de nada», asegura una de las hermanas. Pero en estas fechas próximas a Navidad la actividad es grande.

Eso sí, en el monasterio todo se lleva con calma. Las buenas cosas requieren su tiempo. Y así salen, después, unas pastas exquisitas elaboradas totalmente a mano. Con mimo.

En su catálogo hay una gran variedad. Mantecadas de Jerez, feos, pastas caseras, polvorones, pastas de anís, turrón de la abuela, tarta de Santiago, Fray Escoba... Y las hay con las formas más variadas: flores, corazones, lunas, árboles de Navidad, setas... «Es que en las familias hay niños y cada uno le gusta una diferente».

Su forma de trabajo está muy organizada. A primera hora de la mañana una hermanas preparan la masa. Después de desayunar toda la comunidad se dirige al obrador para ir realizando cada una de las variedades, dándoles forma con los moldes, horneándolas... Y por la tarde, la tarea fundamental es la del embolsado y la preparación de los pedidos. «Si hay mucho trabajo, también venimos un rato por la noche, después de la cena», comentan.

Llevan haciendo repostería para vender desde el año 2008. «Antes nos dedicábamos a la encuadernación. Pero el trabajo nos bajó mucho y ahora hacemos dulces, aunque también seguimos encuadernando si nos lo piden», asegura una de las hermanas.

Su clientes son selectos. El principal pedido es de El Corte Inglés de Madrid. Nos han encargado 1.800 cajas de 250 gramos. «El año pasado fue algo más. Todavía se nota la crisis», dicen.

También venden en alguna otra tienda de la capital de España y en León. Algo también a particulares que se acercan directamente al monasterio. «Pero es un porcentaje muy pequeño», aseguran. «Esto que estamos haciendo ahora es para la Abadía-Monasterio de los Benedictinos de San Julián de Samos (Galicia)», comenta.

Los productos con los que elaboran su repostería son de máxima calidad. Todo con una gran limpieza e higiene.

Afirman que siempre trabajan sobre pedido, «así siempre están frescas las pastas».

Las hermanas demuestran una gran amabilidad con los dos visitantes que llegaron para romper la habitual paz del convento durante esta mañana.

Tras más de una hora de agradable conversación en las que salen temas como el nuevo papa Francisco, la pobreza en el mundo y hasta el comunismo. Todos ellos tratados con gran sentido del humor, toca el momento de despedirse.

Antes las hermanas, en tono simpático, piden a los reporteros que den publicidad a lo que hacen, «que nos hace mucha falta. Que con lo grande que es el convento y a los precios que se ha puesto el gasoil casi tenemos que prescindir hasta de la calefacción».

A pesar de ello tienen palabras de tristeza por los muchos pobres que está trayendo esta crisis y que hace que de vez en cuando acudan al convento a pedir para comer. Siempre hay algo.

Con todo, la comunidad se muestra agradecida a los periodistas y les regala una caja de polvorones.

Todas las hermanas salen al jardín para hacer la foto final de todo el grupo. Tomi , el perro también quiere estar en la instantánea. Es uno más de la familia.

Los reporteros se van gratamente sorprendidos y hablan de la amabilidad, generosidad, buen hacer, laboriosidad y excelente trato con el que han sido recibidos por las monjas. Eso sí, sin olvidarse que hacen unas pasta y dulces dignas de reyes y monseñores.

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