vidas con historias
El ojo berciano de la noticia
Siempre en primera línea en TVE, al lado de grandes periodistas, Manuel Ovalle trabaja para seguir contando un mundo que no ha cambiado mucho en 40 años. Cuatro décadas que recuerda en un breve diario. Algunos pasajes se cuentan aquí.
Aún recuerda aquellas imágenes en blanco y negro con las que creció en su barrio de Santa Marta de Ponferrada, reflejadas en el Philips del único bar que tenía televisor cerca de su casa. Y, sobre todo, recuerda un programa, «A toda plana», que hacía Miguel de la Quadra Salcedo. «Me parecía un súper hombre, un reportero curtido en multitud de guerras que podían parecer una gran aventura ante los ojos de un chaval, pero que en el fondo no dejaban de ser eso, guerras en las que miles de personas perdían la vida y en la que reporteros de raza se jugaban cada día la suya para dejar testimonio y escribir la verdadera historia».
Manuel Ovalle (Ponferrada, 1955) es hoy el reportero gráfico en activo más veterano de España. No quiso jubilarse cuando salió el Ere de RTVE después de una vida detrás de la cámara. El pasado mes de octubre cumplió 40 años en la televisión pública. Un aniversario que está celebrando con amigos y compañeros con una serie dedicada a profesionales como él, todos ya retirados, bajo el título «El ojo en la noticia», que se emite en el canal 24 Horas. Algo que no suele ser habitual en este país, donde el olvido es más fácil que crezca entre distintas generaciones, y más entre periodistas.
Fue Miguel de la Quadra Salcedo, el hombre al que conoció por azar, quien años más tarde en Madrid le animó a presentarse a una pruebas que había en televisión. «Tuve la suerte de superarlas y entré como auxiliar en el departamento de los entonces llamados filmadores de TVE», recuerda en una breve biografía sobre su vida profesional que ha escrito de puño y letra.
«El cuarto de cámaras era y sigue siendo uno de esos lugares privados en el que los reporteros intercambian experiencias, narran historias, a veces increíbles, de los lugares que han visitado y de las vivencias que han compartido. En los años 70, el cuarto de cámaras era una especie de lugar sagrado para los primerizos. Una tarde me acerqué al ayudante José Luis Márquez, que preparaba un equipo para la guerra de Vietnam. Ante mí tenía 2 cámaras de cine 16 mm, luces, trípode, un nagra de sonido, decenas de cables y muchas latas de película. ¿Todo esto tenéis que llevaros de viaje?, pregunté un tanto ingenuo. Sí, me contestó Verdugo, el filmador. Con el que voy es muy exigente y no puede fallar nada. Fue la primera lección que aprendí de mis compañeros».
En 1975, el año que murió Franco, Ovalle grabó al dictador en el pazo de Meirás, y también trabajó en los días de su agonía. «Aún tuvimos que hacer guardia durante bastantes noches antes de filmar su entierro y las grandes colas en el Palacio de Oriente. Recuerdo que cuando el marqués de Villaverde cerró el ataúd, me temblaron las piernas, no de emoción, claro, pero aquél nerviosismo de los 20 años fue fotografiado por la revista «La Actualidad Española», recuerda.
Y así, tantos y tantos recuerdos. Durante 40 años ha sido testigo de 15 guerras (Nicaragua, El Salvador, Chad, Zambia, Rhodesia, Mozambique, Líbano, Guinea Conakry, Sáhara, Bosnia, Macedonia, Kurdistán, Gaza, Irak y Libia) y de los cambios políticos, sociales y económicos que acompañaron a dichos conflictos.
Su vida profesional también ha estado marcada por la cobertura informativa de otros grandes momentos históricos: desde el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, la matanza de Puerto Hurraco, el tsunami, o el terremoto de Haití. También ha acompañado a Miguel de la Quadra Salcedo al Amazonas, y ha viajado al Polo Norte junto a un equipo de exploradores. O acontecimientos deportivos, como cuatro Juegos Olímpicos.
De tantos años quedan muchos recuerdos. Quizá la imagen más impactante, los muertos que se enterraban entre amasijos de hierros en Haití. Gracias a la denuncia de su cámara, «tuvieron un entierro digno», recuerda, y no entre bloques de hormigón como un escombro más.
No todos los recuerdos son de guerras. Manuel Ovalle recuerda también en ese texto sobre su vida, condensado en nueve folios, su experiencia en el Polo Norte, a donde llevó una lata de pimientos del Bierzo, cuenta, escondida entre sus ropas para que no se helara. «Recuerdo que cuando el GPS nos indicó que estábamos en el centro de la Tierra, me dijo el catedrático de Geografía Eduardo M. de Pisón que acompañaba a la expedición: «Manolo, dibuja encima del hielo una circunferencia; acabas de darte la vuelta a la Tierra en 30 segundos». «Es cierto, de los 131 países que conozco éste es el lugar más duro e inhóspito para mí», confiesa orgulloso.
Manuel Ovalle recibió en 2013 el premio Talento de la Academia de Televisión, el primero que se otorgó a un reportero gráfico en activo.
Conversador, amigo de sus amigos, no mira con nostalgia al pasado, sino con el orgullo del deber cumplido. Haber visto y contado grandes acontecimientos, que no es nada fácil. «El mundo es en color, pero hay tanta maldad en blanco y negro», se lamenta. Pese a la tecnología, el visor de las cámaras sigue siendo en blanco y negro, como la vieja Philips de su infancia en Ponferrada.