Tiempo de mentiras

He pasado los últimos días sin saber si las tropas anglo-estadounidenses habían ganado Basora, la habían perdido o la habían empatado. Primero, me enteré de que la 51 División que defiende Basora se había rendido pero, luego, Sadam Huseín felicitó en su alocución televisiva al comandante por su resistencia. A la hora de redactar estas líneas (tarde del lunes) llegan telegramas diciendo que los llamados aliados están bombardeando Basora, lo que quiere decir que Basora está en manos iraquíes puesto que no se van a poner a bombardearse a sí mismos, por muy mal entrenados que estén y por mucho tiempo que haya pasado desde las últimas maniobras. En el amor y en la guerra es en las circunstancias en las que más se miente, y estamos en tiempos de guerra. Los cinco soldados hechos prisioneros por los iraquíes los han sacado tantas veces por la pantalla que parecen quinientos, y el rostro de uno de ellos comienza a serme familiar, esa familiaridad con la que suenan las caras de un concursante de Gran Hermano o de una chica de Operación Triunfo. Esta otra operación triunfo va más despacio, y aquellas disquisiciones sobre si la guerra iba a ser larga o corta, que parecía que se hablaba de la dimensión de una falda, han desaparecido porque con esto pasa como con el póquer, que una cosa es jugar con garbanzos y, otra, poner dinero de verdad. También hay alguna diferencia entre planificar una serie de batallas sobre unas maquetas y que la batalla se lleve a efecto y comiencen a llegar soldados heridos y algún que otro cuerpo sin vida en el interior de un impermeable, al que habrá que meter en una caja de madera, ponerle encima la bandera y disparar al aire salvas de honor antes de enterrarlo en casa. Aquellos civiles iraquíes que nos aseguraron que iban a salir alegres y contentos a saludar a las liberadoras tropas anglo-americanas parece que se aguantan más de lo previsto y Sadam, como si fuera el entrenador del Alcoyano, asegura que si hay prórroga van a ganar. Tiempo de mentiras.