Diario de León
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Opinión | Alberto Ruiz-Gallardón

ministro de justicia

Con cerca de noventa años y después de más de seis décadas de servicio público es indiscutible que Manuel Fraga acumulaba un profundo conocimiento sobre la España en la que convivimos. Su pérdida deja un gran vacío en todos los que en él identificábamos una determinada forma de estar en la política. Sin embargo, nos queda su vasto legado, que se extiende a numerosos ámbitos de nuestra vida política. De hecho, la biografía de Fraga ofrece una multiplicidad de perfiles que lejos de ser contradictorios, son complementarios. Esa acumulación de experiencias que es la vida, en el caso de don Manuel se convertirá en un equipaje siempre puesto al servicio del progreso. Nunca podremos entender todo lo que significa su figura si nos limitamos a valorar aisladamente las etapas que suman su larga trayectoria

El brillante opositor, el ministro que emprende una apertura del régimen —que hoy nos puede parecer tímida pero que en su tiempo algunos consideraron excesiva—, el político sin complejos que no tiene reparos en presentar a Carrillo en un foro de debate, el líder que incorpora a la derecha a la Transición, el jurista que participa activamente en la elaboración de la Constitución, el estadista que se suma al consenso que hizo posible su aprobación, el líder de la oposición que se enfrenta a un PSOE hegemónico, o el incansable presidente de la Xunta que construirá una nueva realidad para Galicia son todos un mismo hombre. Eso sí, un hombre siempre abierto a los nuevos tiempos, y que es consecuencia de sí mismo. Ese bagaje es el que permitirá a Fraga, durante los dieciséis años que estuvo al frente de la Xunta de Galicia, demostrar cómo es posible hacer compatible una cierta idea de España con el pleno desarrollo del Estado autonómico. Tuvo la oportunidad de llevar a la práctica ese innovador concepto que recoge la Constitución de la que él mismo fue ponente. Al mismo tiempo, con esa actitud demostró que el Partido Popular era un eficaz promotor de las Comunidades Autónomas como instituciones al servicio del progreso de los ciudadanos. La revitalización del Año Xacobeo, el fomento del Camino de Santiago como ruta cultural de carácter europeo, la mejora de las infraestructuras, la modernización de las comunicaciones, o la confianza y colaboración con la sociedad civil a hora de promover proyectos compartidos son iniciativas presentes en todos sus mandatos y conforman un estilo propio de gobernar en el que no hay sitio para la lamentación. Consciente de que el mundo no se acaba en Finisterre y de que nada sirve permanecer ajeno a la realidad en que se desenvuelve la Galicia del siglo XXI, tendió puentes con su entorno más inmediato. De esta forma, consiguió que su irrenunciable galleguismo, la activa defensa de los intereses de su tierra, junto al desarrollo económico y social que supo imprimir a toda Galicia, contribuyeran al progreso del conjunto de España. Precisamente porque no concebía a Galicia y España como realidades excluyentes supo entender y servir a ambas

Resultado de esa rica trayectoria que es fruto de las diversas responsbilidades que afrontó, de Manuel Fraga nos queda una cierta idea de España. Un concepto amplio e integrador que, gracias a su inagotable energía, supo llevar a la práctica, brindando a todas las comunidades autónomas un modelo de desarrollo y concordia por el que transitar todos juntos.

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