Diario de León

Confinado

Entre dos comunidades. Entre dos provincias. Entre dos municipios   ESTA ES LA HISTORIA de Raúl Quiroga, un taxista de 77 años que abandonó Madrid un día antes de decretarse el Estado de Alarma y que hoy cumple, en soledad, 58 días en su casa natal de Portelo. Quedó atrapado en esta aldea fronteriza del Bierzo vacío, que pertenece a Castilla y León y a Galicia, a León y a Lugo, así como a dos ayuntamientos, Balboa y Cervantes. Todo con dar un paso. Mañana lunes tendrá un pie en fase 0 y otro en fase 1.

Ponferrada

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Portelo era hasta ahora un pueblo fantasma de cuatro casas vacías. Ni los gatos, ni los perros  paraban por allí los últimos inviernos de nieve y heladas. Bien ventilado y anclado en una suave loma, a 1.068 metros de altitud, reúne todos los ingredientes del realismo mágico y social.

Vacío de gente por la emigración, ahora la pandemia del coronavirus lo ha convertido en la paradoja y metáfora perfecta de una aldea que ha recobrado vida confinada por la desgracia. 

El sábado 14 de marzo, Raúl Quiroga se subía en Madrid a su coche y ponía rumbo al pueblo que lo vio nacer hace 77 años. Está jubilado. Cumplió más de 30 pisando asfalto con su taxi por las calles de la capital. 

Aquel sábado de marzo le dijo de mañana a su mujer, a sus dos hijos y a sus cinco nietos que se iba al norte; al pueblo, a Portelo: a la casa de su padres, donde nació. Quería pasar allí unos días, respirar aire puro, ventilar bien los pulmones, comer rico con buen apetito, ver a viejos amigos y olvidarse un poco del ajetreo de la urbe.

De la capital al pueblo
Raúl Quiroga, taxista jubilado, dejó Madrid un día antes de decretarse el estado de alarma

Llegó de noche a su vieja y cerrada casa familiar de Portelo. Lo que jamás se le pasó por la cabeza en aquel momento es que, al día siguiente, España entraba en Estado de Alarma y cambiaría la vida de todos para siempre.

Raúl Quiroga quedó atrapado en esta aldea y hoy domingo 10 de mayo cumple 58 días viviendo confinado, sin ver apenas a alguien. «La soledad es dura, pero me apaño», resume, arqueando la ceja y sin dejar de sonreír. 

De niño, su casa carecía de luz eléctrica y agua corriente. Hoy cuenta con todo lo básico. Cuando los alimentos le empiezan a escasear, Raúl va hasta Piedrafita y compra pescado, carne y otras cosas para ir tirando. El teléfono móvil lo mantiene comunicado con el exterior y le da un plus de seguridad en caso de enfermar. 

Ayer, este periódico llamó a su puerta. Su cara fue un poema. Quiroga no ocultaba su sorpresa y agrado por la oportunidad de volver a socializar después de tanto tiempo. «Estoy hecho un ermitaño», se quejaba a modo de disculpa por su barba. Hablar con el periodista le sacó de una tediosa rutina de minutos, horas, soles y lunas masticando su soledad. 

Cuenta Raúl que en Portelo es «más libre», pero también echa de menos a su Madrid y a su familia. Quisiera regresar, pero sabe que no puede y además entiende que está penado con duras multas. Y es aquí cuando empieza el despliegue de socarronería de este berciano y leonés, que está viviendo confinado a caballo entre dos provincias, dos ayuntamientos y dos comunidades autónomas diferentes.

Quiroga puede salir de su casa a pasear, porque en Portelo no hay horarios, como ha establecido el Gobierno para mayores urbes. Su casa es tan fronteriza y limítrofe que mañana lunes, —con apenas dar un paso— podrá tener un pie en la fase 0 (Castilla y León) y el otro pie en la fase 1 (Galicia).

 

A caballo de tres límites
Vivir en Portelo permite tener un pie en fase 0 y otro en fase 1, por estar en Galicia y Castilla y León

Empieza así este ermitaño del Covid-19 a relatar la peculiar historia de su pueblo. Sabe, (porque se lo contó su abuelo y su padre), que entre 1915 y 1920 se construyó la carretera del puerto de Portelo, y se abrió así comunicación entre el Bierzo y la zona lucense de Cervantes. Es tierra de fértiles prados y muy buena ganadería. El movimiento de personas por las ferias de ganado desencadenó que empezaran a construirse hasta cuatro casas en este recóndito altiplano de montaña. 

Fue un lugar que tuvo en sus mejores tiempos cuatro bares, uno en cada casa. Allí, tres viviendas se levantaron en la provincia de León y una en la de Lugo. Los del Bierzo, como tenían propiedades del otro lado de la raya de límite, pagaban los impuestos en Galicia (Ayuntamiento de Cervantes); y los de Lugo lo hacían en Castilla y León (el Bierzo, Ayuntamiento de Balboa).

Pero, el asunto se rizó más. Los vecinos de Portelo tuvieron   otra distinción. Según recuerda el que fue alcalde de Balboa, José Manuel Gutiérrez Monteserín, —siendo cartero— llevaba la correspondencia a tres de sus vecinos de la parte leonesa, mientras que a los habitantes de la cuarta casa —apenas separada por unos cuantos pasos—, el correo se lo entregaba otro cartero que viajaba desde la lucense Cervantes.

Quiroga cumple hoy 58 días confinado en su aldea tras salir de Madrid el 14 de marzo. ANA F. BARREDO

DOS MUERTES

En Portelo se llegaron a registrar dos hechos luctuosos. Hubo dos muertes. En la década de los cuarenta, tras la Guerra Civil, este lugar era punto de encuentro para beber, echar la partida y también tratar asuntos de negocios. Se produjo más de una discusión por diferencias entre gallegos y leoneses. Eran frecuentes las peleas por rencillas o simplezas. 

En una ocasión, una persona hizo la espera a otra detrás de una pared, armado con una escopeta. Cuando lo tuvo a tiro, le descerrajó un cartucho de postas en el pecho y la víctima cayó desplomada al suelo. Pero, hete aquí, que una parte de su cuerpo quedó tendida en tierra del Bierzo y la otra en suelo de Lugo. 

Fue la Guardia Civil y tuvieron que acudir dos jueces para el levantamiento del cadáver, dado que no estaba claro a qué comunidad autónoma pertenecía la gestión del asesinato y el finado. Finalmente, la Justicia determinó que el muerto pertenecía a la jurisdicción de León, porque su cabeza había caído en esa provincia y las piernas en Lugo. 

Se siguió de esta manera el dicho y el aserto de que «los pies siempre siguen lo que le indique la cabeza». Mandaba el cerebro.

Portelo tiene 4 casas, 3 del Bierzo y 1 de Galicia. ANA F. BARREDO

ATENCIÓN DEL ALCALDE

El ahora único vecino temporal de Portelo, de una de sus cuatro casas, cuenta que está agradecido al alcalde de Balboa. Juan José López se ha preocupado por Raúl Quiroga, al igual que por los otros tres ancianos de más de 85 años que viven en el vecino pueblo de Castañeiras. «El que menos, tiene 85 años y allí viven. Les traen cosas los hijos y también vienen repartidores por si necesitan alguna cosa para comer o para la casa. No quieren irse de aquí por nada del mundo», recalca Raúl.

Y de nuevo Quiroga echa la vista atrás y hace memoria con recuerdos que marcaron la historia de Portelo. Levanta el dedo índice y señala la casa que pertenece a Galicia. Cuenta que antes de la Guerra Civil allí había una taberna y se produjo más de una pelea, que terminó con una persona muerta. «Lo mataron por rencillas entre gallegos y castellanos. Fue hace muchos años, en tiempos de nuestros antepasados. Hoy, los jóvenes ya no son así», expresa Raúl, sumergido en vivencias que escuchó en la mesa familiar.

En esas estaba, cuando explica al periodista que en Portelo se puede infringir la legalidad con solo dar medio paso de más.

Para demostrarlo se detiene frente a un mojón —tipo pretil de carretera— cubierto de un denso musgo verde. En el centro aparece un punto, a modo de vértice geodésico. «¿Ves este punto? —dice— Pues si me pongo en el medio y pongo un  pie del lado izquierdo y otro en el lado derecho, estoy a la vez en dos provincias; a la vez en Galicia y en Castilla y León, y a la vez en dos ayuntamientos». No sólo eso, a partir de mañana lunes podrá estar confinado en la fase 0 y desconfinado en la fase 1. Castilla y León se rige por la primera fase y Galicia por la segunda. 

Con la llegada de la pandemia y los decretos del Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en Portelo se puede infringir la ley a la mínima. «¿Ves?, ahora piso en Lugo y me pueden multar; y ahora ya no lo piso, y estoy dentro de la ley», relata Quiroga con sonrisa de oreja a oreja.

«Si quieren me pueden denunciar, porque en realidad es así. Aquí hay muchos límites  de suelo de los que la ley no entiende y lo entiende todo», ironiza. Este hombre sigue con su relato, porque hace que no habla con alguien: «¡En realidad es absurdo, porque con un paso la puedes preparar y te puede denunciar la Guardia Civil! Nunca pasó eso, porque lo normal es que la autoridad no llegue a ese absurdo». 

La nieblilla se está levantando en Portelo y da la impresión de que las nubes intentan echarnos de allí. Huele a hierba fresca y abruma su verde. Raúl se adentra en la casa y se despide con un «gracias» desde su ventana. Tiene cara de apesadumbrado por quedarse otra vez con su soledad, en fase 0 y a tiro de piedra de la fase 1. Encrucijada de caminos.

VÍDEO: MANUEL FÉLIX

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