Diario de León

La naturaleza vela los restos del convento

Vegetación, ladrillo, piedra y quietud son los ingredientes que hacen de Santa María de Nogales un lugar digno de visita

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León

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|||| Lejos quedan sus días de esplendor, de una influencia monástica que se extendía por toda la comarca hasta las mismas faldas del Teleno. Hoy los huesos de este enorme benedictino se secan al sol y entre éstos, abonados por los restos de su carne, la naturaleza ha ganado espacio, de forma que los árboles y ruinas forman un todo, por lo menos mientras las estructuras de la institución que oraba y trabajaba en este lugar puedan tenerse en pie.

Santa María de Nogales es un lugar para visitar aunque para algunos parezca no existir o pese a que, en un tiempo no demasiado lejano lo quisieran enterrar en el cementerio de la venta ignorante por el que las lápidas sepulcrales de don Suero y su esposa reposan hoy en Nueva York, y mandarlo al infierno del espolio, cuyos diablos todavía acechan las almas de arquerías y otras piezas talladas, hasta el punto de robar piedra a piedra un arco entero hace ahora dos años y medio.

Próximos a escuchar el paloteo de la fiesta de san Jorge, que se celebra el día 23, conviene decir que, además de esta fiesta de interés provincial, San Esteban de Nogales posee un monasterio en ruinas, en el que reina el silencio del campo y una paz que ansiaban para sus almas los monjes del Císter.

La tierra en la que se asientan las ruinas es un canto a la fertilidad. Hasta el punto de que se podría decir que las paredes que aún se sostienen han nacido de la tierra y echarán ramas con las que completar el resto del edifico. El río Eria se hace maduro en este tramo. Atrás deja su coraje juvenil cabreirés, para dar lugar a un fértil vega en Castrolcabón, que se prolonga luego hasta su desembocadura en el Órbigo, ya en Zamora. Frutales descuidados y otros en cuyas ramas se advierte el esmero del hortelano continúan ofreciendo sus delicias. La desamortización, que puso en manos del vulgo el terreno sacro, dio como resultado un reparto entre vecinos del pastel monacal y hoy son más de medio centenar las fincas que circundan el viejo perímetro del municipio. Algunas aún se cultiva y otras... ya se sabe, los pueblos que se arruinan, como los monasterios.

En un esfuerzo por conservar el recinto, los vecinos cedieron sus derechos intramuros al Ayuntamiento, pero conservaron los huertos logrados en el expolio de la etapa liberal.

Las ruinas de Santa María de Nogales son el premio para el que viaja a un pueblo al que hay que proponerse llegar. San Esteban no es lugar de paso. Hasta hace unos meses, sólo existía una carretera -”camino vecinal-” para llegar al pueblo desde León y otra que comunicaba con Zamora. Ahora se ha abierto otra ruta desde Alija del Infantado. Pero la fusión entre ruinas y naturaleza merece la pena.

De ladrillo

El monasterio se fundó a mediados del siglo XII. La observación de las ruinas da muestras de los diferentes estilos arquitectónicos que se usaron para construir las diferentes dependencias a los largos de los siglos de oración y trabajo. El visitante entiende normal la presencia de sillería, de la que queda poca, pero se sorprende con la cantidad de ladrillo que descubre en muchos y diferentes puntos. Éste nos lleva a los especialistas a incluir el templo en la arquitectura leonesa mudéjar, estilo del que se dan otras muestras en la comarca, como la importante iglesia de Santa Colomba de la Vega, la de Azares del Páramo e incluso el cercano y demolido -”con dinamita-” templo del cercano Castrocalbón (sólo se conservó la cabecera, aunque su arte se tapó revocando los ábsides). Alija del Infantado también se incluye en esta ruta mudéjar.

Las ruinas de Nogales impresionan por su tamaño, que lleva a inferir lo colosal de la abadía, por su tremenda quietud, que hace patente el alma del monasterio, que, como las ruinas, se resiste a marcharse al otro mundo.

Si se opta por la visita a las ruinas, conviene no acercarse a aquellos elementos que, por su mal estado de conservación, pudieran desprenderse.

Más información:

«Real Monasterio de Santa María de Nogales», de José Dionisio Colinas, editado por el Instituto Leonés de Cultura en el 2006.

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