Diario de León

CON MOVILIDAD REDUCIDA (3) Un viaje nostálgico por la literatura y la música de Estados Unidos

baile cajún y fantasmas

Texas. Navegando por River Walk (San Antonio).

Texas. Navegando por River Walk (San Antonio).

Publicado por
J. A. GONZÁLEZ (JOHNNY)
León

Creado:

Actualizado:

LAFAYETTE

LOUSIANA

Aunque hay un crucero que sube Mississippi arriba deteniéndose en las mansiones que festonean el río, nosotros cogemos la Hw. 61 directamente a Oak Alley, la mansión inmortalizada por la película Lo que el viento se llevó .

Las mansiones a lo largo del Mississippi están protegidas por diques de contención contra las periódicas inundaciones de modo que los edificios se encuentran a más de 500 metros del nivel de las aguas en esta época del año. Entre ambos un muro de tierra de 10 o 20 metros de altura.

Nos reciben unas guías vestidas de época y nos van enseñando, en la parte trasera, las casas de los aparceros, de los esclavos, de los capataces,… y los utensilios usados en el trabajo del campo antes de la Guerra Civil. Hay un olor a glicinias y a tabaco virginiano. Tomamos la casa principal al grito de «Señorita Escarlata», adelgazando la voz y unas azafatas con vaporosos vestidos largos nos reconducen a los opulentos salones, dormitorios y comedores donde no falta ni siquiera el Pai Pai en el centro de la sala para aliviar los calores de la ardiente temporada de verano.

En la fachada principal, las grandes columnas y la avenida de los Robles. Quince robles centenarios en cada flanco de la avenida sombrean un hermoso paseo que mira hacia el Mississippi, que discurre al otro lado del dique.

No es difícil imaginar en una mansión de estas características, una novia sudista con miriñaque y una magnolia en la mano, al lado de una de las columnas, despidiendo a un novio que, vestido de oficial sudista, parte a caballo para ajustar cuentas al general Sherman en alguna batalla de la Guerra de Secesión; esa guerra que supuso la destrucción de una forma de vida sustentada en la esclavitud.

Dejamos la Hw. 61 y tomamos la autovía 10 camino de Lafayette en el corazón Cajún. Cruzamos el río Atchafalaya que nace en el Mississippi creando pantanos a lo largo de sus 300 Km. hasta el mar. Nacido en el pantano (bayou) contaban los Creedence Clearwater Revival:

Deseo estar de vuelta en el pantano

Paseando con alguna reina cajún

Deseando ver un veloz tren de carga

Traqueteando hacia New Orleans

Nacido en el pantano

Born on the bayou

La carretera, en la mayoría del recorrido, discurre sobre pilares atravesando el Bayou Teche sin apenas referencias de tierra firme. Un accidente a mitad de camino de Lafayette nos tuvo retenidos durante cuatro horas con la posibilidad exclusiva de saltar el petril y arrojarse al agua del pantano, donde los cocodrilos campean a sus anchas. Barruntamos que en este país los vehículos siniestrados no se mueven antes de que aparezcan las compañías aseguradoras. Supimos después que habían chocado frontalmente dos trailer y había habido víctimas mortales.

Los cajún son los descendientes de aquél grupo de franceses expulsados de las colonias canadienses por los ingleses en el siglo XVIII, y que se asentaron entre los pantanos, lugar poco apetecido y poco visitado por aventureros con ánimo de conquista. Fundaron una colonia que llamaron Arcadia y vivieron dedicados a la pesca, al cultivo de pequeñas granjas y a la caza del cocodrilo, del que vendían sus pieles. Pieles de aligator .

También trajeron su cultura y su música. Música cajún o zydeco que incorpora el acordeón y el violín y que ha resurgido con fuerza llegando a estar nominada a los premios Grammy.

Dejamos Lafayette por la mañana para acercarnos al pantano Teche detrás del consabido dique y dar una vuelta en barco por el bayou. Las aguas se extienden entre añosos cipreses retorcidos y escasos ribazos de tierra y cañaverales. Los cipreses están cubiertos de un manto de musgo denominado musgo español o barbas del ciprés. Raíces aéreas y viejos tocones emergen del agua como restos de una antigua trampa de animales.

Al navegar al lado de un bosquecillo, un caimán se desliza por la hierba y se sumerge; Charly dice que tiene un contrato con el Ayuntamiento para asomarse al paso de los turistas. En estos bosques también hay osos negros, aunque ellos no han debido firmar el convenio o están de huelga.

Comimos en un restaurante cuyas galerías se abrían sobre el pantano. Probamos la carne de aligator (cocodrilo) que no nos gustó nada y pedimos una ración de cangrejos (etouffés ), solo que entendieron que una ración para cada uno y hemos comido cangrejos una semana. Se cocinan a fuego lento con una salsa picante con base de cayena que están que se tiran a uno.

Al anochecer fuimos a escuchar música zydeco al Blue Moon Saloon en Lafayette. Ya había intentado reservar habitación en el motel, pero era un viejo caserón de tres pisos y no tenía ascensor. Las actuaciones tenían lugar en la planta baja. En un extremo el escenario, al otro el bar y en el medio, la sala de baile. Era el mismo diseño de la mayoría de los salones de música en vivo que visitamos. El encargado y barman a la vez, había estado en Sevilla y le faltó tiempo para invitarnos.

El primer grupo «Sweet Cecilia» eran tres chicas, percusión y dos guitarras. A veces una de las chicas cogía la mandolina eléctrica; sus voces sonaban perfectamente conjuntadas. Subidas a sus botas tejanas cantaban una mezcla de música country y zydeco, alegre y marchosa, que una veintena de parejas danzaban de forma desinhibida, mientras otros tantos hacíamos corro jaleando a los bailarines.

El segundo grupo era un clásico conjunto cajún con su acordeón y su violín que empezó tocando, como no podía ser menos, el anónimo Ma Cochon a Lait (Mi lechoncito) y siguió con las canciones más conocidas de Cedric Watson.

La gente bailaba a todo ritmo, incluidas las Cecilias que habían bajado del escenario. Cuando una de ellas sacó a bailar a un tipo altísimo y desgarbado que estaba a nuestro lado y nos invitaba a Jack Daniel´s por el hecho de haber estado en Pamplona. Imaginamos que sería bailarín profesional al que hicieron corro, mientras la pareja representaba una especie de opereta bufa a ritmo cajún. Había que ver a aquél personaje desgalichao caricaturizando el movimiento del pato y arrastrando a su pareja en remolinos sucesivos de atracción y rechazo. Y la noche se puso cálida y acogedora, y se escucha aquí y allá «Buen viaje». «Que encontréis gente hospitalaria…» Y nosotros a modín, a modín nos fuimos marchando.

SAN ANTONIO

TEXAS

Al entrar en San Antonio

al entrar en la ciudad

hallarás un viejo fuerte

pero en ruinas nada más

Por la Interestatal 10, cruzando el sureste de Texas desde Lafayette llegamos a San Antonio entonando el tema principal de la película El Alamo.

San Antonio de Béjar era un puesto avanzado de los misioneros españoles en territorio comanche; después de la independencia de España quedó como sede del Gobierno de Texas, y como cruce de caminos entre el Norte y Mexico, se ha convertido en una ciudad Tex-Mex de casi dos millones de habitantes que cuando llegamos estaban echados a la calle celebrando que los Spurs, equipo local de baloncesto NBA, había ganado el primer partido de play off de la copa USA 2014 y que finalmente ganó por 4-1 frente a Miami.

La primera visita ha de ser El Alamo, las ruinas del antiguo convento y fuerte donde se refugiaron unos 200 independentistas tejanos y mejicanos y dos negros que fueron masacrados por el general Santa Ana. Tras ocho horas de bombardeo continuado lo detuvo de golpe para que pudieran dormir los cercados y tomó el fuerte sin bajas y después fusiló a todos menos a los negros. Entre ellos estaban el teniente Travis y David Crockett de Tennessee, el famoso hombre de la frontera, héroe estadounidense. Esta carnicería y el entierro de los cuerpos en una fosa común supuso una especie de catarsis para los rebeldes tejanos que se alistaron en masa al grito de «Recordad El Alamo». Un cementerio recoleto en el monasterio recoge las sepulturas de los fusilados. Al lado un nogal gigante y unas hileras de cactus.

El convento y la exposición están tan cuidados que millones de turistas visitan El Alamo todos los años.

Si uno piensa que a Béxar (San Antonio) llegó Chaval, el personaje central de la novela Meridiano de Sangre de Cormac McCarthy, un soplo de desolación te recorre entero. Como muchos de los personajes de este autor, no tiene otra denominación identificativa. Viene cabalgando lentamente desde Tennessee a lomos de una vieja mula y entra en la banda del teniente White, contratados para matar indios por el gobierno mejicano, aunque pronto amplían la dieta a todo mejicano que encuentran en su camino.

Chaval como todo el resto de los personajes, ya había conocido al violento juez Holden, sádico personaje que va siendo el matador de los distintos protagonistas de la acción, además de los mejicanos. Pasan a Méjico con su cólera a cuestas y de nuevo cruzan la frontera hacia California regresando por Arizona a Texas, completando el círculo de la vida. Chaval entonces se llama Hombre… Es una noche de alcohol y baile en un burdel de San Antonio de Béxar, Hombre sale a la letrina; el juez Holden lo sigue…

Si no fuera que nos separa tanto de nuestra ruta, hubiera querido viajar hacia El Paso y Laredo, donde algunos días se deja ver Cormac McCarthy, el elusivo escritor que escogió estos ásperos paisajes para alguno de sus libros: Trilogía de la frontera, No es País para Viejos…y es mi novelista favorito, vivo.

Curiosamente hay ciertos autores americanos que consideraron el cruce de la frontera mejicana como un paso a la libertad. Pienso en el director de cine Sam Peckinpah que vuelve una y otra vez a las películas de la frontera: La huída, Quiero la cabeza de Alfredo García, Pat Garrett y Billy the Kid…. Cuentan sus amigos que es en los pueblos mejicanos de sus películas donde encuentra el paraíso perdido. Esta búsqueda extraviada de la libertad le llevó a poner un bar de copas en Madrid.

Kerouac, en la novela En el camino, dice: «México. Al fin hemos llegado al cielo. No puede ser más tranquilo, no puede ser mejor, no puede ser nada más… «¡Auténticas chozas miserables! No es porque sean pobres. Es porque esta gente no se preocupa de las apariencias. Nadie desconfía, nadie recela…» La Beat Generation busca la autenticidad y la realidad de la vida fuera de las normas y de los convencionalismos sociales. En los bordes de la sociedad.

Comemos en el Paseo Fluvial (Riverwalk). Con el plan New Deal de Roosevelt se acondicionó el río San Antonio, que causaba tantos problemas en las crecidas, y se abrió un canal en forma de herradura que nace y termina en el San Antonio y discurre por el centro de la ciudad y a una profundidad de unos seis metros. Aledaños al canal, se sitúan tiendas, bares, restaurantes y toda una variada fauna que pasea, compra o navega por el canal en lanchas que hacen su recorrido entre arbustos, flores y tapices verticales de madreselvas.

El hotel Menger es el más antiguo y de los más majestuosos de la ciudad. Antes fue una fábrica de cerveza y el alemán que la gestionaba decidió construir un hotel para alojar a sus clientes trasnochadores. El interior está revestido con maderas de cerezo y caoba. Hay que destacar el bar forrado de maderas preciosas y en cuya barra, parece ser que Teddy Roosevelt alistó a sus Roughs Riders en 1878 para la guerra contra los españoles en Cuba y Filipinas. El enganche se hacía aquí porque quería jinetes de los que hacían el Camino Chisholm (Chisholm Trail) arreando ganado, que pasaban por ser los mejores jinetes y los más duros. Algunos de los clientes, ya fallecidos, debieron de quedar muy contentos con el servicio, pues no terminan de irse o vuelven algunas noches. Empezó siendo una camarera del hotel que fue muerta por su marido y un ranchero, Richard, que murió en el hotel, pero ahora son muchos más, lo que ha obligado a organizar todos los años una cena con fantasma (Gosh).

San Antonio, desde siempre, ha sido territorio de fantasmas y aparecidos. En el s. XVII, cuenta el «Memorial de Benavides», que una monja llamada La Dama Azul, hacía catequesis entre los indios, que se bautizaban en masa aquí y en Nuevo Méjico, según contaban los franciscanos. La Dama Azul era una monja de clausura de Ágreda, Sor Maria Jesús de Ágreda, que en un perfecto ejercicio de bilocación, realizó hasta treinta apariciones entre los indios, sin moverse de Ágreda. En fin, lo que no haga una monja española, no lo hace nadie. El Santo Oficio, que como se sabe, no creía en Dios, estuvo a punto de encausarla.

En el hotel Menger, nosotros veníamos en busca de la sombra de Robert Jonson, aquél bluesman efusivo, nacido en el Delta y que en 1936, dos años antes de su muerte, grabó en dos sesiones, una en San Antonio y otra el Dallas las 29 canciones por las que es conocido. Las míticas 29 canciones.

Robert Johnson, que como se sabe había vendido su alma al diablo a cambio de ser un virtuoso de la guitarra de blues, bajó a San Antonio porque el productor Alk Speir había montado un estudio de grabación en un salón del Menger; si bien estuvo a punto de no producirse, teniendo en cuenta que la noche anterior, R.J., que era muy sociable, sobre todo con las mujeres, a veces de otros, tuvo una pelea y terminó en la cárcel. El editor tendría que pagar la fianza si quería tener al bluesman en el precario estudio de grabación.

Preguntamos en recepción por Robert Johnson y al contestarnos que no lo conocen, le explicamos la historia de la grabación de 1936, pero si bien nos escucha con interés y toma nota, dice que es la primera vez que oye tales datos y que investigará. También nos aclara que no sabe que su fantasma se haya aparecido en alguna de las cenas. Nos dice que nos puede enseñar las suites que ocuparon el General confederado Robert Lee o el General unionista y luego presidente Ulises Grant. La oferta no está mal, pero no es lo mismo.

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