Diario de León

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j. antonio guerrero | madrid
León

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Cuánta carga simbólica adquiere hoy esta fotografía, la última de Adolfo Suárez, que también recoge su último encuentro con el Rey en vida. Esa imagen resume con la belleza de la sencillez el postrero abrazo de España en la marcha a la eternidad de su primer presidente democrático tras la dictadura franquista. Miro esa foto con la nostalgia de ver los abrazos que millones de españoles querrían dar al hombre que los reconcilió, así como los que Suárez, a quien las gratitudes y los reconocimientos le llegaron tarde, dejó de recibir en vida. La historia de esa instantánea es de sobra conocida. Se la hizo su hijo, Adolfo Suárez Illana, que no quiso sacarle de frente, en el jardín de su casa el 16 de julio de 2008. El alzheimer ya le había robado la memoria. Tenía 75 años y aunque no lo supiera, el Rey acababa de imponerle el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro, la máxima condecoración de la Corona española, un galardón cargado de leyenda que se remonta al siglo XV y que distingue a los grandes entre los grandes. Suárez no recordaba nada, tampoco sabía que era el Rey quien le echaba el brazo por el hombro. Cuenta Fernando Ónega en su libro Puedo prometer y prometo (mis años con Adolfo Suárez) que Suárez le preguntó a don Juan Carlos: «¿Tú también vienes a pedir dinero?». Pero aquel hombre alto y trajeado le cayó simpático y le dijo de dar un paseo. Fue su última conversación con el Rey, que nunca dejó de interesarse por su salud. En el instante en el que los dos protagonistas más importantes de la Transición paseaban por el jardín, el hijo de Suárez tomó una fotografía histórica. Fue portada de numerosos diarios y mereció el premio Ortega y Gasset de periodismo. Una foto. Una sola foto en la que un hombre recibe el cariño de un viejo amigo, casi de un hermano...

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