Diario de León

PERFIL Javier Armesto

La resurrección del matador

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León

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Jon Idígoras, el histórico dirigente aberzale, dijo una vez que «negociar con HB es lo mismo que negociar con ETA». Ahora ha reaparecido para denunciar el proceso de ilegalización de Batasuna. Llevaba escondido desde mayo de 1998, cuando salió de una habitación con custodia policial del hospital de Cruces, en Baracaldo (Vizcaya). Aquejado de una enfermedad pulmonar, Instituciones Penitenciarias le concedió el tercer grado por motivos de salud y pudo dejar la cárcel un año antes de que el Tribunal Constitucional excarcelara al resto de sus compañeros en la mesa nacional de HB. A Jon Idígoras, el enfisema y la celda de la prisión de Basauri le hicieron perder masa muscular y más de cuatro kilos de peso. Esta semana, sin embargo, recuperó la forma física. Idígoras dejó su zulo dorado para apoyar con su presencia las amenazas de la nueva dirección de Batasuna contra los que promueven la ilegalización del partido. El histórico dirigente aberzale demostró que también ha recuperado el verbo fácil, duro y encallecido por el odio. Comparó al «régimen fascista español» con la Alemania nazi y deseó al juez Garzón ver. Nacido en Amorebieta (Vizcaya) en 1936, Idígoras comenzó a trabajar a los quince años en la factoría Izar de esta localidad, dedicada a producir herramientas y suspensión de vehículos. En ella permaneció durante veinticuatro años, como técnico de diseño y en organización industrial, hasta que en 1977 fue despedido por su actividad sindical y su participación en numerosas huelgas. Durante su juventud fue novillero y se le conocía como Chiquito de Amorebieta y Morenito del Alto. Al parecer, sostenía la tesis de que era mejor lidiar las reses sin darles la estocada final. «Fue aspirante a torero, pero era muy malo», asegura el crítico taurino Manuel Molés. Quizá por ello decidió dedicarse a la política y no acabó de integrarse en ETA (perteneció al frente obrero de la organización). Sólo practicó el terrorismo con la palabra. Parlamentario vasco y diputado en el Congreso, fue condenado en varias ocasiones por apología y por injurias, protagonizando alguno de los escándalos más sonados de la transición, como el abucheo al rey Juan Carlos ante la casa de juntas de Guernica, en 1981. Idígoras y otros diputados interrumpieron el discurso del monarca y entonaron, puño en alto, el Eusko Gudariak (Soldados Vascos). En los últimos años, Idígoras se había dedicado a visitar a etarras confinados en Sudamérica y a participar en actos de apoyo a los presos. Pero ahora todo ha cambiado. Se avecinan tiempos de «guerra» (Joseba Permach dixit) y Chiquito de Amorebieta, que mantiene su afición por los toros -se rumoreaba que iba a dirigir una revista en Internet sobre la fiesta nacional-, vuelve vestido para matar.

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