UN LEONÉS EN EL FIN DEL MUNDO
Rapa Nui: La isla de los colosos de piedra
A menudo nuestra imaginación se vuelve muy caprichosa y no siempre podemos complacerla; sin embargo, hay ocasiones en las que logramos acomodarnos como fieles compañeros de viaje dando rienda suelta a los sueños más increíbles junto a ella. ¡Bienvenidos al lugar más aislado y remoto del mundo! Rapa Nui «Isla del Pascua»
Podríamos comenzar este reportaje con el slogan «¡Por qué dejar volar la imaginación, si podemos ir con ella!». Más apropiado como reclamo publicitario para una línea aérea, también nos abre un espacio a la reflexión ante la posibilidad de ver cumplido alguno de nuestros sueños viajeros, entre los que muy probablemente se encuentre conocer el lugar habitado más aislado del mundo, Rapa Nui (Isla de Pascua).
Perdida en mitad del extenso océano Pacífico Sur, alejada 3.760 kilómetros de la costa continental sudamericana y situada en el extremo más oriental de la Polinesia, Rapa Nui es probablemente uno de los lugares más misteriosos y enigmáticos que cualquier viajero podría llegar a soñar.
Con una superficie aproximada de 164 kilómetros cuadrados, una longitud de 24 Kms. y una anchura que no llega a 4 Kms., acoge en su capital, Hanga Roa, prácticamente a la totalidad de la población; algo más de 12.000 almas, de las que aproximadamente el 33% son aborígenes de la isla y el resto llegados del Chile continental. Anexionada a este último desde 1888, es junto con la cercana y deshabitada isla de Salas y Gómez, una comuna perteneciente a la provincia de Valparaiso (Chile).
Igualmente conocida como «Isla de Pascua» o «Easter Island», fue también apodada, aunque tardíamente, en el siglo XIX, como «Te Pito o Te Henua» (El Ombligo del Mundo) en lengua rapanui; si bien, originariamente se conoció como «Isla del Sol Naciente», bautizada así por sus primeros pobladores llegados de Hiva (J’iva), isla que se cree perteneció a Polinesia y de la que nunca se llegó a determinar su ubicación exacta. Sus habitantes, sufridores de intensos terremotos y continuos tsunamis, terminaron finalmente por abandonarla, trasladándose a la hasta entonces desconocida isla de Rapa Nui, conducidos por su rey o «ariki henua» Hotu Matua (J’otu matua).
CURIOSIDADES DE RAPA NUI
- El árbol endémico de Rapa Nui es el «toromiro». Dado su pequeño tamaño y su escasez en la isla, fue utilizado exclusivamente para la talla de piezas consideradas sagradas y relacionadas con rituales.
- El nombre «Isla de Pascua» fue dado por el navegante holandés Jacob Roggeveen en 1722, cuando haciendo un alto en su travesía por aguas del Pacífico, recaló en la isla la víspera de Pascua de Resurrección. Esta denominación nunca ha sido reconocida por los habitantes de la isla.
- En 1985, un acuerdo firmado entre los gobiernos chileno y estadounidense (Decreto 917 de 6 de noviembre de 1985), autorizaba a este último el uso del aeropuerto de Mataveri (único en la isla), para el aterrizaje y posterior recuperación de los transbordadores espaciales en caso de emergencia. Este aeropuerto posee una única pista de 3.300 metros de longitud y 45 metros de ancho. Está considerado como el aeropuerto comercial más aislado del mundo.
- Llegados por primera vez a Rapa Nui, es fácil sorprenderse ante la gran cantidad de perros sueltos (generalmente en su capital Hanga Roa) formando grupos de varios cánidos, que si bien pueden causar cierta impresión en un primer momento, muestran un carácter dócil ante las personas. De la misma forma, a lo largo de la isla, es muy común cruzarse en algún momento con manadas de caballos sueltos trotando con cierta velocidad junto a personas y vehículos.
- Dada su ubicación, la Isla de Pascua tiene establecido un protocolo de aviso de tsunami a través del cual se hace sonar una sirena que alertaría a la población de forma inmediata cuando fuera necesario. Durante los días de estancia en Rapa Nui, no es difícil escucharla a lo largo del día, bien como prueba de su perfecto funcionamiento o con motivo de alguno de los simulacros que se llevan a cabo de forma rutinaria en la isla y en los que la población, de forma tranquila y pausada, han de dirigirse hacia las zonas de encuentro establecidas, gracias a una abundante señalización existente en la isla.
- Entre el 21 y 22 de mayo de 1960, Chile sufrió varios seismos seguidos que llevaron al mayor terremoto de su historia, de magnitud 9,5 y cuyo epicentro se encontró localizado en las proximidades de la localidad sureña de Valdivia. La intensidad del megaterremoto generó un tsunami que alcanzó a la Isla de Pascua por el Este con una ola que se adentró un kilómetro tierra adentro, alcanzando el nivel del agua una altura de más de 10 metros. La gran ola creada, acabó con la destrucción del centro ceremonial «Ahu Tongariki», el más grande de Rapa Nui, ubicado en la bahía de Hanga Nui, parte más oriental de la isla y más afectada por el tsunami. Este «ahu» acoge a los 15 moáis más representativos de la isla en la esfera internacional. Su restauración se llevó a cabo en 1991 gracias a la colaboración de diferentes expertos nacionales y extranjeros, que junto a una empresa japonesa, contribuyeron a su reconstrucción apoyados por la Unesco.
Según cuenta la tradición oral, su descubrimiento se debió a un sueño que una noche tuvo el sabio y principal sacerdote del rey, Hau Maka, en el que, encontrándose frente al Sol naciente, pudo vislumbrar la isla.
Algunos estudios científicos, al igual que el relato oral, apuntan que el primer asentamiento en la isla se produjo a través de la playa de «Anakena» en torno al año 400 ó 500 D.C., según los antiguos arqueólogos y entre el 900 y 1.100 D.C., basado en estudios posteriores.
VIAJAR A LA ISLA DE PASCUA
La única forma de acceder a ella es a través de mar o por aire. Centrándonos en este último medio de transporte por su rapidez, la única compañía aérea que opera en la isla es la latinoamericana LATAM, con un vuelo diario de ida y vuelta a Rapa Nui desde Santiago de Chile. Su duración es de unas cinco horas y media. Al tratarse de un destino doméstico, la aerolínea es más permisiva en cuanto al embarque con líquidos o diferentes productos a bordo. Es fácil ver a isleños de regreso a casa portando en cabina algunas cajas con diferentes productos.
Para los turistas, tanto chilenos como extranjeros, los requisitos de entrada son más exhaustivos:
- Previamente a la realización del viaje, es necesario cumplimentar, digitalmente, el Formulario Único de Ingreso (FUI) que da acceso a la isla, presentando la autorización una vez recibida electrónicamente, ante la Policía de Investigaciones chilena (PDI) a la llegada al aeropuerto, antes de poder embarcar; https://www.gob.cl/rapanuiprotegida/
- De no haber sido invitado previamente por un residente en la isla que se haga cargo del visitante y que lo hubiera solicitado con anterioridad, es imprescindible alojarse en alguno de los hoteles o centros de hospedaje registrados y aprobados por el Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR). Si el lugar de residencia en la isla no está autorizado por este organismo, lo más probable es que no podamos embarcar.
- La estancia en la isla para el turista no ha de ser superior a 30 días y para ello hay que conservar el documento entregado por la PDI desde que embarcamos en Santiago de Chile hasta nuestro regreso, a la salida de la isla, momento en el que también será requerido.
- Hasta el momento, viajar a la Isla de Pascua no requiere ningún tipo de vacunación previa. No obstante, antes de iniciar un viaje de estas características, es conveniente consultar la información sanitaria necesaria para adoptar las medidas oportunas.
- Es fácil encontrar consejos en Internet que animan a llevar agua embotellada o comida desde el continente dada su escasez y alto precio en la isla; si bien, lo cierto es que llegado a Rapa Nui, ésta no es la sensación, aunque no debemos olvidar que es un lugar en el que se hace necesario importar muchos productos del continente, por lo que no serán tan accesibles.
- La visita al Parque Nacional de Rapa Nui precisa de un guía autorizado, lo que requiere la compra de un ticket de entrada al mismo. Se puede conseguir a través de Internet, previamente al viaje o adquirirlo llegado a la isla. Su precio ronda los 80 euros por persona y con él se podrá visitar todo el parque acompañados de guías locales en su mayor parte, aunque también podremos visitar lugares por nuestra cuenta alquilando un vehículo, del que debemos tener en cuenta que el seguro solo cubre a terceros. Cualquier desperfecto o daño causado al vehículo de manera fortuita, correrá a nuestro cargo.
- Finalmente y tomando en cuenta que nos encontramos en el hemisferio Sur, las estaciones son diferentes, por lo que debemos informarnos de la climatología predominante en esa parte del mundo a la hora de programar nuestro viaje.
Los primeros pobladores de Polinesia y por lo tanto también de Rapa Nui, no procedían del imperio inca sudamericano, tal y como se creyó en un primer momento, sino que eran de origen asiático, concretamente del sudeste de China y Taiwan principalmente. Estas culturas asiáticas ya veneraban entonces a sus ancestros levantando piedras verticalmente, concepto éste que acabaría llegando a la Isla de Pascua mucho más evolucionado con la creación de las estatuas denominadas «moái», término en lengua rapanui cuyo significado, entre otros, viene a traducirse como «para tener» y que representaba a las personas más importantes de cada linaje en la isla. Consideradas poseedoras de un poder sobrenatural llamado «mana», cuando alguna de estas personas fallecía, se ordenaba tallar un «moái» que era trasladado desde la cantera del volcán «Rano Raraku», a una plataforma de carácter ceremonial denominada «ahu» (a’ju), donde se colocaba siempre mirando hacia el interior, de espaldas al mar y cerca de los lugares habitados, con el fin de mantener el «mana» de sus ancestros y poder preservar así la producción de recursos para su comunidad, siendo éste uno de los objetivos principales del moái.
EL TALLADO DE LAS ESTATUAS
Dado el origen volcánico de la isla, el material utilizado comúnmente para la construcción y tallado de las estatuas, era la piedra volcánica como la traquita, el basalto y la escoria roja, esta última utilizada para dar forma al «pukao», o adorno en la cabeza que representaba el cabello del moái a modo de tocado, lo que hoy podría llegar a confundirse como un gorro o sombrero.
Las primeras generaciones de estatuas eran relativamente pequeñas, entre 4 ó 5 metros de altura, si bien, en generaciones posteriores, llegaron a tamaños superiores a los 9 metros o más, alcanzando 21 metros uno de estos moái que aún se conserva en la roca sin terminar. Su peso variaba entre las 4 ó 5 toneladas los más pequeños, llegando a alcanzar las 80 toneladas los más grandes.
Una vez terminadas, las estatuas de piedra eran trasladadas desde el nicho en la cantera hasta su colocación, ya fuese en un hoyo o en un «ahu», dependiendo del tipo de moái y de la distancia que se tratara. Para ello se servían de «trincheras» dispuestas de tal forma que permitían a un grupo, más o menos numeroso de personas, conducir la estatua en una dirección determinada con la ayuda de cuerdas atadas a su estructura, con el objeto de poder balancear el moái de un lado a otro a modo de caminante. Al mismo tiempo, otro grupo (compuesto siempre por el mismo equipo que lo había tallado), intentaba sujetarlo desde su parte posterior, con más ataduras, a fin de evitar que no se precipitara por la ladera del volcán, pudiendo al mismo tiempo ir corrigiendo su dirección a través de la «quilla» o pieza sobresaliente que se dejaba en su espalda, ya que estas estatuas no se tallaban en piezas previamente separadas, sino que se trabajaban directamente sobre la propia roca de la cantera para finalmente desprenderlas o separarlas por su quilla, que era lo único que las unía a la roca madre.
La construcción del moái comenzaba siempre por el rostro, tallándolo superficialmente en un primer nivel, para continuar seguidamente con el cuerpo. Este proceso se repetía una y otra vez hasta concluir la talla con su separación de la roca.
«TANGATA MANU». El ritual del «Hombre Pájaro»
Las encarnizadas luchas entre las distintas tribus por controlar los recursos, conduce a crear un ritual (muy relacionado con el culto al dios Make Make), en el que cada líder rivalizará con el resto por la obtención de un estatus conocido como «Tangata Manu» u «Hombre Pájaro», que no siendo superior al del rey o «ariki», le permitirá gobernar la isla y sus recursos durante todo un año. Para ello ha de elegir a un hombre joven y fuerte de su propio clan, denominado «hopu», que será quien compita en su nombre. Este ritual se realizaba al llegar la primavera, en «Orongo», aldea ceremonial situada junto al cráter del mayor volcán de la isla, el «Rano Kao». Allí se reunían los distintos jefes de tribu y sus familias, exclusivamente, durante este ritual que tenía como protagonista a un pájaro conocido como «manutara» o «pájaro de la suerte», al parecer un «gaviotín apizarrado», que en esa estación llegaba del Este para depositar un huevo en uno de los islotes o «motus» cercanos a Rapa Nui, siendo este el objetivo a conseguir por el «hopu».
Junto a la isla se encuentran tres pequeños islotes: «Motu Nui», «Motu Iti» y «Motu Kao Kao» este último realmente es una formación rocosa totalmente vertical y con forma de aguja, que emerge 60 metros sobre el nivel mar, pero cuya base se encuentra a 2.000 metros de profundidad.
A los «hopus» se les aplicaba una pintura que los identificara con su tribu y distinguiera del resto; se les abastecía con comida, una cinta roja para transportar el huevo a su vuelta y una tabla de totora (un tipo de junco que se da en el profundo cráter del Rano Kao) que les mantendría a flote mientras nadaban hasta «Motu Nui», lugar donde el «manutara» deberá depositar su huevo. Previamente debían superar las estrechas y puntiagudas crestas que bordeaban el cráter antes de descender los trescientos metros de acantilado hasta alcanzar el mar. En esta primera etapa eran muchos los que se despeñaban o morían luchando contra sus rivales. Ya en el agua, debían nadar los 1.600 metros que separan a «Motu Nui» de la isla. Durante este trayecto, se sabe que muchos «hopus» fueron devorados por tiburones atraídos por la sangre de las heridas causadas durante el descenso del acantilado o por las luchas entre los propios rivales.
Finalmente, los que lograban alcanzar el motu, debían esperar días o semanas a que llegara el «manutara» y depositara el huevo. Quien conseguía hacerse con él, tenía que transportarlo de vuelta, sin romperlo, envuelto en la cinta roja atada a su cabeza, pero antes debía dar a conocer que él fue el primero en conseguirlo y no otro; para ello, gritaba desde el motu el nombre de su líder seguido de la frase «Ka varu te puoko», que en lengua rapanui significa «aféitate la cabeza», ya que el ritual obligaba al ganador a raparse el cabello y depilarse el cuerpo completamente para a continuación pintarse la cabeza de rojo y coronarse como el nuevo «tangata manu».
Seguir este protocolo a menudo se veía dificultado al no poder identificar al «hopu» como consecuencia de haber perdido la pintura de su cuerpo al contacto con el agua. Para ello, desde la aldea de Orongo, se hacía descender a un niño a través de una cuerda hecha de vegetal, hasta una cavidad en la roca desde la que podía identificar y dar fe del ganador con más claridad. Que la elección fuera de un niño y no un adulto, parece ser que era por la falta de resistencia al peso de la cuerda.
El nuevo «tangata manu», en su condición de «hombre pájaro», se convertía en el representante del dios Make Make en la Tierra y por lo tanto, en una persona sagrada.
Tras el abandono del culto a los moái, Make Make fue considerado el creador del mundo y las estrellas según la creencia rapanui y su figura se representaba adoptando la forma de pájaro; de ahí su vinculación con el ritual del «tangata manu». Según la tradicion, el «hombre pájaro» debía retirarse durante un año a una vivienda preparada para ello, junto a la playa de Anakena, aislándose del resto de personas, incluida su familia, a la que se le prohibía vivir en el mismo lugar y tampoco mirarle ni tocarle. Permanentemente custodiado por hombres de su tribu y atendido por un sacerdote, se debía a una serie de rituales entre los que cabía sacrificar tanto a rivales como a miembros de su propio clan en ceremonias en las que, según la Historia y representaciones grabadas en cuevas de la isla, se daba la antropofagia o canibalismo.
Dependiendo de su destino, el moái podía tener su base completamente recta y nivelada si su colocación finalmente era un «ahu» o bien presentar un cierto corte en la base a modo de bisel que le confiriera un ángulo de caída hacia adelante, algo que debía de ayudar mucho a la hora de desplazarlo nuevamente a otra ubicación con un movimiento de «vaivén».
En toda la isla hay 1.046 moái, de los cuales 11 son femeninos y 18 llevan «pukao». Veintidós de estas estatuas se encuentran fuera de Rapa Nui. La isla también cuenta con 300 «ahu’s», (once de ellos con orientación astronómica), que no solo servían para acoger a los moái y venerar a sus ancestros, sino que estas plataformas eran utilizadas también como centro político, de reunión social, en los rituales y funcionaban incluso como cementerios.
Los ojos de estos colosos estaban formados generalmente por coral blanco y obsidiana negra que daba forma al iris y pupila conjuntamente y solo se mantenían dentro de las cuencas oculares en ceremonias y rituales, siendo posteriormente retirados por sacerdotes encargados de su cuidado, que vivían en pequeñas casas de piedra junto al «ahu».
En toda la cantera de la que se extraía el distinto material para tallar los moái, se encuentran numerosos petroglifos y grabados en forma de «dos ojos» que a modo de sello, iban clausurando poco a poco cada porción de roca, impidiendo que se pudiera volver a tallar cualquier moái allí. Estos grabados representaban al dios «Make Make» y se cree que el propósito real del sellado de la roca no era otro que imponer el culto a este dios e ir olvidando el que se venía rindiendo hasta entonces a los moái, lo que no tardaría en llegar alcanzado el siglo XVII. Fue entonces cuando la superpoblación en la isla llevó a una gran escasez de recursos y a numerosos enfrentamientos entre los distintos clanes, que comenzaron a «botar» los moái contra el suelo, siempre con la cabeza mirando hacia abajo, con el fin de que dejaran de tener su «mana», iniciando así un nuevo culto a dioses como Make Make, Hiro, o Tangaroa.
En opinión de los arqueólogos, los moái no fueron lanzados contra el suelo violentamente, sino de forma respetuosa. Esta idea se basa en el hecho que cuando se han levantado de nuevo, no tenían la nariz quebrada, algo que hubiera sido lógico dado su enorme peso.
EL «MOÁI» DE LA REINA VICTORIA
¡Dios salve a la Reina!... Lo hemos escuchado en numerosas ocasiones haciendo referencia a Su Majestad, la reina de Inglaterra. Tal vez ¿había algo que temiera la regia británica para tener que pedir tanto a Dios por ella? Quizá nunca lo sabremos, pero lo qué sí es cierto es que el país de Shakespeare acabó llevándose una de las estatuas más importantes en la cultura rapanui, el moái «Hoa Hakananai’a», en lengua rapanui «Amigo robado».
Esta escultura, tras ser regalada a la reina Victoria, fue posteriormente cedida al Museo Británico de Londres, donde lleva exhibiéndose 150 años, tiempo en el que tanto el Estado chileno como el pueblo rapanui, no han conseguido recuperarla.
Este moái se encontraba semienterrado dentro de una de las viviendas en la aldea ceremonial de Orongo y según la tradición oral, dividía a la isla en dos partes. Es la única figura que relaciona el culto a los moái y al dios Make Make conjuntamente a través de unos grabados en su parte posterior donde pueden verse representaciones del dios pájaro y del ritual del «tangata-manu».
Hecho en basalto y sacado de la isla por marineros ingleses del barco HMS Topaze, comandado por Richard Powel en el año 1.868, fue ofrecido como regalo a la reina Victoria junto a otro moái más pequeño denominado «Hava» y su talla data entre los años 1.000 y 1.200 D. C.