Diario de León

«A pesar de tiempos pasados, sigue siendo la gran fiesta de la casa para los pueblos»

El veterinario Alfredo Riera, analizando una muestra de matanzas

El veterinario Alfredo Riera, analizando una muestra de matanzas

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A. Núñez - león
León

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El «puente de la Constitución», con una media de cinco días de descanso antes de las Navidades, concentra ahora casi las dos terceras partes de las matanzas domiciliarias del cerdo que antes se fijaban en el calendario «por San Martín». Según el veterinario Alfredo Riera, que por estas fechas trabaja a tope como técnico colaborador de la Junta en las pedanías de León capital, Armunia, Oteruelo y Trobajo, además de en los municipios limítrofes de San Andrés, Santovenia de la Valdoncina o Villaquilambre, por sólo citar algunos, «porque todos pedimos un área amplia y somos más de doscientos», la temporada de la matanza del cerdo, sigue siendo la de mayor actividad para los veterinarios en activo, hasta el punto de que no pocos, tras disputarse municipios entre ellos, tienen que subcontratar parte del trabajo con otros colegas. «Cuando llegan estas fechas es la fiesta de la casa», según él, que en los fines de semana de cada invierno es testigo del retorno a los pueblos, incluso los más urbanizados de la periferia de León capital, de pobladores que antes habían emigrado en busca de empleo a otras regiones más industrializadas y con más oportunidades. «Pero, al final, se vuelve a lo mismo: la familia compra un lechón o dos y los cría a base de sobras, mucho producto de la huerta y algo de pienso, vienen los hijos algo antes de Navidad, se sacrifica el animal y punto». Un cerdo criado en casa vendría a costar en torno a las 40.000 de las desaparecidas pesetas a precios de mercado, «aunque, en realidad, no tiene precio, porque no se puede comercializar y su carne, comparada con las otras, tampoco la tiene». Se aprovecha todo El rito de la fiesta familiar en torno a la matanza del cerdo es el mismo de siempre, con el único añadido de que gran parte de los asistentes son gente de la casa que antes habían emigrado y ahora llegan de fuera. «Todo lo demás es igual», según el veterinario Riera, «con toda la fiesta que se monta», difícil de describir para quien no haya pasado por situaciones parecidas. También como en los mejores tiempos, del cerdo se aprovecha todo con la única diferencia de que antes iba todo para embutidos y que ahora se reparte, mitad y mitad, con el arcón congelador. «A nadie se le ocurre tirar la sangre, que sigue valiendo para morcillas -las que se venden en las carnicerías vienen de los mataderos industriales- y, como mucho, se desprecia el tocino, que vale para los perros o, si es bueno, se revende a un carnicero a euro el kilo». En la gran fiesta familiar de San Martín, ahora de la Constitución, los veterinarios ya casi no detectan enfermedades transmisibles del animal al hombre, en contra de la falta de higiene de antaño, y se ironiza con que «a algunos hasta los duchan». Otra cosa es que no se cumpla casi nunca la normativa de aturdirlos antes de la matanza: «si se hace bien, el animal no sufre, pero eso depende».

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