Diario de León

LIDIA VALENTÍN . PRIMERA CAMPEONA OLÍMPICA DE HALTEROFILIA en españa

«Voy a luchar para que se me devuelvan medallas y premios»

Tres medallas. La berciana Lydia Valentín era una adolescente cuando recibió la llamada más esperada de su vida: entrenar para convertirse en deportista de élite. Quince años después ha hecho historia para el deporte español y la halterofilia. Es la primera en subirse a un podium olímpico con el bronce de Río y recibe con retraso oro y plata de Beijing y Londres

sara campos

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ana gaitero I camponaraya

■ ¡Camponaraya! es uno de sus gritos de guerra cuando compite. Le sale sin darse cuenta. Lleva 15 años fuera de la tierra, pero está enraizada fuertemente al lugar donde creció y empezó, siendo una cría, a practicar halterofilia. Se ha colocado la primera a nivel mundial. Levanta 75 kilos como si fuera una pluma porque su deporte no es solo cuestión de fuerza: la técnica y el estado mental son decisivos.

La reina de las pesas acaba de ser propuesta por su ayuntamiento para Princesa de Asturias, pero ella ya ha hecho historia.

Ha ido a tres juegos olímpicos y de los tres ha traído medallas, aunque el oro y la plata se las han reconocido con ocho y cuatro años de retraso. Una situación insólita. Nunca había ocurrido. No pudo subirse al podium hasta Río, por un bronce que le supo a oro.

A Lidia Valentín siempre le gustó ser diferente. Y lo ha conseguido a base de sacrificio y renunciando a muchas cosas pero nunca a sus señas de identidad. Detrás de su sonrisa afable se esconde una fuerte personalidad. Y debajo de sus músculos una sensibilidad irrenunciable. Defiende su feminidad, no con uñas y dientes, sino disfrutando de todo lo que le gusta sin ponerse cortapisas. «Viva el powerpink», suele decir. Ha transformado el rosa en su talismán y aliado. «Me da suerte», asegura.

—¿Lidia o Lydia?

—Mi nombre real es Lidia. De pequeña lo vi en algún sitio con ‘y’, me gustó y lo empecé a escribir así. En el pasaporte viene las dos con ‘i’ latina pero mucha gente lo escribe como yo... Hay un poco de caos. Realmente soy las dos: Lidia y Lydia.

—¿Cómo le gusta más?

—A mí, Lydia.

—¿Por qué?

—Porque es un poco diferente y siempre me han gustado las cosas diferentes.

—¿Ha pensado en cambiarlo?

—Sí, me lo cambiaré pero si hay que hacer mucho papeleo es algo secundario. A lo mejor cuando tenga tiempo me lo cambio.

—Tan diferente que practica un deporte diferente y se ha colgado tres medallas olímpicas de un golpe, algo que no había pasado nunca.

—No había pasado nunca, me sorprende, estoy feliz porque, se ha tardado, pero es justicia. Y me siento como tal: subcampeona olímpica en Beijing, campeona en Londres y medalla de bronce en Río. Las otras fueron descalificadas porque jugaron con trampas y con ventaja...

—¿Cuál es la más valiosa?

—Las tres, obviamente, pero la última la tengo más reciente, ha sido hace 15 días, me he subido a un podium olímpico por primera vez y he tenido más expectación. Lo he vivido muy intensamente. Probablemente sea esta última la más especial para mí. Es la que menos valor tiene porque es un bronce, frente a un oro y una plata, pero la alegría que sentí al subirme al podium, al saber que estaba haciendo historia porque ningún español, ni chica ni chico, se había subido antes al podium olímpico en mi deporte. Me hizo muy feliz.

—Y le supo a oro.

—Sí, dije que es un bronce que me sabía a oro porque el año pasado tuve una lesión un poco complicada. Me dan un tiempo para recuperación, intentamos que me recuperara antes, fue complicado y lo pasé realmente mal porque no sabía si iba a llegar a Río. Así que poder llegar y estar luchando por una medalla era lo máximo. Sé que no estaba al 100% pero aún así me subí al podium. Dije que me sabía a oro porque sé lo que tuvimos que hacer: adelantar procesos que de forma natural llevan un tiempo.

—Si en 2008 hubiera sido reconocida como medalla de plata y en 2012 como oro, ¿su vida deportiva hubiera sido diferente?

-Claramente sí, la calidad de entrenamiento, los recursos, la posibilidad de ir a concentraciones... No es lo mismo entrenar con medalla olímpica que sin tenerla. No tienes tantos recursos económicos y aunque hemos tenido que trabajar a la sombra hemos llegado a Río. Éramos campeones olímpicos sin saberlo. Por las tramposas...

—¿Siente que le han robado?

—Claro, sí me han robado.

—Se dice que el deporte representa los mejores valores de la sociedad, pero a la vista está que también los peores. ¿No?

—Esto es una situación puntual. Quiero pensar que yo hago deporte con la base que me han inculcado: los valores del deporte y del olimpismo. Obviamente ahí no se concibe el dopping, se concibe el trabajo duro y horas y horas de dedicación a lo mismo y de tener que dejar muchas cosas atrás por seguir tu camino.

—¿Que no se asocie dopping con deporte?

—Obviamente se asocia al deporte, pero lo veo muy feo. Pero hay que pagarlo, pillar a las tramposas y que se vayan. La persona que se dopa está dejando de respetar al espectador, a su país, a sus compañeros y a la gente que compite contra ella. Cuando un deportista se dopa deja de ser deportista y su deporte deja de ser deporte.

—¿Qué les diría a la cara a quienes le han robado?

—Nada, no les tengo nada que decir. Allá cada una. Ahora sigo con mis entrenamientos y lo que quiero es que se me devuelvan esas medallas y estar en el sitio que realmente corresponden que es mi casa.

—La compensación económica, ¿también la reclamará?

—Voy a luchar para que se me devuelvan esas medallas y el premio.

—Ciudadanos ha tramitado una iniciativa parlamentaria para que le compensen económicamente la ‘pérdida’ de esos premios. ¿Están tardando en contestar?

—Todavía no sabemos muy bien lo que está pasando. Hay un plazo de 30 días para que las personas que han sido pilladas puedan recurrir. Creo que nadie va a recurrir. Una vez termine se hace legal y el Comité Olímpico Internacional (COI) le da la validez que necesita. A partir de ahí, el Comité Olímpico Español (COE) tiene que hacer las gestiones para que me den esas medallas. El premio económico depende de cada país. Alejandro Blanco, el presidente del COE, me dijo en Río que iba a hacer todo lo posible para que me devolvieran la medalla y el premio. Entonces era una medalla y ahora son dos. En septiembre sabremos cómo va todo. Nos ha pillado por sorpresa porque cuando han dado positivo la revocación ha sido inmediata, no ocho años después...

—¿Por qué se ha tardado tanto?

—Buena pregunta... Hay muchos intereses y algo que no está funcionando bien.

—Aunque le reconozcan las medalla y los premio, ¿Siente que hay cosas que no se pueden compensar?

—Está claro. No me a compensar el momento: En Londres fue un oro, subirte al primer cajón, el recibimiento en tu país. Sé que he perdido la emoción de ese instante, pero no voy a estar lamentándome. Quiero que la gente sepa que soy tres veces medallista en tres juegos diferentes y eso es historia para el país y para el deporte español. Todo lo demás lo he perdido pero lamentarme no me sirve de nada. Tengo que seguir con mis entrenamientos.

—Mira hacia adelante...

—Estoy feliz porque se ha hecho justicia y las generaciones que vienen detrás me van a tener como referente, van a tener a una persona que ha conseguido estar entre las mejores (podiums olímpicos, mundiales, europeos...) sabiendo que se puede conseguir de forma limpia. Yo no tengo ahora mismo referentes, todas se caen... Eso me hace muy feliz porque la gente puede decir: Si ella lo ha hecho, se puede. Saber que se puede es muy importante. Eso es muy gratificante para mí.

—¿Alguna vez ha tenido que decir no...?

—No, no...

—¿Cómo recuerda su primer día en este pabellón?

—No lo recuerdo muy bien. Sé que el entrenador Isaac Álvarez se fijó en mí. Veía que era una niña que destacaba porque era la que más corría, la que más saltaba, tenía un físico que se notaba que era muy atlética y me gustaban los deportes. Empecé y me gustó.

—¿Es su ‘padre’ deportivo?

—Es mi descubridor. Si no me hubiera descubierto nada de esto hubiera sido posible.

—Medalla de Oro del municipio, una rotonda y propuesta para ser premio Princesa de Asturias. ¿Cómo vive este reconocimiento en su tierra?

—No tengo palabras, estoy superagradecida. El día de mi recibimiento sentí muchísimo cariño. Estoy agradecida al pueblo de Camponaraya, a su ayuntamiento, a su alcalde, a mi entrenador que ha hecho posible que se gestione todo lo que está pasando... Y el hecho de que me den la medalla del municipio y me hagan una rotonda para mí, con mi nombre, y problablemente con unos aros olímpicos, va a quedar por siempre. Estoy feliz y muy agradecida tanto al pueblo como al ayuntamiento.

—¿Siente igual reconocimiento fuera de aquí en un deporte que, como todo lo que no es fútbol, apenas es noticia más allá de los campeonatos?

—Tanto yo como la gente que practica halterofilia lo hace porque le gusta, lo siente, lo ama. Si yo buscara reconocimiento haría otra cosa. Nos gusta la competición, la forma de entrenamiento, conocemos a mucha gente... Lo sentimos así. No nos preocupa no ser mediáticos. Nos preocupa ganar posiciones, hacer récords... Si viene el reconocimiento, bienvenido sea.

—¿De dónde salen sus valores?

—Es un cúmulo. Isaac en todo lo deportivo, estar en la selección y obviamente mi familia. Y todo ello sumado a las vivencias que te da practicar deporte de alto rendimiento. Muchas veces digo que no hago, el deporte me ha hecho a mí.

—¿Qué valor destacaría?

—Muchos, uno como tal no podría decir. Todo te crea tu personalidad: pensar que nada es imposible, que creyendo, con trabajo y determinación consigues lo que quieras.

—¿De qué se considera ejemplo?

—No me gusta decir que soy un ejemplo, pero sí un referente de la halterofilia nacional e incluso mundial.

—¿A qué ha tenido que renunciar para llegar hasta aquí?

—Haber estado lejos de mi familia desde los 15 años, la mitad de mi vida. La libertad, dejar muchas cosas para dedicarme al deporte de alto rendimiento... Pero no lo veo como una renuncia. Para hacer una vida normal tengo toda una vida.

—Ha habido un 48% de deportistas femeninas en las olimpiadas de Río. ¿Cómo ha vivido los episodios de sexismo que se han producido con las atletas, incluida usted?

—No me importa lo que piense nadie. Me importa lo que piense mi familia. Que hablen bien o no, no me preocupa.

—¿No le parece al menos injusto?

—En mi disciplina no me siento discriminada. Se trata igual a las mujeres que a los hombres. Entrenamos igual. Eso sí, es un deporte asociado a hombres y ha tenido que ser una chica la que, en España, consiga por primera vez subirse al podio olímpico.

—¿Cómo imagina su futuro cuando deje la competición?

—Una de las cosas que tengo en mente es crear una firma de ropa deportiva. Ropa específica para mujeres en halterofilia porque es todo muy unisex. He hecho cosas para mí y han tenido mucho éxito. Cuando me puse las vendas rosas, todo el mundo me preguntaba y la realidad es que las conseguí del ewuipo de boxeo. Pero esto lo veo más como un hobbie. Y también para que las chicas que se dediquen a la competición se sientan mejor. Yo no lo he tenido y me hubiera gustado.

—¿Y profesionalmente?

—Me gustaría poner un gimnasio y dedicarme al entrenamiento en halterofilia,

—¿Aquí?

—No, pienso que será en una ciudad grande.

Lidia Valentín entrena seis horas diarias y se aferra a su faceta de deportista como la única en la que quiere tener una dimensión pública. No contesta a preguntas que considera ajenas al deporte: con qué causa social se comprometería, qué opina del 15-M y de la situación política actual... «Soy deportista», recalca.

—¿Y su deportista de referencia?

—Me gustan muchos deportistas españoles, pero no tengo ninguno de referencia como tal.

Ella sí es la referencia no sólo de su deporte, sino de la deportividad. Y un mito vivo en su tierra, donde la adoran con motivos más que sobrados. En el pabellón de Camponaraya hay muchas niñas, y también niños, que quieren ser como Lidia Valentín.

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