Diario de León

Los agentes quieren la fusión

Ocho de cada diez ven en la fusión de los dos cuerpos una salida a la descoordinación que sufren: 2.500 guardias civiles y 2.500 policías hacen las mismas tareas

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Héctor J. Porto - redacción
León

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La unificación de Guardia Civil y policía nacional no estaba en la calle ni en la mesa política como prioridad, pero en apenas un mes se ha convertido en asunto de curso cotidiano. Una tibia propuesta del PSOE, quizá oportunista, para la fusión (matizada después), y ahora es la piedra filosofal que librará a España de encabezar más de un ránking europeo de criminalidad. Tras el caso King (que evidenció la falta de coordinación de ambos cuerpos e incluso, rivalidad) se disparó la alarma social. La tardanza en resolver el asesinato de Rocío Wanninkhof hizo que saliesen a la luz dos investigaciones paralelas y un nulo intercambio de datos. De poco sirvió que el ministro responsabilizase a Scotland Yard. En medio de un debate de gran eco mediático, el SUP (Sindicato Unificado de Policía) y la AUGC (Asociación Unificada de Guardias Civiles) recogieron el guante y lanzaron su protocolo como arma de reinvindicación. Ambos proclaman la unidad en la defensa de sus intereses profesionales. ¿Cómo es factible tal rapidez? «Aprovechamos el debate», admite José Manuel Sánchez Fornet, secretario general del SUP. «El texto estaba listo hace tiempo, no es una locura repentina», recalca para remontarse al inicio de relaciones con la AUGC con el pionero José Morata, líder de los guardias demócratas, «acusado de sindicalismo clandestino». «En esta lucha han estado los dos cuerpos, al alimón, desde los años postreros de la dictadura», ratifica Fernando Carrillo, presidente de la AUGC. La lección de historia, relata Sánchez Fornet, invita a recoger enseñanzas. En 1986 la Policía Armada (militar) y el Cuerpo Superior de Policía (civil) dieron lugar al Cuerpo Nacional de Policía. «Un proceso sin traumas, flexible», subraya, que permitió permanecer en el Ejército al que lo deseó. Los objetivos ahora son acabar con la duplicidad de funciones (judicial, científica, criminal,...). Los 26.000 carnés del SUP y 21.000 de la AUGC son ya motivo de reflexión, pero «es el sentir del 80% de los agentes». Así ocurrió con los carabineros italianos o los gendarmes galos. La fusión («y no se trata tanto de liquidar la Guardia Civil como de crear un cuerpo nuevo», insisten) pasa por fomentar unidades mixtas, eliminar el carácter militar de los guardias, fijar un mando único en Interior y una base de datos. Sin embargo, Acebes sostiene que ya existe una referencia, la Secretaría de Estado de Seguridad, y que la descoordinación es una falacia. Trillo no abre la boca. Pero sólo la descoordinación permite que España (5 agentes por cada mil habitantes, un notable índice) sea el país europeo con la tasa más alta de homicidios. Y es que, según Sánchez Fornet, «hay 2.500 guardias y 2.500 policías que hacen lo mismo. ¿Es organización -incide- que en un aeropuerto existan controles de Guardia Civil y de policía?». Para Carrillo, Trillo actúa internamente torpedeando cada iniciativa aperturista del director general de la Guardia Civil, López Valdivielso. Sánchez Fornet señala la misma traba: «Desde el punto de vista estratégico de la Defensa y ante el fracaso de reclutamiento de las Fuerzas Armadas, es muy cómodo y barato tener listos a 70.000 guardias civiles para movilizar en cualquier momento». Al margen de eso, agrega, «y aunque aleguen la tradición, sólo son tres nostálgicos y cuatro altos mandos» que temen perder sus privilegios de casta. La salida es modernizar la Guardia Civil, mejorar la formación, regular la jornada laboral, moderar la disciplina y olvidar el ordeno y mando. Y si hay 4.000 bajas psicológicas, cuatro suicidios cada trimestre y uno fallido cada tres semanas es por el fiero régimen displinario y los enfrentamientos con los mandos, «no por la presión del trabajo», asegura Carrillo.

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