Diario de León

¿Por qué?

Familias y sindicatos exige explicaciones sobre las causas del accidente

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maría j. muñiz santa lucía de gordón
León

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Miles de personas despidieron ayer en el polideportivo de Santa Lucía de Gordón a los cinco mineros leoneses fallecidos el lunes en el escape de grisú del Pozo Emilio de la Hullera Vasco leonesa, mientras la localidad asturiana de Pola de Lena acogía el adiós a la sexta víctima mortal del accidente. Una misa de funeral presidida por los cinco féretros y oficiada por el obispo de León, Julián López, acompañado de una veintena de sacerdotes, precedió al traslado de los cuerpos de los mineros a sus localidades para recibir sepultura.

Una sobrecogedora contención, dolor compartido y una esforzada serenidad presidieron la celebración. «Esta es la dignidad de los mineros», repetía uno de los cientos de gordoneses que acompañaron a la familia minera.

Contención también en las lágrimas de los compañeros de la mina, que intercambiaban abrazos sin palabras. En el interior del polideportivo miembros de Protección Civil y Cruz Roja atendieron permanentemente a las familias. Sólo los aplausos a la entrada y la salida de los féretros, y un «¡Vivan los mineros!» tras cantar al final un tímido Santa Bárbara, rompieron el silencio de la celebración.

La emoción se desbordó tras la misa, cuando las familias de Manuel Moure, Antonio Blanco, Juan Carlos Pérez y Orlando González (fallecidos junto con José Luis Arias) se aferraron a los ataúdes y se fundieron en largos abrazos. Todo lo demás fue respeto hacia los fallecidos y recuerdo para los heridos, presentes en un ambiente presidido por el dolor y la pérdida, pero también por la rabia.

Julián López reconoció la dificultad para «encontrar palabras» ante las muertes inesperadas, pero aseguró que todos los leoneses están desde el lunes con las familias de «estas seis vidas brutalmente rotas». El obispo de León reivindicó el papel del carbón en la economía leonesa y reivindicó que «el futuro de la minería no se vea afectado por este drama».

Recordó también «la fragilidad del ser humano frente a las fuerzas de la tierra, aún no controladas por la tecnología», que han causado un accidente «que nos ha hecho revivir la tragedia de 1952, cuando el grisú se llevó por delante a nueve trabajadores». Lamentó el adiós a «jóvenes llenos de proyectos e ilusiones» y «el desconcierto y la inseguridad en las que quedan sus familias». Por eso concluyó su homilía pidiendo «no dejar solas a las familias, que estén acompañadas siempre de manera solidaria y efectiva».

Una compañía que ayer se hizo efectiva en Santa Lucía de Gordón desde primera hora de la mañana, cuando cientos de coches inundaron la localidad, mientras una interminable hilera de personas subía las calles hacia el polideportivo.

Mineros del resto de las cuencas de la provincia traladaron también el pésame del sector a los trabajadores de la Hullera Vasco Leonesa, que llevaron a hombros los féretros de sus compañeros conteniendo apenas la emoción.

El dolor de las familias estalló ante la partida de los coches fúnebres. Difícil contener las lágrimas ante la impotente petición de una de las viudas: «Vuelve conmigo».

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