Diario de León

«No podemos saber dónde o cómo está Sadam, pero sí que no podrá ir muy lejos» Donald Rumsfeld (secretario de Defensa)

Nuevo ataque directo contra Sadam

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No es la primera vez que lo dicen, y por eso los militares estadounidenses mantienen la cautela. Pero en esta ocasión sí que lo piensan: Sadam Huseín, sus hijos Uday y Qusay han sido alcanzados por las bombas y a estas horas deberían estar muertos. Al igual que el pasado 19 de marzo, llegaron al Pentágono informes confidenciales que situaban al dictador iraquí y a su plana mayor en un punto concreto de Bagdad. Y como entonces, la mano de los aviadores no tembló. Un bombardero B-1B sobrevoló el lunes el barrio residencial de Al Mansur y soltó su carga mortal, cuatro proyectiles, sobre la casa indicada. Fueron dos GBU-31 de una tonelada y dos bombas antibúnker, con un cabeza de uranio empobrecido capaz de penetrar 30 metros en el hormigón antes de explotar. El lugar quedó reducido a cenizas. Veinte minutos antes, el aparato estaba en el Irak occidental repostando en el aire, cuando recibió las coordenadas del objetivo. «Sabíamos que era importante -declaró después el teniente coronel Fred Swan, oficial de armamento del B-1B-, quizá el Objetivo Número Uno». Desde una altura de 20.000 pies (unos 6.000 metros), los artilleros dejaron caer la prueba de su presencia y se alejaron sin mirar atrás. Horas antes, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, aseguraba: «No podemos saber dónde o cómo está (Sadam), pero sabemos que no podrá ir muy lejos». Más tarde, el Pentágono abundaba en el asunto, al decir que pasarán días antes de que se conozca el resultado del ataque -Al Mansur sigue en manos iraquíes-, pero que el presidente iraquí tiene cortadas todas las vías de escape en el país. Antes de hacerse públicos estos extremos, se conocieron los daños colaterales: los restos de al menos 14 personas, entre ellos nueve miembros de la misma familia -incluidos dos niños- yacían este lunes en un humeante cráter de 18 metros de profundidad rodeado de ruinas, las ruinas de al menos tres casas. Otras veinte resultaron seriamente dañadas, mientras puertas y ventanas salían despedidas en un radio de 300 metros. Los servicios de rescate utilizaron excavadoras para retirar los escombros, y sólo han conseguido recuperar los cadáveres de un niño, un anciano y una mujer joven. A juzgar por el estado de las viviendas, quizá sólo las pruebas de ADN puedan confirmar la muerte de Sadam Huseín. Este martes, la prensa norteamericana era reticente a mencionar juntos todos los detalles, hasta el punto de que daba la impresión de que se trataba de dos ataques aéreos diferentes. Eran el mismo, aunque muchos se empeñaran en atribuir al martes de madrugada un bombardeo que se había producido el lunes por la tarde. Hacía días que se especulaba con la posibilidad de que Sadam estuviera eludiendo los búnkers, cuya localización precisa es bien conocida por los aliados, para ocultarse en casas particulares. Washington insiste en que el régimen no tiene reparo en mezclar a los civiles con los objetivos militares, y no hay que pararse a pensar mucho para deducir que EE.UU. asume que al destruir los segundos se llevará por delante a muchos de los primeros. Sospecha también el Pentágono que en algunas zonas de la ciudad, en particular en el barrio de Al Mansur, hay túneles subterráneos blindados que comunican con las viviendas, y ello explica la utilización de las bombas antibúnker. Según las informaciones de inteligencia, Sadam Huseín y sus dos hijos entraron en una de las casas alcanzadas y no se les vio salir antes del ataque. Un ''soplo'' similar llevó a Bush a adelantar la orden de ataque a Irak a dos días antes de lo previsto. Los vídeos posteriores confirmaron que el intento había sido infructuoso. En la capital del país, las fuerzas aliadas se mueven ya a su antojo, aunque siguen encontrando importantes bolsas de resistencia. Ya no es noticia que los aviones dispersen bombas por toda la ciudad, pero sí lo es que los helicópteros Apache patrullen su cielo. Esto indica que las defensas antiaéreas han sido definitivamente neutralizadas. En su avance por el suroeste de Bagdad, los marines tomaron el control de un segundo aeropuerto, el Rashid, destinado a usos militares. Los iraquíes les esperaban en un polígono industrial, escondidos en las instalaciones de una fábrica de refrescos, otra de tabaco y una destilería. En el Palacio de la República, sin embargo, el régimen logró reagrupar sus fuerzas y lanzar un furibundo contraataque desde la otra orilla del Tigris. Fuentes americanas aseguran que los iraquíes fueron rechazados en un combate en el que cayeron al menos 50 soldados de Sadam. Ajeno a este panorama el ministro Mohamed Said al Sahaf, sigue negando y enseñando a los americanos lecciones que no olvidarán. Hay que reconocer que tiene estilo.

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