Diario de León

EL CONFLICTO CATALÁN

Rajoy advierte a Mas de que no negociará su «viaje a ninguna parte»

El jefe del Ejecutivo sostiene que el 9-N demostró que los independentistas son minoría.

Rajoy durante la intervención en el acto de su partido

Rajoy durante la intervención en el acto de su partido

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nuria vega | barcelona
León

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«¿Qué es hacer política? Oye, yo llevo 34 años, algo habré aprendido». Era su primera visita a Barcelona tras la consulta del 9-N y Mariano Rajoy convirtió su discurso en una reivindicación de sí mismo, en una defensa cerrada de su forma de actuar y gestionar el conflicto con Cataluña. Pero no planteó nada nuevo. Muchas son las voces que reclaman al presidente mano izquierda para hacer frente al reto soberanista. Lo exige la Generalitat, lo demanda la oposición y lo han llegado a echar en falta algunos sectores dentro del PP. Pero el jefe del Ejecutivo no sólo se mantuvo en el mismo lugar que en los últimos meses, sino que elevó el tono ante Artur Mas, al que advirtió una vez más de que nunca negociará sobre «la igualdad de los españoles y el cumplimiento de las leyes y resoluciones del Tribunal Constitucional».

La distancia, por tanto, parece insalvable porque la celebración de la consulta indignó al Gobierno tanto como a la Generalitat la querella de la Fiscalía contra Mas y sus dos consejeros. Pero quienes esperaban este fin de semana una rectificación de rumbo o, al menos, algún giro en el relato del jefe del Ejecutivo se toparon con un presidente que aterrizó en Cataluña para apuntalar sus argumentos. «No vengo a improvisar un discurso ni vengo a decir nada que no haya dicho antes», avisó de entrada. Y cumplió.

Rajoy contó su «versión» de lo ocurrido, que, a su juicio, es un dechado de «cordura y prudencia» y el fracaso «en toda regla» de Mas. «No llegamos al nivel de inteligencia y de sofisticación de otros, pero el hecho cierto es que la gran operación de propaganda internacional que algunos tenían preparada para el día 9, y que yo conocía, se vino abajo sin ruidos y sin estrépito, y ese fue el gran fracaso de la operación del 9-N», concluyó. Que dos de cada tres catalanes no fueran a votar es, para Rajoy, la prueba de que Mas «ha perdido el tiempo» en «un viaje a ninguna parte». Un periplo que comenzó aquel día de 2012 en el que el presidente catalán «se fatigó», según el jefe del Ejecutivo, y decidió adelantar las elecciones. Perdió entonces por el camino 12 escaños de los 62 que tenía y no logró la «mayoría excepcional» que había solicitado para su plan soberanista. Aún así, todo acabó desembocando este mes en una votación que, asegura Rajoy, fue un «simulacro de escandalosa parcialidad» y la evidencia de que «catalanes son muchos; independentistas, muchos menos».

Rajoy, siempre que puede, insiste en la pluralidad de Cataluña y trata de encajar el proyecto del PP en un complicado entramado político en el que los suyos van perdiendo apoyos día a día. «Nadie tiene derecho a hablar en nombre de todos», sentenció, «este no puede ser un país de listas únicas, partidos únicos y políticas únicas al servicio de una única causa; por favor, un poco de respeto a Cataluña».

Su objetivo es ir ganando terreno al discurso del independentismo que, lejos de enmudecerse, se ha ido extendiendo en los últimos años hasta monopolizar los mensajes que llegan desde Cataluña. La dirección del PP da por hecho su retroceso, pero está segura de que los planteamientos del jefe del Ejecutivo los entiende la mayoría de los españoles -otra cosa es los catalanes-. Los entiende y los respalda. Y eso es vital a un año de las elecciones generales. La defensa de la unidad de España, explican fuentes del PP, es uno de los pilares básicos que los populares tratan de fortalecer cuando se desmorona su discurso, debilitado por los casos de corrupción y la percepción social de que la incipiente recuperación económica no termina de llegar a la calle.

Por eso, Rajoy vende frente al «desgobierno» de CIU, la «estabilidad política» del PP. Y su hoja de ruta pasa por los cinco puntos conocidos y explicados en el Congreso y en el Senado, y que se resumen en reformas a nivel nacional, apoyo a la Cataluña para luchar contra la crisis y garantizar los servicios públicos, y no dar a elegir a los ciudadanos entre ser catalanes o españoles. Esa es su «política de la buena» para responder al desafío independentista, decía ayer el presidente.

«Esto es lo que yo voy a hacer siempre que me apoyéis», expuso con tono de arenga a los suyos. Porque Rajoy no sólo afronta los envites de Mas cuando plantea un referéndum o elecciones plebiscitarias, cuyo significado afirma desconocer el jefe del Ejecutivo. También debe calmar los ánimos internos en un PP catalán que el 9 de noviembre se sintió «desamparado» al ser testigo mudo de que 2,3 millones de catalanes votaban tras meses garantizando que no habría consulta.

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