Diario de León

La última carta de Mario «El Poeta»

Mario Álvarez López, uno de los paseados de la fosa de Magaz, escribió en una carta a su padre el 15 de septiembre de 1936, poco antes de su muerte, que no temía por su vida porque no había pertenecido a ningún partido ni había tenido vinculaci

La carta fue remitida el 15 de septiembre de 1936 y ocupa dos cuartillas

La carta fue remitida el 15 de septiembre de 1936 y ocupa dos cuartillas

Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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El pasado fin de semana, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) abrió en Magaz de Abajo dos fosas de la Guerra Civil. Una en la que fueron enterradas once personas asesinadas. Al parecer, los diez hombres y una mujer, Gabriela Hompanera, fueron sacados de la cárcel de Ponferrada el 23 de septiembre de 1936 y paseados. Excepto dos hombres, el resto han sido identificados como vecinos de San Esteban de Valdueza, Villanueva de Valdueza, San Lorenzo y Valdefrancos. Otra en la que, al parecer hay varias personas de Cacabelos, entre ellas Manuel Martínez Alba, Ramón López Alba y un tal Mario El Poeta . Esta identificación es probable, como me sugiere su sobrina María Cristina, que vive en Estados Unidos, en un correo que me envía al conocer la noticia de la excavación de la fosa. Mario aún vivía el 15 de septiembre cuando escribió a su padre, que residía en Perú, la que sería su última carta y, según su sobrina, fue asesinado el 28 de octubre de 1936. Por la carta se deduce en la primera fecha estaba en libertad y que no temía por su vida; en ella tranquiliza a su padre «porque nosotros no hemos pertenecido nunca a ningún partido y tampoco nos hemos mezclado en nada directa ni indirectamente en estos asuntos». Ni él ni sus hermanos eran personas significadas políticamente. Mario Álvarez López no era realmente el conocido como poeta, aunque publicó un poema juvenil en El Templario , sino hijo del escritor y poeta Manuel Álvarez Juárez,, natural de San Juan de la Mata, pero vecino de Cacabelos, villa donde se casó en 1900 con Amalia López Castro, y en la que vivió hasta que, ya viudo, emigró a América en 1928. Antes de hacerlo publicó en revistas locales - El Heraldo del Bierzo, El Templario , etc.- algunos poemas de notable calidad. En Perú publicaría en 1930 un libro de viajes Por el Hemisferio Austral, con algunas notas autobiográficas. Nunca regresó a España. Allí se casó de nuevo con Concepción Aguilar, tuvo un hijo, Iván, que fue médico-militar, y en aquella tierra falleció. En España dejó a otros seis hijos de su primer matrimonio -Mario, Manuel Constantino, Arcadio, Octavio, Eva María y Emiliana; otra hija, de nombre Amalia, había emigrado a Argentina antes que él-, de los que aún vive Emiliana, que ha superado ya los cien años, pero no se olvidó de ellos. Desde América, donde ejercería la profesión de periodista y, según su nieta, de abogado, les enviaba regularmente dinero. También mantuvo una esporádica correspondencia con ellos, de la que su nieta me ha facilitado algunas cartas para la biografía que escribo sobre su abuelo. El asesinato de Mario causó en el pueblo verdadera conmoción, porque como dice en la carta que publicamos, nunca había pertenecido a ningún partido político, ni había tenido la menor actividad pública. Es más, de la misma, se deduce que, aún deplorando los sucesos terribles de aquel verano, veía con buenos ojos el alzamiento militar, al tiempo que acusa a los comunistas -en realidad, el Frente Popular- de ser los culpables de todo lo que estaba sucediendo. La carta es un documento importantísimo sobre lo que estaba ocurriendo en el Bierzo en los primeros días de la guerra. Habla de enfrentamientos en los bosques, de huidos a las montañas, de juicios sumarísimos y de asesinatos de personas bien conocidas de Cacabelos, Ponferrada, Villafranca y San Vicente. También menciona a personas presas o huidas que, por su actividad política, corren peligro, pero la mayoría de éstas Ricardo el Alvarón, (Ricardo Basante alcalde Radical-socialista, Raymundo Guerrero Felipón , César Sánchez Calúa, Alfonso Garnelo, Antonio Guerra, Jesús Marote (Médico), Félix Vázquez y Santiago Fernández el Ancarés , secretario del Ayuntamiento, lograrían salvar el pellejo, aunque algunos tras varios años de cárcel o destierro. No parece que el asesinato de Mario respondiese a razones de tipo político, sino personales, a envidias. Así, al menos, lo creían sus familiares. En el odio suscitado en aquellos días todo pudo ser posible, incluso que el simple hecho de defender a la República fuera causa de perdición, aunque no parece ser este el caso. Su hermano Manuel Constantino, escondido en el monte, fue apresado en junio de 1937. Como trabajador en las minas de Fabero fue acusado, al parecer falsamente, de la compra de armas para la revuelta de 1933. Condenado a treinta años, se le redujo posteriormente a seis de los que cumplió cinco. Manuel Álvarez Juarez emigró a América no sólo por razones económicas, sino por enfrentamientos personales con algún cacique llegado al pueblo en los años veinte, lo que hizo el ambiente de Cacabelos irrespirable, según el poeta. En el prólogo del libro que publicó en Perú, aunque de manera críptica, lo deja bien claro: «Desde entonces, dice, hubo en el pueblo odios, rencores, banderías, persecuciones y venganzas, inspiradas por él; desde entonces hubo homicidios y desgracias, y por él perseguidos fueron unos a presidio y otros al cementerio». Quizá algunos se tomaron la revancha en sus hijos. Si los restos son de Mario Álvarez, ahora podrán descansar dignamente en el cementerio de Cacabelos, con los cuerpos de sus otros compañeros de infortunio. La carta llegó al destinatario, pero fue previamente censurada; hay algunas tachaduras y borrones, aunque no entorpecen la lectura de la parte más fundamental, en la que se dan las noticias de los sucesos acaecidos aquel verano del 36 en el Bierzo. Respecto a Ramón López Alba, zapatero de 37 años, existe una partida de defunción en los libros municipales del 30 de julio de 1938, en la que se dice que murió por causa imprecisa (eufemismo para denominar a «paseados») el 28 de octubre de 1936. Debió ser enterrado entonces «por orden sumaria del juzgado superior», por lo que los restos probablemente no pueden ser de él.

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