Diario de León

En el 500 aniversario de la imprenta en León

El extraño final de un impresor leonés

Era el ‘impresor católico’ por excelencia de León. Una vida ejemplar, un trabajo inmaculado. De la calle Paloma a Plegaria, en el ‘puesto de los huevos’, de la calle Nueva a la plaza de la Catedral llevó su imprenta donde editaba, sobre todo, libros y folletos religiosos. Su obituario y funeral se llenaron de eufemismos. Todo para disfrazar los auténticos motivos de su muerte

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Publicado por
J. C. Santoyo Mediavilla
León

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Durante más de treinta años del siglo XIX Manuel González Redondo fue en León el impresor ‘católico’ por excelencia. De ahí que resulten aún más enigmáticas, e inquietantes, las circunstancias que rodearon su muerte y funerales.

De su vida privada pocos son los datos que uno encuentra. Nació en León en 1816, casó con la también leonesa Regina Rodríguez Gómez, y tuvo una hija, Lucía Eladia. Con veintiuno y veintitrés años participó en los bautizos de dos hijos del impresor Pedro Juan de Lopetedi: en uno en calidad de «tío del bautizado», en el otro como testigo. Cuñado, pues, de Pedro Juan de Lopetedi, es de suponer que en la imprenta de este trabajó y aprendió el oficio que le sirvió poco después, ya con veintiséis años y recién casado, para abrir imprenta propia a finales de 1841.

Fue la suya una imprenta ‘itinerante’ dentro de la propia ciudad, que pasó de la calle de la Paloma a la de la Plegaria (en el popularmente llamado ‘Puesto de los Huevos’), luego a la calle Nueva (plazuela de la Sal) y finalmente a la Plazuela de la Catedral o Plazuela de Regla. A comienzos del decenio de los 60 contaba con los habituales negocios de imprenta y litografía, librería, papelería y encuadernación; pero no eran las artes gráficas lo único que a González Redondo le ocupaba. En su ‘despacho’ también se vendía desde agua de colonia a cera «perfectamente elaborada y bruñida», y sobre todo artículos para la iglesia, que anunciaba en la prensa: «custodias, cálices, copones, incensarios, sacras, vinageras, candeleros, cruces parroquiales, lámparas y demás».

Como impresor, dejó algunas obras ciertamente notables, entre ellas una monografía sobre Espartero y la Epigrafía romana de la ciudad de León, del padre Fidel Fita. Y fue el primer impresor que en León hizo uso del arte de la litografía, diez años antes de que los jesuitas contaran con ella en su imprenta de San Marcos. Pero Redondo fue sobre todo impresor de libros y folletos religiosos de la más variada naturaleza: novenas, catecismos, sermones, cartas pastorales, reglas y estatutos de cofradías e instituciones religiosas, impresos de todo tipo para el seminario y el obispado de León, como las bulas anuales de la Santa Cruzada y las cédulas de examen, confesión y comunión. Durante muchos años fue impresor del Boletín del Clero de León y del Boletín Eclesiástico de Astorga. De su taller salieron también cuatro periódicos de clara filiación católica: El Eco de León (1860), La Voz del Patriotismo (1868, ‘periódico independiente católico’), La Tradición (1870, ‘periódico católico’) y Las Veladas (1872, ‘revista científico-literaria, órgano de la Juventud Católica de León’).

Dejó manuscrito el Gobernador Eclesiástico que el óbito se debió «a un arrebato extravio de la razon ó enagenacion (sic)mental». En el documento se indica que el funeral de cuerpo presente ha de hacerse «sin aparato y ostentacion, sino con sencillez y humildad religiosa que son de recomendar en casos como el presente»

Falleció Manuel González Redondo el 10 de octubre de 1874, a la edad de 58 años.

No fue una muerte normal, desde luego que no. Ni fue tampoco normal el desconcierto eclesiástico que llevó a que se tardara tres días en dar sepultura al cadáver del impresor más ‘religioso’ de la ciudad. Porque fue tres días después de su fallecimiento cuando el 13 de octubre el párroco de San Juan de Regla anotaba en el Libro de Difuntos:

En la tarde del dia diez de octubre de mil ochocientos setenta y cuatro fallecio a consecuencia de un hecho producido en estado de enagenacion mental D. Manuel Gonzalez Redondo, de oficio impresor… Se dio sepultura cristiana a su cadaver con moderada pompa en cumplimiento de la orden del Sr. Gobernador Eclesiastico del Obispado...

La calle de la Paloma, uno de los lugares donde tuvo su imprenta Manuel González Redondo. ARCHIVO HISTÓRICO DEL DIARIO DE LEÓN

La calle de la Paloma, uno de los lugares donde tuvo su imprenta Manuel González Redondo. ARCHIVO HISTÓRICO DEL DIARIO DE LEÓN

La tardanza de tres días en la redacción de esas líneas encuentra parcial justificación en documento manuscrito adjunto del Gobernador Eclesiástico, fechado al día siguiente de la muerte de Manuel González Redondo, el 11 de octubre, en el que se detalla que el óbito se debió «a un arrebato extravio de la razon ó enagenacion mental», y en el que se indica que el funeral de cuerpo presente ha de hacerse «sin aparato y ostentacion, sino con sencillez y humildad religiosa que son de recomendar en casos como el presente».

«En casos como el presente»: ¿era todo ello un eufemismo, un piadoso circunloquio, para ocultar la realidad de un suicidio?, ¿qué se encubría bajo la expresión «un extravío de la razón o enagenación mental»?, ¿qué otra explicación puede haber para esos tres días de dilación en el entierro?

No tengo respuestas para tantas preguntas, porque un velo de silencio cubrió lo sucedido. Del fallecimiento de otros impresores leoneses de la época se hizo eco la prensa local, regional, y hasta nacional (como fue el caso del impresor Segundo García Pérez), pero ni una sola línea he logrado hallar sobre las circunstancias de la muerte de Manuel González Redondo. No parece sino que todo el mundo prefirió callar. Y olvidar.

La imprenta siguió alguna semana más a su nombre. Pero ya el 8 de enero de 1875 el Boletín del Clero del Obispado de León salió al público con el pie ‘Imprenta Miñon’ y una ‘advertencia’ en última página, que nada aclaraba, pero que, de nuevo, daba que pensar: «Por causas agenas á nuestra voluntad se ha retardado la publicacion de este número y del último del año de 1874 que saldrá á luz á la brevedad posible».

 

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