Diario de León
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lo que preocupa el empleo LUIS HERRERO RUBINAT. ABOGADO, EXCONCEJAL Y EXDIPUTADO PROVINCIAL enfoques electorales
León

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Ruido, mucho ruido, es lo que predomina en esta campaña electoral. Discursos que giran en torno a las derechas y las izquierdas; a los franquistas, secesionistas y filoterroristas; a la recentralización y las cesiones al separatismo. El ruido, como el humo, desdibuja el paisaje. Una vocinglería orquestada resulta tan acaparadora que solo puede ceder ante otra vocinglería mayor.

Tanto ruido ha difuminado el hecho estrambótico de que los españoles estemos condenados a ser extremistas, nos guste o no. Extremistas, porque los partidos que se dicen moderados son incapaces de entenderse. Extremistas, porque nos presentan la diabólica disyuntiva de votar a las formaciones radicales, directamente, o a aquellas otras más de centro, pero a sabiendas de que con nuestros votos se aliarán con las radicales. Así que, de una u otra manera, a la hora de votar estamos abocados a elegir cuál de los dos extremos preferimos. O cuál rechazamos más. A elegir, en expresión de los trompeteros de campaña, entre el «trifachito» de Colón o el gobierno «Frankenstein».

León no se libra de esa estrategia frentista y del miedo. Lo leonés queda relegado a un segundo plano tras los cordones sanitarios que todos anuncian para evitar el gobierno de «los otros» y tras las diatribas sobre el inevitable apocalipsis que sobrevendría caso de triunfar el bando contrario.

Como si se tratara de un mero trámite que hay que cumplimentar (cumplir y mentir) las alusiones a Torneros, Feve o las cuencas suenan hueras y sin convicción. Trampantojos. Más aún pronunciadas por partidos que, o no han hecho nada para resolver esas situaciones o, peor aún, son los responsables directos de su cronificación.

León no tiene remedio. No con estos mimbres. La provincia no se juega nada en estas elecciones porque ya lo ha perdido todo. Da igual que la gobiernen los unos y sus aliados radicales o los otros y sus socios extremistas. Da igual. León se desangra con la complicidad de todos ellos como nos recuerdan, con encomiable sinceridad, los alcaldes de Valladolid.

¿Qué podemos esperar de esos que se las dan de ecologistas y anegaron Riaño? ¿Qué nos van a vender los que tanta sensibilidad predican hacia los trabajadores y, en apenas cuatro meses de gobierno, cerraron hasta la última mina de León y pusieron fecha de caducidad a sus térmicas? ¿Qué credibilidad van a tener quienes se las dan de demócratas, pero nos condenan a una autonomía perversa y denostada? ¿Qué decir de aquellos cuyos 32 años al frente de la Junta han resultado tan perniciosos como la propia configuración autonómica?

El ruido sobre bandos, banderas, felones y felonías, solapa el mutismo chirriante de León. Aquí lo que ruge es el ninguneo de los gobiernos, el vacío de los hijos que emigran, los locales que cierran, el futuro arrumbado en medio de un túnel sin final. Frente a la vocinglería electoralista, en León retumba el rugido desgarrador de la impotencia, del vértigo al abismo, de los pueblos despoblados. De lo que ha sido esta tierra y en lo que se ha convertido. El rugido de la nada.

Atruena la verbena electoral con su ruido, vocinglería, humo y cantos de sirena. El próximo parlamento será el más fragmentado, el más polarizado y en el que los grupos radicales tendrán mayor capacidad de influencia (yo ya tengo decidido votar al Partido Radical de los Indignados, o uno parecido). También, y por lo que nos toca más de cerca, será otra legislatura perdida para cambiar la insoportable levedad de León.

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