Diario de León

Secretos, mentiras y una llamada al 112

La primera semana del macrojuicio ‘descubre’ una misteriosa relación amorosa de Triana como coartada del teléfono prepago y se cierra con la incógnita de la voz de emergencias.

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Ana gaitero | león
León

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El macrojuicio por el asesinato de Isabel Carrasco cumple su primera semana sumando misterios, y emoción, a la rocambolesca trama que adereza la crónica negra más sonada de León.

Un crimen resuelto, pero con muchos cabos sueltos. Los interrogatorios a las tres acusadas, Montserrat González, Triana Martínez y Raquel Gago, se han cerrado con muchas respuestas sin contestar, pues sólo Raquel Gago se expuso a todas las partes. Y, por si había poca intriga, el testimonio del policía jubilado, testigo principal del caso, queda en entredicho.

El derecho a no declarar «es un derecho constitucional», como remarca el magistrado presidente, Carlos Álvarez, a cada una de las acusadas. «Incluso pueden mentir en su derecho a defenderse», recordó al jurado el fiscal jefe de León, Emilio Fernández, al frente del caso.

Sobre estas premisas se inició la puesta en escena para seducir a los cinco y cuatro mujeres que tienen que emitir un veredicto el próximo 17 de febrero. El detalle más insignificante puede ser trascendente.

La autora confesa de los tres disparos que acabaron con la vida de la presidenta de la Diputación se despacha con mutismo y solo contesta a su abogado, que la interrumpe constantamente y casi llega a representar el papel de malo con su propia defendida. La madre es la primera en sacar el episodio del supuesto acoso sexual de Isabel Carrasco a Triana Martínez.

Ella lo supo desde el primer día. «Me lo contó y me dijo que salió corriendo», subrayó. No hubo lugar para preguntar si un asunto de esa índole no lo comentó nunca con su marido, ni en la declaración a la policía, ni en el juzgado hasta un año después. Ella sabía el ‘secreto’ y no dijo nada.

Los secretos son una constante en este crimen que costó la vida a Isabel Carrasco, pero cuyas acciones, recalcó la abogada de su hija Loreto Rodríguez, no deben ser juzgadas por el tribunal popular. Ese es otro tema.

Triana es el centro de atención. El crimen se comete por Triana. Por el bienestar de Triana, por el futuro de Triana. Era «la Carrasco» o su hija, dice Montserrat. Las tres mujeres forman un triángulo en la sala como supuestamente lo formaron el día del crimen a ojos de las acusaciones. Romper ese triángulo es la misión de las defensas, que quieren exculpar por completo a Triana y a Raquel y sacar a Montserrat con una condena de 7 años, 6 meses y un día de prisión.

Para ello intentan desmontar todas las pruebas o al menos dejarlas reducidas a la categoría de indicios, de manera que los jurados tengan serias dudas a la hora de dar por probados algunos episodios clave.

Es el motivo de que otro secreto haya sido desvelado. Triana asegura que tenía una relación de Triana amorosa que no conocía nadie para justificar el teléfono prepago, un Nokia básico, con el que llamó a Raquel Gago en dos ocasiones: en abril de 2014 y el 12 de mayo de 2014 tras cometerse el crimen.

Si madre e hija presentan una estrecha unión, gustos parecidos y una complicidad en sus vidas, entre las dos amigas se repiten algunos hechos. Raquel Gago también tiene una relación secreta desde hace 16 años con un hombre casado, argumento que, desde los primeros días de la investigación, vino a invalidar la tesis de que su móvil era una relación pasional con Triana Martínez. Las pasiones toman la sala de vistas, acaparan la atención. La intimidad sale al escenario del juicio de una manera descarnada: «Isabel se acercó a oler mi perfume y me besó, me entró...», repitió Triana Martínez para explicar el motivo de la persecución de la presidenta del PP hacia ella.

Pero sin duda, otro de los momentos cumbre de la primera semana del juicio fue la carta que se guardaba la defensa en la manga para intentar desacreditar al testigo héroe, cuya intervención propició la detención de Montserrat González y es crucial a la hora de determinar que la madre no tiró el bolso con la pistola al garaje, sino que se lo entregó a su hija. Este detalle, entre otros, implican a Triana como cooperadora necesaria.

Testimonio que quedó en entredicho al sacar la defensa una grabación del 112 que el policía jubilado no reconoce, pero su esposa sí. Y lo cierto es que en el informe policial Pedro Mielgo declaró que empezó a seguir a Montserrat a los 20 pasos «a la vez que llamaba al 112 para informar de lo sucedido».

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