Diario de León

De la ciudad a Villamoratiel

El aumento del padrón, que acerca al municipio a los 200 habitantes, es atribuido al retorno de hijjos del pueblo emigrados y a la actividad de tres cabañas ganaderas «No te canses de pedir el au

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A. Gaitero - villamoratiel de las matas
León

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«Vine por unos días y me he quedado por el resto de mi vida». Beli Grañeras emigró de Villamoratiel de las Matas a Madrid con sólo 16 años y ahora tiene 60. Cuando marchó «no había agua corriente ni agua» y en su regreso ha encontrado «los sabores y los olores que había perdido». Dos cosas que para ella significan «calidad de vida». También su hermana Rosi ha decidido regresar a Villamoratiel donde, asegura, «tenemos de todo menos coche de línea». Este es el único inconveniente que encuentran los vecinos a su pueblo, que ha pasado de no tener niños a escolarizar a ocho en el Colegio Rural Agrupado de El Burgo Ranero, «el mejor de España», se apresura a decir la alcaldesa, Ana Belén Martínez. El municipio tiene en el último padrón municipal con 194 habitantes, 20 más que en el padrón del 2002. Dos familias jóvenes con niños que han venido a vivir aquí, tres explotaciones ganaderas, dos de cabras y una de ovejas, y el retorno de jubilados que un día emigraron a las áreas industriales del país son las razones el inusitado crecimiento del censo en el municipio, según la alcaldesa popular. En verano, la población «se triplica, parece que no cabemos en el pueblo» y otras muchas casas se abren de continuo desde el mes de mayo hasta Todos los Santos. «En la última sesión teníamos cerca de 30 licencias de obras para arreglar casas de personas que vienen en vacaciones o hacer otras nuevas». La gratuidad de este permiso figura entre las facilidades que ofrece el pueblo para propiciar la actividad urbanística y el sostenimiento de las casas como segunda residencia. «Estamos a 20 minutos de León y mi otra hermana que vive en La Virgen del Camino a veces tarda más en entrar en la capital», asegura Rosi. En el pueblo no hay ninguna tienda y el único bar que abre es una concesión de la junta vecinal. «Pero estamos muy bien servidos», apuntan las vecinas mostrando el camión de comestibles. «El pescadero viene dos veces por semana y comemos carne recién matada sin pasar por la cámara frigorífica», añaden. En la calle contigua está estacionado el camión de El Paramés, vendedor ambulante que llega desde Vega de Infanzones con cajas en las que hay de todo, desde un pantalón de pana a un paño de cocina. La ayuda a domicilio, de la que se benefician ya nueve vecinos, y la teleasistencia, en trámite, son otros de los servicios que el Ayuntamiento ha impulsado para «evitar que la gente mayor que necesita ayude se nos marche». Tano, que ya ha matado los pollos de corral para la cena de Nochevieja, confirma la utilidad del servicio: «Yo tengo que ayudar a mi esposa a vestirse, así que si no fuera por esta ayuda aya no podríamos estar aquí». Tres res mujeres de mediana edad del pueblo trabajan a media jornada para la empresa que presta la ayuda a domicilio de la Diputación provincial. Puri, madre de Esther y de José Basilio, es una de ellas. La familia se trasladó desde Palanquinos y «aunque no hay nada como tu pueblo, aquí se está muy bien», apostilla la mujer.

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