Diario de León

Guía para sorprenderse con el románico más procaz

En más de treinta iglesias medievales de Castilla y León aparecen esculpidas en la piedra diversos tipos de escenas sexuales con las que, según algunos expertos, las autoridades eclesiásticas intentaban «reprobar» el pecado de la carne

MIRIAM CHACÓN

MIRIAM CHACÓN

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PACO ALCÁNTARA | labor
León

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Escenas desvergonzadas, figuras de mujeres en posturas obscenas, onanismo, hombres mostrando su miembro viril, parejas practicando el sexo¿ No es el Kama Sutra, ni tan siquiera el catálogo de una revista pornográfica, son ejemplos de la iconografía sexual que aún se puede contemplar en pequeños templos de lo que se conoce como el románico rural de Castilla y León. El historiador Jaime Nuño considera que estas representaciones «se esculpieron para criticar el pecado de la lujuria». Teniendo en cuenta que la Edad Media era una época de pocas imágenes, «nacieron con la intención de reprobar el pecado de una forma explícita». Sin embargo, este estudioso que ocupa actualmente la Dirección del Centro de Estudios del Románico en la Fundación Santa María la Real reconoce que, «a veces, al observar toda esta iconografía parece que, más que incitar a no pecar, estimulan a lo contrario». Un paseo muy didáctico Aún no se recoge en ninguna guía turística, pero existe una ruta por este «románico erótico», que tiene representaciones en la mayoría de las provincias de Castilla y León y en el sur de Cantabria. Un viaje por los canecillos, capiteles, ventanas y portadas para descubrir la lujuria labrada en la piedra. En el norte de Palencia son bastante significativos los motivos sexuales que aparecen en las pequeñas iglesias de localidades como Matalvaniega, Cillamayor y Revilla de Santillán. «En el exterior de estos tres templos son comunes las escenas donde aparece el hombre y la mujer, uno junto al otro, desnudos. Muchas veces -continúa apuntando este especialista-, asociados a otras imágenes grotescas, lo que nos puede hacer pensar que es una admonición contra el pecado». La talla más sorprendente de este conjunto se observa en uno de los 57 canecillos de la iglesia de San Cornelio y San Cipriano, donada por Sancho IV, en 1252, al Monasterio de Santa María la Real. Una especie de «pensador» se está masturbando con una mano y con la otra se mesa la barbilla en actitud de meditar. Otra escena muy llamativa aparece en la iglesia de San Miguel de Fuentidueña, en Segovia, donde se observa a un hombre y una mujer practicando el sexo. Sorprende que el varón aparezca vestido con una capa con capucha. Es la representación del «rústico», porque en esa época, «la Iglesia mantenía que quienes encarnaban los sentimientos más bajos eran personas procedentes del campo». Una tercera escena significativa es la que se muestran en la iglesia de San Quirce, cerca de Hontoria de la Cantera, en Burgos. Con extrema crudeza, aparece un hombre presentándose desnudo ante una mujer, también sin ropa. Al lado, aparece la palabra «yo» Según Nuño, «si se considerase este comportamiento muy pecaminoso en aquella época, estaría aceptando su culpa, pero es muy improbable que alguien se incrimine en un relieve de piedra». Permisividad medieval Varios especialistas consultados coinciden en destacar que, al acercarse a estas imágenes, hay que «enjuiciarlas» con la distancia que separan los 800 años desde que fueron colocadas en estos lugares. «No podemos juzgar a los maestros que construyeron los edificios románicos con nuestra mentalidad liberal, porque el hombre medieval no tenía los mismos sentimientos y tampoco existe una constancia plena de lo que pensaba el pueblo, porque las únicas fuentes escritas de las que disponemos son mayoritariamente procedentes de la Iglesia y ahí se refleja el pensamiento de la elite». El catedrático de Historia del Derecho y jesuita Gonzalo Martínez Díez, uno de los grandes conocedores de los escritos eclesiásticos medievales, asevera que no ha encontrado ningún texto donde se condene, explícitamente, la representación de este tipo de imágenes en los edificios dedicados al culto religioso, «no existe una prescripción en el Derecho Canónico sobre tales esculturas». Este investigador, que cuenta en su amplio haber con un Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades 2005, considera que estas representaciones no pasan de ser «una especie de chiste fácil, una manifestación del humor popular de la época», y asevera que, seguramente, en ese periodo del medievo «existía una cierta permisividad por parte de la autoridad religiosa». Este experto en instituciones medievales apunta un matiz curioso, «es fácil que cuando un obispo viera estas imágenes eróticas, se encogiese de hombros y lo atribuyera a una actuación burlesca que tenía que soportar». Diversas teorías Con estas premisas, Jaime Nuño apunta otras teorías que aún circulan sobre las razones de estas tallas. Una de ellas asegura que la Iglesia promovía tener hijos con los que luchar contra los musulmanes. «Es una reflexión que no se sostiene, porque el catolicismo lo único que ha proclamado es que las relaciones sexuales están dirigidas a obtener descendencia». Además, esta hipótesis podría funcionar en el caso hispano, «pero no en Francia, Irlanda o Inglaterra, donde también se creó este tipo de esculturas y no había que luchar contra el infiel», remacha el arqueólogo medieval. Una segunda conjetura que ha circulado por congresos y reuniones científicas atribuye estas imágenes a la «libertad de los canteros, que hacían lo que les daba la gana». «También parece bastante improbable», según desvela Nuño en una ponencia que presentará a principios de agosto en el curso Poder y seducción de la imagen románica , que se celebrará en Aguilar de Campoo. «No es posible que los promotores de un edificio tan importantísimo en la época, como eran las iglesias, permitieran que los artesanos actuarán a su libre albedrío». Aún hay quien abre una tercera posibilidad, que se mandaran tallar para «reprobar el pecado», diferenciando entre el exterior de la iglesia y el interior. Fuera, las decoraciones pueden representar lo que es la cotidianidad, el pecado y el mundo. Mientras que el interior del templo está dedicado al espacio sacro. Tampoco se sostiene, según el responsable de la Fundación Santa María la Real, quien pone algunos ejemplos que echan por tierra esta suposición. En la pequeña iglesia palentina de San Cebrián de Mudá aparecen unos penes representados en los capiteles del interior; en otra recoleta iglesia la de Santiago de los Caballeros, en Zamora, en una de las pilastras que otrora sujetara el fajón de la bóveda, inmortalizaron una orgía sexual. Aleccionar Juan Carlos Martín Cea, profesor de Historia Medieval en la Universidad de Valladolid, apunta a que se trata de «un mensaje subliminal rechazando lo licencioso y el pecado, que está muy presente en la cultura de este periodo». Este especialista, autor de diversos trabajos sobre el juego en la Edad Media, afirma que la gente «no era, como parece, muy religiosa ni estaba pendiente de los asuntos divinos, al contrario, tenía un espíritu muy lúdico». Martín Cea apuesta por que las representaciones con motivos sexuales servirían, fundamentalmente, «para aleccionar y corregir los excesos, por esta razón, se exageraban al máximo». Nuño va mas allá cuando sentencia, «ni mucho menos los hombres y mujeres de la época medieval eran tan reprimidos como se piensa». La Colegiata de San Pedro de Cervatos, en el centro del Alto Campoo, en Cantabria, pero a apenas 15 kilómetros de la palentina Aguilar, es «la máxima expresión que conocemos de este tipo de representaciones», sentencia Jaime Nuño cuando explica el exterior de este templo donde se suceden las escenas erótico-sexuales. Máscaras, onanistas, bestias copulando, seres itifálicos, damas provocativas... una deliciosa e inquietante vorágine, para la cual no hay una explicación clara. Solo disfrutar sin tabúes, porque han permanecido 800 años y no se esculpieron para permanecer ocultas.

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