Diario de León

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IMPOSIBLE saber, a la hora de escribir este comentario, cuántos días le quedan al Govern tripartito catalán. Pero está prácticamente muerto, gracias al comunicado de ETA prometiendo una tregua, solamente para Cataluña, tras la visita que les hizo Carod Rovira. Desde Ibarretxe hasta Zapatero, pasando por Aznar o por Rajoy, todos han condenado el inmoral comunicado de la banda armada, que probablemente pretendía lo que está consiguiendo: hacer añicos la normalidad democrática, influir en la campaña electoral, lograr que todo vaya «cuanto peor, mejor», que parece ser su divisa. La torpeza de Carod, pretendiendo arreglar por su cuenta, y sólo para Cataluña, el problema de ETA; la ambición de Maragall, que sólo vio posibilidades de convertirse en president de la Generalitat pactando, contra natura, con Esquerra Republicana de Catalunya, la debilidad de Zapatero, accediendo y hasta apadrinando públicamente a este pacto, han dado el resultado que estamos viendo. Ahora, este Govern tripartito tiene tres ruedas que andan cada una a su aire y a su propia, y distinta, velocidad. La iniciativa personal de Carod acudiendo a entrevistarse con ETA está perjudicando seriamente los intereses que el líder de Esquerra dice representar (la izquierda, el Gobierno de Maragall y Cataluña). Y Zapatero ve una nube más pesando sobre su campaña electoral y sobre sus aspiraciones de ocupar el sillón de La Moncloa. Triste balance que ni siquiera los más pesimistas sobre el futuro de la gobernación catalana se atrevían a pronosticar, al menos tan pronto. La campaña electoral, que ni siquiera ha empezado oficialmente aún, sufre otra profunda alteración. Si, con todo esto, Rajoy no gana las elecciones del 14 de marzo de calle, es que tendría que retirarse de la política. Y es una lástima el rápido desgaste al que otros están sometiendo a Rodríguez Zapatero, como si de una conjura contra él se tratara, cuando sigue siendo una figura políticamente estimable y personalmente creíble. Resulta curioso el deterioro de la vida política catalana apenas tres meses después de las elecciones autonómicas. Difícil es pensar en que pueda propiciarse tal cúmulo de desaciertos y de catástrofes, casi todas anunciadas. Y lo peor es que algunos, desde el campo socialista, siguen acusando a las «terminales del PP» de fomentar la sensación de que todo lo que está ocurriendo es un dislate.

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