Diario de León

Fútbol de salón, alma de arrabal

Diego Armando Maradona toca fondo arrastrado por una trayectoria vital cargada de excesos en la que el hombre ha sido devorado por la fama y el entorno del mito.

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MARILUZ FERREIRO | texto
León

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Diego Armando Maradona ha convertido su vida en la demostración casi científica de que a los pies de una cumbre siempre se extiende un abismo. Y, pese a todo, sus caídas no han logrado erosionar el mito en Argentina, que ha decidido recordar el fútbol y olvidar los excesos. Adorar al jugador y perdonar al hombre que se ha devorado a sí mismo. Las miserias unen su pasado profundo y su dramático presente. Sus comienzos y sus últimos días. La pobreza del niño de Villa Fiorito, un barrio al sur de Buenos Aires, y la precariedad física del paciente en estado crítico que ha ocupado la habitación 407 de la Clínica Suizo-Argentina de la capital argentina en los últimos días. El trecho que une estos dos extremos está tejido con polémica, juicios, drogas, infidelidades, fanfarronerías, parásitos y llantos. Y por el mejor fútbol que muchos recuerdan. Maradona nació en el seno de una familia muy humilde. «En Fiorito, si se podía comer, se comía, y si no, no», aseguró el astro en el libro Yo soy el Diego . La zurda divina pronto arrancó al Pelusa del anonimato del arrabal y lo expuso los escrutadores focos de la fama. Fue a los 16 años. Y desde entonces, Maradona se ha visto atrapado en sus intentos de conciliar su fútbol de salón y su alma de arrabal. Diego comenzó a ser Dios en la cancha, con Argentinos Junior, Boca y la selección. Pero el mundo evidenció pronto que no era ningún santo fuera de ella. Ni diplomático, ni contenido, ni discreto, Maradona nunca se ajustó al perfil de ídolo bien recibido en actos de la FIFA. De hecho, su cultivo de detractores procede de sus críticas a todos los estamentos oficiales del fútbol y sus dirigentes, al Papa y hasta a su amigo Carlos Ménem. Pero asegura que su primer flirteo con la coca no llegó hasta su etapa en Barcelona, en 1982. Si sus propias cuentas no le fallan, Maradona suma ya 22 años de adicción. ¿Las causas? «En Barcelona viví los momentos más duros de mi carrera: la hepatitis, la fractura...», explica en su biografía. España no fue su mejor estación de paso. Y llegaron los ataques de furia, como cuando la emprendió con los muebles de un hotel en Alicante porque no se abría la puerta del ascensor. Los rumores sobre su idilio con la droga se convirtieron en hechos oficiales en Nápoles. En 1991 dio positivo en la Liga italiana. Poco después, en abril, vivió otro de los peores momentos de su vida por lo que supuso de escarnio público. Fue detenido en una operación sorpresa cuando compartía con varios amigos una gran cantidad de cocaína en un apartamento en Buenos Aires. Estuvo detenido dos días y abochornado durante el resto de su vida. En febrero de 1994 atacó a un grupo de periodistas con un rifle de aire comprimido en su quinta de Moreno tras abandonar el Newell's. Cuatro meses después, fue su trayectoria con la selección la que cayó fulminada al dar positivo por efedrina en el Mundial de Estados Unidos. Fue sancionado con dieciséis meses de suspensión. «Fui, soy y seré un drogadicto, pero no trafico», dijo Maradona. Se sentía víctima y en 1996 intervino en la campaña Sol sin drogas junto a Ménem antes de ser internado en un centro de desintoxicación en Suiza. Pero sólo fue un paréntesis. En 1997 su cuerpo comenzó a pagar la enorme factura de la droga. Tuvo que abandonar el set de un programa televisivo chileno y ser internado en una clínica a causa de un cuadro de hipertensión. En el mismo año, dio positivo por cocaína en un control tras un Boca-Argentinos Juniors, pero no fue castigado por ello porque se retiró en esa temporada. Entonces se acabó el fútbol, pero no la coca. En enero del 2000, una sobredosis le llevó a ser internado de urgencia en Punta del Este, en Uruguay. Tras el susto, Diego inició un programa de rehabilitación en Cuba. Allí, acompañado de su representante Guillermo Coppola se aisló de su familia, sobre todo de sus dos hijas, pero no de sus demonios, que sólo exorciza en el campo. Con su carácter convertido en un carrusel, sufrió un accidente de tráfico y atacó después a tres reporteros. Su retiro cubano fracasó. Volvió a Buenos Aires y pagó más de 50.000 dólares para la manutención de una hija natural para evitar una detención. Y rompió con Coppola, al que antes consideraba su hermano, y se separó de su mujer, Claudia Villafañe, que no soportó las últimas aventuras de su marido. Tras su reciente hospitalización, la familia del Pelusa admitió que no ha sabido protegerlo de parásitos que no lo alejaron de la droga pero sí lo apartaron de su dinero. Dicen que Maradona tiene 200.000 dólares en su cuenta bancaria y un patrimonio de 7 millones de dólares entre propiedades y contratos vigentes. No mucho para la mejor zurda. Pero quizás lo explicara en su momento el Pibe: «De una patada fui de Fiorito a la cima del mundo y ahí me tuve que arreglar solo».

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