Diario de León

EUTIQUIO CABALLERO FERNÁNDEZ. CURA Y AGRICULTOR

«No hay obstáculos teológicos para que la mujer dé misa»

Cura de campo. Eutiquio Caballero (Sahelices del Río, 1942) , el cura que ‘bautizó’ a la UCL en la iglesia de Cabreros del Río, rememora el episodio que va para 40 años. Con casi tres carreras asegura que «lo mío es la agricultura, lo de cura es afición, una bonita afición de la que no reniego». Acaba de celebrar sus bodas de oro con la pena de que, por pocos días, no lo viera su madre

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ANA GAITERO ALONSO (TEXTO)

JESÚS F. SALVADORES (FOTO)

Nació a orillas del Cea y vive en la margen izquierda del Esla. Eutiquio Caballero Fernández lleva a gala pertenecer a la primera generación de curas tras el Concilio Vaticano II. Aún recuerda la ilusión con que esperaban cada día las crónicas de Martín Descalzo. «Fue la gran idea del siglo XX y a Juan XXIII no se acordaron de canonizarlo hasta después de hacerlo a los ocho días con Escrivá». Es un cura de campo, sin pelos en la lengua y amante de los libros y del estudio, estudió Filosofía y Ciencias de la Educación y luego sacó la carrera de Derecho por la Uned. De psicología le faltan cinco asignaturas. En la iglesia le confesaban los pecados y en su despacho los secretos de las cosechas y de las cuentas corrientes, cuando hacía la declaración de la renta a los agricultores. Nunca ha militado en el sindicato, ni en UCL ni en UGAL-UPA, pero es parte de su alma.

—¿Salió de usted ser sacerdote?

—Fui al seminario porque había que ir a estudiar. Era lo más barato para los que no éramos hijos de veterinarios o médicos.

—¿Cómo se involucró en las tractoradas del 77?

—Llegué a Cabreros del Río en 1973. Había un grupo de jóvenes bastante grande que tenían un plantel de Extensión Agraria. De las cosas de cultura general y de lo que me apeteciera se lo hacía yo y ellos hacían las cosas más técnicas. Empecé a darme cuenta de lo que se venía encima, que la gente no tenía cultura y Franco se moriría y había que ir preparando cosas de cara a saber qué es un sindicato, el sistema de partidos, el cooperativismo.

—¿Y su participación en las movilizaciones?

—Fue en febrero de 1977, pero hacía buen tiempo. Me pilló en Sahelices. Me llamaron por teléfono que estaban con los tractores en Valencia. ‘Allá voy’, les dije. Al día siguiente decidieron ir a Villamañán para que se les viera. Cada uno comía como podía y les dije que podíamos organizar algo en común. Le mandé traer un saco de pan, una lata grande de escabeche, unos quesos y medio saco de fruta. Cada día comíamos unos 300 por cinco duros. Así se generó todo lo que se generó en la carretera.

—¿Por qué deciden hacer la asamblea de agricultores en la iglesia de Cabreros?

—Llegó el momento de parar la concentración y había que tener una reunión. No nos dejaban ningún sitio y decidimos que la haríamos en la iglesia de Cabreros, pero a la gente que venía del Páramo, de la otra concentración que había en Riego de la Vega, les decíamos que era en Valencia y allí ya les indicaban a Cabreros. No entraron menos de 600 o 700 coches en el pueblo. Quité el santísimo y como íbamos a estar rato le dije que si había que fumar, fumábamos.

—Le reprendería el obispo.

—No, me llamó después de que pasó todo. Le expliqué lo que había pasado y lo entendió.

—¿Así nació la UCL?

—Se creó una sensación de fuerza a partir de este pueblo. Se había empezado en Riego de la Vega por el precio de la patata y salieron camiones en toda España. Decían que éramos 3.000 y no salíamos del asombro pues sólo en Villamañán debían ser unos mil. Pero así se camuflaban las noticias.

—¿Hubo momentos duros?

—El día que fuimos a Mayorga a contar nuestra experiencia, al regreso estaban en Valencia los del ayuntamiento de Cabreros porque acababan de tallar a los quintos. Yo marché con un casado y los jóvenes se quedaron. Al día siguiente apareció una pintada y se presentó el teniente Pascua con el alcalde. Enseguida me di cuenta de que lo que quería el alcalde era que detuvieran a Matías (LLorente) que en aquel momento ya era la cabeza visible del movimiento. Suspendí la reunión que tenía con los de Jabares y bajé al bar para decir que tenía navaja y les rajaba las ruedas antes de dejarles salir. Martín Villa era el jefe, porque era el ministro del Interior, y todo el tiempo estaba con el tema de Cabreros. Estaban equivocados el sindicato no era Cabreros. Entonces había 14.000 agricultores afiliados.

—¿El pueblo lo llevaba bien?

—Sabían que cuando yo marchaba con ellos no había misa. Un día la señora Luisa vino y me dijo: ‘Don Eutiquio, es mejor que esté con ellos porque estos están muy locos y si está usted no harán tantas alaradas’.

—¿Cómo ve el campo 40 años después?

—He visto un progreso enorme en la productividad de las tierras, otra cosa son los precios. En Cabreros, las buenas tierras podían dar 60 toneladas de remolacha por hectárea, pero había muchas que no daban más de 4 ó 5 y hoy se te meten en 120 toneladas por hectárea. No es sólo cosa de ellos, sino de haberse adaptado a cultivar de una manera nueva. Cuando se entresacaba se producía un daño a la remolacha: estaba paralizada un mes y medio en el tiempo que más lo necesita. Ha mejorado el riego por aspersión, el sistema de herbicidas... Hoy el agricultor puede sembrar 10 hectáreas de remolacha, cuando antes no daba para dos.

—Pero los precios son casi iguales, ¿no?

—El sistema de precios no depende de nosotros, sino del mundo y de Europa.

—¿Hay remedio a la despoblación?

—Hay cosas que ya no tienen remedio. Puede haber un pueblo en el que quede algún ‘joven’ de 50 o 60 años porque había regadío. Pero hasta los pueblos de regadíos han mermado. Los últimos años que estuve de cura de Cabreros enterraba a 10 o 12 todos los años y cada dos o tres años me nacían uno o dos.

—Y Valencia de Don Juan no ha dejado de crecer.

—Cuando el boom de la construcción contamos veintitantas grúas funcionando. Hoy no hay ninguna. Una parte de las casas eran compradas por gente de los pueblos, porque era más barato que hacerse un chalé. Y coincidió la época en la que creció lo de los Blancos, la madera y Tubocyl.

—¿El cooperativismo que ha significado en esta zona?

—La comarca tiene que agradecer mucho que se haya creado esa cooperativa. Se lo he dicho mucho a agricultores egoístas: «Tú vendes porque las cooperativas arriesgaron, si no te habrían comido».

—¿Vivió también de cerca la lucha contra la central nuclear?

—Yo no estuve en esa movida, pero cogimos miedo todo el mundo. El agua de Riaño era para enfriar la central nuclear. Tenemos que felicitarnos que no ocurriera.

—Con el panorama de la despoblación ¿Qué va a pasar con todas esas iglesias de los pueblos?

—Nos va a costar Dios y ayuda mantenerlas. La gente no tiene medios económicos para mantener lo que significa el gran valor artístico. Hay que buscar apoyos donde sea. Lo que se han gastado las juntas vecinales de Castro o Cabreros para arreglar sus iglesias es fundamental.

—En los últimos años ya no ha dicho la misa campesina en la fiesta del sindicato. ¿Significa un distanciamiento?

—No. Me cabreé dos o tres veces porque parecía un reclamo para reunir a gente. Todo empezaba con la misa y mientras estábamos se oía a uno de esos que venden muñecas. No todo tiene que estar bendecido por la iglesia, ni las cosas se tienen que hacer por rutina.

—¿Cómo ha cambiado la religiosidad en estos 50 años de sacerdocio?

—Me esfuerzo mucho. A mí la religiosidad tradicional me cuesta mucho. Si me dicen que tengo que ser cura para hacer procesiones, desde hoy no soy cura. Lo único que hago es que saquen el santo y desde ahí bendigo el campo. En Castilfalé la hacen por su cuenta y yo no les riño.

—¿Por qué?

—Para mí no significa fe. Ahora bien, no me atrevería a quitar la procesión del Viernes Santo de Valencia.

—¿Qué le parece que se prohiba tener las cenizas de los muertos en casa o esparcirlas?

—Me duele que lo asocien con dinero. Los aranceles de la iglesia, cuando los cobra, son una nimiedad al lado de lo que cuesta un entierro barato (3.600 euros) o las flores de una boda. Es una cuestión de respeto. Pero a mí me crea problemas que la iglesia de pie a un nuevo motivo de escándalo.

—¿Debería de tener la mujer las mismas atribuciones que el hombre en la iglesia?

—Eso por supuesto.

—Pero no parece que sea un tema que vaya a afrontar tampoco el papa Francisco.

—Este papa daría un paso en ese sentido pero no le van a dejar porque en el Vaticano hay mucho anquilosamiento. No hay ningún obstáculo teológico para que una mujer no pueda hacer las mismas cosas que los hombres y dé misa. Ahora si no fuera por las mujeres muchos pueblos no tendrían ni celebración. Nosotros pedimos permiso y empezamos en 1985, no porque no hubiera curas, sino por convicción, pero había alguna mujer, como la madre de un cura, que si veía el coche de las monjas marchaba.

—¿Si se tuviera que alinear en alguna corriente sería la teología de la liberación?

—Por supuesto, nunca ha habido nada mejor en la iglesia. Por ahí tiene que ir la iglesia y si no va por ahí, va por mal sitio.

—¿Bendeciría el 15-M?

—Estuvo bien que el pueblo saliera a la calle, pero empezó a no gustarme cuando no querían irse.

—¿Y Podemos?

—No me gustó su discurso inicial de salir del euro, de Europa... y ahora utilizar el lenguaje de la cal viva o hacer una distribución de gobierno mientras el candidato del PSOE estaba con el rey. Y alentar ahora que se rodee el Congreso... no va conmigo. Con ellos es imposible llegar a hacer un gobierno. Tienen muchas líneas rojas.

—¿Abstenerse ante Rajoy era la única salida para el PSOE?

—Yo no veía otra. Pero esas elecciones se van a repetir en un año. Si se quiere llegar a un acuerdo de gobierno diciendo que se apoya a aquel que quiera salir de España, hay que cambiar la Constitución.

—¿Y no habría que cambiarla?

—Me parece que sí, pero es muy difícil sacar este país adelante con tantas peculiaridades diferentes en diferentes regiones.

—Durante muchos años ha sido profesor de Religión y ahora gana peso. ¿Debe estar en la escuela?

—Creo que no. La religión tiene que estar en la iglesia y en la familia. No tiene sentido que esté la religión ni algunas otras cosas. Si queremos formar no se pueden dar tantos contenidos.

—El consenso en educación es otra asignatura pendiente

—Que no nos pongamos de acuerdo en crear un sistema consensuado no es bueno. El último disparate de ley Wert, volver al sistema de creer que las reválidas van a hacer que los alumnos aprendan más es un error. Yo creo que es lo primero que van a dejar en suspenso.

—Hay quien dice que le cambiaron de Cabreros por presiones de gente que le acusaba de favorecer a Matías Llorente.

—Nunca he hecho propaganda electoral desde el púlpito para nadie. Ellos saben cómo pienso y saben por dónde ando.

—Aparte de Matías Llorente, que va a cumplir 30 años de diputado, tiene al presidente de la Diputación de vecino. ¿Mucho poder?

—Ahí no he entrado nunca. Pero sí puedo afirmar que con la llegada de Alberto (Pérez Ruiz), Matías (Llorente) y algunos más, en la Diputación se empezó a hacer algo por los pueblos. Si no no pasaba de Valencia de Don Juan, La Bañeza, Astorga, León. Ponferrada y se acabó. Lo que es un fallo del sistema es que haya un frontón en cada pueblo cuando no tenemos gente para jugar. Es lo mismo que los aeropuertos o el AVE. ¿Por qué no se aprovechó el carril del Alvia aunque hubiera que quitarle curvas? Seis horas en Alicante, ni en avión. Ahora tenemos AVE, pero no para en sitios como Sahagún. Prefería seguir con el Alvia llegando media hora más tarde a Madrid.

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