Diario de León

El ‘procés’ se queda en suspenso tras el divorcio entre JxCat y Esquerra

La estrategia de Torra se centrará en devaluar la apuesta por el diálogo de los republicanos

El vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, y el presidente de la Generalitat, Quim Torra.

El vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, y el presidente de la Generalitat, Quim Torra.

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Quim Torra fue investido un 14 de mayo de 2018. Por lo tanto, su mandato podría no prolongarse más allá de los dos años si cumple la promesa de convocar elecciones en cuanto se aprueben los Presupuestos de la Generalitat. Podría optar por la vía Mas, que anunció la fecha de las elecciones en diferido con ocho meses de antelación, pero correría el riesgo de ser inhabilitado en ese intervalo por el Supremo y no poder firmar el decreto electoral.

El mandato de Torra ha sido débil, errático y marcado por su total dependencia de Carles Puigdemont. En su discurso de investidura se fijó dos objetivos: restituir al expresidente en su cargo (su despacho en el Palau de la Generalitat siempre ha estado reservado para su regreso) y hacer efectiva la república proclamada el 27 de octubre de 2017.

Ninguna de las dos será posible. Tampoco el tercer objetivo, que Torra se lo sacó de la manga como respuesta a la sentencia del Supremo contra los líderes del procés : celebrar un nuevo referéndum como el del 1-O de 2017 al final de su mandato. No podrá hacerlo porque no cuenta con los apoyos necesarios tras la fractura consumada esta semana entre JxCat y ERC. Los republicanos ya han dado unas cuantas muestras durante esta legislatura de que no quieren volver (de momento) a desobedecer y a poner a sus dirigentes en riesgo judicial y evitó la investidura telemática de Puigdemont, aceptó la suspensión de los diputados procesados y retiró el escaño a Torra.

Si el presidente de la Generalitat sueña con una salida de la Presidencia de la Generalitat por la puerta grande y a hombros por la parroquia secesionista lo va a tener muy complicado. Los últimos meses de la legislatura se le van a hacer muy largos al independentismo, en guerra continua y todo el día mirándose de reojo. En el secesionismo, eso sí, no hay que descartar nunca, así ha sido desde el inicio del procés , giros imprevistos en el guión.

A Torra le queda una tarea, intentar que ERC no capitalice electoralmente sus dos logros recientes, el acuerdo con los comunes para aprobar los Presupuestos, las primeras cuentas desde 2017, y abrir una vía de diálogo con el Gobierno central. Pedro Sánchez visitará el jueves por segunda vez el Palau de la Generalitat. La primera fue el 15 de marzo de 2016 y acudió como secretario general del PSOE y líder de la oposición. El presidente de la Generalitat era entonces Puigdemont, que preparaba ya el desafío de octubre de 2017.

El jefe del Ejecutivo catalán planteará una agenda de máximos para anticipar el fracaso de la negociación y desacreditar la estrategia de diálogo de los republicanos, presentados desde el espacio de JxCat como unos cobardes por no haber querido desobedecer y como unos traidores desleales por haber investido a Sánchez a cambio de nada. Torra tratará de constatar que la mesa entre gobiernos nacerá muerta y sin posibilidad de negociar un referéndum, la amnistía y el fin de la represión.

Si el procés se reactivará o no, o se reinventará dependerá del resultado de las elecciones y de si JxCat y ERC tendrán ganas de volver a intentar un gobierno compartido.

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