Diario de León

Al féretro le robaron la bandera y no fue llevado a la sala prevista para rendirle honores porque fue asaltada por el gentío

Una multitud enfervorizada ignora el protocolo y entierra a Arafat a su manera

15.000 palestinos toman al asalto la Mukata y llevan en volandas el cadáver hasta la tumba

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Carmen Postigo - ramala
León

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Pudo ser una premonición de lo que puede pasar o una alegoría de lo que es el pueblo palestino. Ajeno a los deseos de sus nuevos líderes, de la Autoridad Palestina, impusieron su ley en el entierro de Arafat. Dieron tierra a su líder como ellos desearon, emocionados, sin protocolos. Tal vez era así como el propio Arafat hubiera deseado ser enterrado: entre el fervor incontenido de su gente. Quienes aseguraron durante meses que el rais había perdido el apoyo de su pueblo quedaron ayer en evidencia. Los palestinos demostraron que Arafat era su presidente, su líder y su padre. El padre de una patria sin Estado, de un pueblo sin tierra. Unos 15.000 palestinos asaltaron ayer la Mukata (Ramala) para recibir y acompañar los restos del presidente palestino, Yaser Arafat, que fue sepultado en medio del caos y una emoción no contenida. Arafat fue envuelto en una sábana blanca y en una bandera palestina; recostado sobre su lado derecho y con la cabeza en dirección a La Meca, como fijan los preceptos del islam. Así fue introducido en un sar-cófago relleno de tierra sagrada llevada por el mufti, Akram Sabri, la máxima autoridad religiosa de Jerusalén, desde la mezquita de Al Aksa, donde Arafat quiso siempre ser enterrado. La cavidad abierta por las excavadoras palestinas fue tapada provisionalmente con cemento. Allí reposa el creador del movimiento palestino desde las 15.00 horas de ayer entre cuatro cedros. Celeridad y confusión Las exequias de Arafat en Cisjordania se celebraron con un celeridad inusitada y en medio de una peligrosa confusión que obligaron a saltarse el programa. Sin comer, sin beber y sin fumar por tratarse del último día de Ramadán, miles de hombres -pocas mujeres- clamaron al unísono «Arafat, Arafat» al avistar en el cielo los dos helicópteros militares egipcios que lo trajeron desde El Cairo. Uno portaba los restos del presidente y el otro, a las autori-dades palestinas -el Gobierno interino en pleno- que venían del funeral de Estado oficiado en Egipto. La agilidad de los palestinos para encaramarse a muros, azoteas, árboles, postes, palmeras y hasta parrales quedó ayer sobradamente demostrada. La profusión de símbolos nacionalistas palestinos, banderas y retratos de Arafat plasmados hasta en globos blancos se alzaron a la par que sonaban silbidos y gritos de «Abu Amar, Abu Amar», nombre de guerra del presidente palestino. Las puertas de los helicópteros permanecieron cerradas media hora, a causa de la avalancha humana. Finalmente fue bajado el féretro envuelto en la bandera palestina y llevado prácticamente en volandas, ajeno a la alfombra roja desenrollada una hora antes para la ocasión y pisoteada por la multitud. Fue colocado sobre un vehículo para llegar a uno de los edificios de la Mukata, lo que le llevó unos veinte minutos. Entre la muchedumbre estaban los diplomáticos, cooperantes, pacifistas y periodistas. Heridos por ráfagas El protocolo y los honores mi-litares quedaron diluidos. Los disparos y ráfagas de metralleta al aire, en memoria del líder de la OLP, contribuyeron a la pérdida de control de los policías palestinos, ayer armados por autorización de Israel. Durante la desordenada procesión fúnebre de menos 50 metros, alguien birló la bandera. Los servicios médicos atendieron al menos a 200 personas, desmayadas, pisoteadas y a cinco heridos de bala. La banda militar preparada para interpretar el himno de Palestina y el custodio de Tierra Santa, Pier Batistta Pizzaballa, con su séquito de franciscanos, se perdieron entre el tumulto. La sala de la Mukata donde el presidente rezaba y que fue preparada para exponer sus restos también fue asaltada. Los cónsules de Jerusalén, entre ellos el español José María Ferré, y los jefes de las oficinas diplomáticas en Ramala que allí aguardaban para rendir su último tributo a Arafat, hubieron de escabullirse. En ese momento se desplomó una caseta de la guardia de Arafat, por el peso de las personas encaramadas en su tejado. El resultado, nueve heridos y decenas de desvanecidos. Nada salió como estaba previsto. Así lo reconoció el ministro de Negociaciones, Saeb Erekat, quien declaró que «esperaba que todo hubiera ido mejor, más organizado. Desgraciadamente las cosas se nos han ido de las manos». Hasta el representante de la UE, Javier Solana, no pudo llegar al entierro. Mientras tenían lugar los funerales, miembros de la resistencia palestina hirieron con morteros a al menos dos israelíes, entre ellos un niño de 6 años, en el asentamiento de Gush Katif, en el sur de Gaza. «Es urgente que haya elecciones en Palestina y todos nos tenemos que movilizar para crear el marco que permita que se celebren» MIGUEL ÁNGEL MORATINOS, ministro de Asuntos Exteriores español

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