Diario de León

Fuente de riqueza

Destino turístico incontestable y también cuestionado

Cataluña es la región que más turistas extranjeros recibe cada año, con 18 millones en 2016. La masificación ha hecho saltar las alarmas.

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Susana Zamora | Madrid

Ni los trágicos atentados terroristas ocurridos este verano en Las Ramblas de Barcelona y Cambrils ni los preocupantes brotes de turismofobia que han dado la vuelta al mundo han hecho tambalear los cimientos de una industria que, en el caso de Cataluña, empezó a subir como la espuma a partir de 1992. Fue un año mágico para España y decisivo para una región que supo aprovechar los beneficios colaterales de la Barcelona olímpica.

Año tras año, Cataluña pulveriza sus propios récords de llegada de extranjeros. Es la región que más turistas recibe de toda España, sobre todo británicos, franceses y alemanes. En 2016 fueron casi 18 millones, casi la cuarta parte del total que visitaron el país, por delante de Baleares, Canarias y Andalucía. Y todo apunta a que 2017 volverá a ser histórico, pues sólo en los siete primeros meses del año ya han pasado por esa comunidad más de 11 millones de turistas. Gastaron 8.189 millones de euros, casi un 15% más que en 2016. Su liderazgo lo avala la Estadística de Movimientos Turísticos de Fronteras (Frontur), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que vuelve a colocar en su última oleada de julio a Cataluña como el primer destino turístico del país con 2,5 millones de visitantes, un 6,5% más que en julio de 2016.

España es, después de Francia y Estados Unidos, el país más visitado del mundo. El sector aporta alrededor del 11% del PIB nacional y es uno de los principales generadores de empleo, una inyección vital en los años más duros de la crisis económica. Todo un filón, que sólo en Cataluña emplea a 500.000 personas y del que extrae 50.000 millones al año. Pero esta incuestionable fuente de riqueza, que lejos de agotarse aumenta exponencialmente, empieza a dar señales de alarma. Una gran parte de los catalanes ve esta masificación como un «grave problema».

Las consecuencias son evidentes: turismo de borrachera, gentrificación (expulsión de los vecinos tradicionales de sus barrios por otros de mayor poder adquisitivo) y la huida de los jóvenes por la subida de los precios de alquiler. El hartazgo ha llevado a la proliferación de pintadas del tipo de ‘El turismo mata a los barrios’ o ‘Tourist Go Home’ y ataques a autobuses turísticos en Barcelona.

En las zonas más céntricas de la ciudad condal, como Ciutat Vella, el Eixample y Gràcia, conseguir un piso de alquiler no baja de los mil euros, y en otros más alejados, como Poblenou y el Carmel, ronda los 750 euros. Unas cantidades «exorbitantes» para quienes buscan casa para una larga temporada. Son pisos idóneos para alquiler residencial, pero están siendo ocupados por viajeros de paso. Y la velocidad con que se alquilan es de vértigo: la mitad de los que se ponen en el mercado se contratan en un mes. La enorme rotación y los cortos periodos de alquiler (días o fines de semana) multiplican los ingresos y muchos propietarios descartan los alquileres tradicionales y apuestan por ofertar su inmueble en plataformas digitales, como Airbnb.

Barcelona es, junto con Berlín, la ciudad europea con mayor crecimiento en las viviendas de uso turístico (17.369), según un estudio elaborado por la Escuela de Turismo Ostelea. Tal saturación, que se extiende a otras zonas de Gerona y Tarragona, ha obligado a la Generalitat a tomar cartas en el asunto y regularizar 330.572 plazas de alojamiento turístico.

Aún quedaría por legalizar un 34% y ver cómo funciona el nuevo reglamento de la tasa turística aprobado esta semana.

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