Diario de León

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Los comentarios de Cañete hacia Valenciano enmudecen a los populares

El debate se posiciona en el terreno que el PSOE cree que le es más favorable .

Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano, momentos antes de iniciar el debate el jueves.

Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano, momentos antes de iniciar el debate el jueves.

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ramón gorriarán | madrid
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Miguel Arias Cañete abrió un boquete en la campaña del PP de inciertas consecuencias electorales. Su comentario despectivo hacia Elena Valenciano por su condición de mujer tras el cara a cara que mantuvieron el jueves por la noche en televisión desató una avalancha de críticas de todos los partidos, salvo del PP, que se encerró en un incómodo silencio. El debate político dejó de girar en torno a las herencias recibidas, la crisis y la economía, y se trasladó al terreno de la igualdad, el escenario que el PSOE cree más favorable para sus intereses y el que los populares menos desean.

El candidato popular vino a decir que no se empleó a fondo durante el debate con la socialista porque un duelo verbal con una mujer «es muy complicado» ya que «si haces abuso de superioridad intelectual parece que eres un machista que está acorralando a una mujer indefensa». Otra cosa, agregó, hubiera sido si al otro lado de la mesa hubiera estado Alfredo Pérez Rubalcaba, con el que «nos podemos decir todas las barbaridades», pero con Valenciano «si soy yo mismo, me temo» pues «entraría a matar». Cañete atribuyó ese supuesto ejercicio de contención a que es «muy espontáneo» y «a veces» no es «políticamente correcto».

El ex ministro de Agricultura había confesado a su círculo más cercano antes del cara a cara que su principal temor era soltar un exabrupto a la candidata socialista porque sabía que podía perder los papeles en algún momento. Su preocupación no era infundada porque en otra campaña electoral, la de las generales de 2008, desató otra polémica por unas palabras despectivas hacia los inmigrantes y su presunta baja cualificación laboral, no como «aquellos camareros maravillosos que teníamos, que le pedíamos un cortado, un ‘nosequé’, mi tostada con crema, la mía con manteca colorada, y a mí uno de boquerones en vinagre, y venían y te lo traían rápidamente y con una enorme eficacia».

Pero los socialistas, detrás de la pública indignación, están satisfechos. Para ellos no cabe duda de que Valenciano fue la vencedora del debate -más de un centenar de afiliados y voluntarios de la campaña le recibieron el jueves por la noche en la sede de la calle Ferraz de Madrid como si hubiera ganado las elecciones- pero si quedaba alguna duda las palabras despectivas de Cañete la despejó. La satisfacción en la dirección del PSOE obedece a que el candidato del PP, a su juicio, ha situado el debate electoral en el terreno más favorable para Valenciano, el de la igualdad entre hombres y mujeres.

En el PP se encerraron en un férreo mutismo. Sólo algún dirigente se atrevió a decir que su candidato «no estuvo afortunado», pero la callada por respuesta fue la tónica dominante.

Desde el Gobierno también guardaron silencio. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría se escudó en que estaba obligada «a la neutralidad» en una campaña electoral, pero recordó que ella también atesora «un historial de haber oído determinadas cosas» hacia su persona «y nadie dijo nada».

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