Las calculadoras afinan para el 22-M
PSOE y PP encaran la recta final hacia las elecciones con pensamientos diferentes; los socialistas viven la cita con una sensación agónica y los populares con temor a que las encuestas no se hagan realidad
Se acerca el día. El martes entra en vigor el decreto por el que se convocan elecciones a los más de 8.000 municipios que hay en España. Será el pistoletazo de salida de una carrera que terminará el 22 de mayo en las urnas y que se prevé agónica para el PSOE. Un análisis de los últimos comicios permite derribar con facilidad el mito de que este tipo de citas sirven para anticipar el resultado de las generales, que desde principios de los noventa se celebran un año después. Pero eso no quita para que algunos elementos -como la participación o el reparto de poder en las grandes ciudades- ofrezcan buenas pistas de lo que vendrá. Y los socialistas tienen motivos para estar preocupados.
La pérdida de voto urbano inquieta desde hace ya mucho tiempo en la sede de la madrileña calle Ferraz. Se ha convertido en un problema crónico que puede apreciarse con una mirada rápida de sus resultados históricos. Los últimos datos a mano -"los de las europeas del 2009-" fueron demoledores. De 61 ciudades de más de 100.000 habitantes sólo ganó en 21. Tampoco es que sirva como referencia infalible porque el electorado socialista es más abstencionista que ninguno y la elección de europarlamentarios no suscita precisamente mucho interés. Pero los dirigentes socialistas confiesan que no esperan nada bueno. «Los ciudadanos están deseando darnos una patada», admite un dirigente con peso orgánico.
No es, claro, el mensaje oficial. El secretario de política municipal del partido, Antonio Hernando, asegura que sus previsiones son mantener los resultados donde se gobierna y conquistar, además, cinco plazas al contrincante: Huelva, Guadalajara, Cuenca, Valladolid y Salamanca. No reconoce lo que indican encuestas tanto de organismos públicos como de entidades privadas: que el PSOE puede perder por primera vez en democracia la ciudad de Barcelona, que pasaría a manos de CiU, y además quedarse sin Sevilla que, para los exquisitos, puede considerarse la única gran capital de provincia en sus manos desde el 2007 -ya se sabe que los socialistas catalanes son sólo, cuando conviene, el «partido hermano»-.
En puridad no es así. Todo depende de lo que se considere «gran capital». De las diez mayores ciudades, además de las dos citadas, Zaragoza, Las Palmas y Palma de Mallorca están gobernadas por alcaldes socialistas. Madrid, Valencia, Málaga y Murcia por regidores del PP y Bilbao por el incombustible Iñaki Azkuna, del PNV.
La dirección nacional del PP, por su parte, da por hecho que el pleno en las principales urbes españolas será casi total si se cumplen las encuestas. Repetirán allí donde ya gobiernan y aseveran que Las Palmas y Palma de Mallorca «están al caer». Además, están dispuestos a apoyar a CiU para propiciar un «cambio útil» en Barcelona. «Si el PSOE pierde Barcelona y Sevilla, la sensación será de derrota clara», comenta un portavoz.
¿Por qué es más indicativo del estado de ánimo general lo que se decida en este tipo de núcleos urbanos? Porque en los pueblos y las pequeñas ciudades, los alcades son personajes cercanos con los que, generalemente, existe un contacto más o menos directo y eso hace que las siglas pasen a ser un factor secundario. Pero en municipios de mayor tamaño, el votante suple la falta de conocimiento personal del candidato con su confianza en el partido que lo avala.
¿Batacazo? Bajo este prisma, cabe intuir un batacazo socialista. En Andalucía, el PSOE conservaba(gracias a IU) Sevilla, y Jaén y estaba con la coalición de izquierdas en el gobierno de Córdoba. Puede quedarse sin nada, salvo Jerez (que no es capital pero sí una ciudad imporante). Hace cuatro años, el PP fue la lista más votadas en todas las capitales andaluzas, pero sólo gobernaron cinco plazas. En Génova saben que es el todo o la nada, sobre todo en aquellas ciudades donde PSOE e IU sumen. En Cataluña, están en riesgo además de Barcelona, Badalona, Gerona y Tarragona. En el País Vasco, aspiran a retener San Sebastián bajo el bastón de mando de Odón Elorza, y con más dificultad, Vitoria.
En Valencia, el panorama es casi monocolor. Elche resiste al asedio popular, pero nadie discute que Rita Barberá y Alberto Fabra aumentarán su diferencia en Valencia y Castellón, respectivamente. En Galicia, en cambio, la cosa no pinta tan mal. Los pactos con el BNG y las dificultades del PP para obtener mayoría absoluta en los principales núcleos urbanos le blinda de perder poder territorial.
Son ejemplos de cómo pueden salir las cosas. Pero los partidos estarán también atentos al mapa de las 38 diputaciones -"otro de los grandes objetivos del PP-" y de las autonómicas, que se celebran el mismo día 22.