Diario de León

23-F: Con los fusiles junto a las máquinas de escribir

El miércoles se cumplen 30 años del intento de golpe de Estado en España

El fotógrafo José Penalba, que tomó la mayoría de las fotos de la ocupación de Valencia.

El fotógrafo José Penalba, que tomó la mayoría de las fotos de la ocupación de Valencia.

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jordi ferrer | valencia
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Treinta años después de la ocupación militar de Valencia por las tropas del capitán general Milans del Bosch, algunos de los periodistas que vivieron uno de los capítulos más dramáticos de la transición repasan la intrahistoria de aquella jornada en la que trabajaron con los fusiles pegados a sus máquinas de escribir.

«Es curioso, todos recordamos dónde nos encontrábamos el 23-F», asegura un veterano periodista, «aquel día los informadores valencianos nos convertimos en los ojos y la voz de medio mundo; el referente informativo».

Si el Congreso fue el epicentro del levantamiento, las calles de Valencia se recuerdan como el escenario sobre el que se desplegó la mayor parafernalia golpista, un extenso catálogo de vehículos de asalto, ametralladoras y centenares de soldados ocuparon en pocas horas las calles y las redacciones.

Aquellas imágenes quedaron grabadas en la memoria de todos los españoles, pero quienes siguieron trabajando y tratando de recoger información recuerdan, además, varias anécdotas y casualidades que se produjeron aquel día.

A algunos, la noche fatídica les pilló en el peor momento. El diario Levante tenía previsto estrenar ese día una nueva rotativa offset. Y lo hizo. El Diario de Valencia , que tuvo que atender llamadas de toda Europa mientras la ciudad se llenaba de tanques, apenas llevaba en la calle unos días, dirigido por J.J. Pérez Benlloch. Y el entonces delegado de El País , Manuel Muñoz, había llegado a su nuevo puesto aquella misma tarde. «Nuestro corresponsal en Valencia estaba enfermo. Yo no conocía la ciudad y ni se me ocurrió salir a la calle, iba recabando información por teléfono, pero las líneas estaban colapsadas. Pensé que sería complicado que nadie conociese mi ubicación y sentí cierta seguridad», afirma Muñoz.

Aquella noche ninguna redacción escapó al control, varios militares repartieron en mano el bando de Milans del Bosch y soldados de reemplazo montaron guardia junto a los periodistas.

Vigilancia. «Creo que el resto de España no ha entendido nunca muy bien lo que fue aquella noche para los valencianos. El Congreso estaba secuestrado, pero Valencia estaba tomada por los tanques; Estábamos vigilados por soldados y sin derechos civiles. Fue una noche dramática para todos, pero mucho más para Valencia», recuerda María Consuelo Reyna, entonces subdirectora de Las Provincias .

«En EFE montó guardia un soldadito nerviosísimo al que tuvimos que tranquilizar nosotros. Recuerdo que se le cayó el cetme y las balas se desparramaron por el suelo. Todavía guardo una de recuerdo», explica Pedro Moreno, técnico de la agencia.

También recuerda que el cónsul de EE.UU., vecino de la delegación de EFE en Valencia, visitó la redacción y contribuyó a relajar la tensión al calificar el levantamiento de «golpecito».

Moreno no dejó de trabajar durante toda la noche «arreglando telefotos en varias redacciones. Todavía no sé si hice bien o mal. En las calles no había más vehículos que las tanquetas y mi coche, y temía que a algún descerebrado se le fuese la cabeza», relata.

El entonces subdirector de Radio Cadena, Alfonso Gil Albors, recuerda: «No pudimos ni coger el teléfono, teníamos a un militar a nuestra espalda constantemente».

Otros profesionales, en cambio, no necesitaron exponerse tanto para hacer su trabajo y lograr documentos que dieron la vuelta al mundo en pocas horas. Es el caso del fotógrafo José Penalba, que tomó la mayoría de las escasas instantáneas que dan testimonio de la ocupación militar de Valencia.

«Me subí a una azotea. Recuerdo el silencio, las calles completamente desiertas y la sensación de que posiblemente no publicaría nunca aquellas fotos, pero al final se vendieron a varios medios. No había muchas más», señala.

El ex redactor de TVE Emili Piera recuerda que aquel día no estaban en la delegación en Valencia ni el director ni el redactor jefe, «pero tres técnicos, entre ellos Aníbal Giménez, decidieron salir a grabar las imágenes de los tanques recorriendo la avenida del Puerto. Los coches de TVE lucían el distintivo ministerial, pero aún así los militares trataron de requisar la cinta».

«Giménez era un tío curtido, ex jefe de máquinas del yate de Onassis, nada menos, y tuvo el valor de dar el cambiazo a los militares», añade.

Entre muchos periodistas se instaló la sensación de que el golpe podía haber triunfado, dada la absoluta ocupación de la ciudad, pero después del discurso del Rey y una vez se constató la retirada militar «el miedo dio paso a la euforia», asegura Pérez Benlloch.

Antes de ese momento, explica Gil Albors, «pensamos lo peor cuando vimos a algunos particulares acercarse con comida y bebida a los tanques. La falta de información nos puso muy nerviosos. ¿A quién íbamos a preguntar si se había acabado el golpe?».

«Aquel día más que valientes fuimos inconscientes», señalan los entrevistados, y algunos también coinciden en que tras el golpe bajó el tono de libertad en la prensa, o al menos «aumentó la prudencia».

«Entonces las redacciones estaban muy politizadas, los periodistas tenían compromisos más definidos y no había complicidad entre nosotros», advierten estos periodistas, quienes prefieren no recordar a quienes «se pusieron a las órdenes de los golpistas».

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