El Vaticano inicia «el momento del terror»

Abierto el período de sede vacante, los cardenales empezarán a negociar hoy mismo el perfil del próximo Papa, que será elegido en un cónclave que comenzará después del día 17 y antes del 22. El monje Pier Damiani fijó hace mil años una reveladora expresión para calificar el período que ayer se abrió en el Vaticano con la muerte de Juan Pablo II: «El momento del terror». Desde las 21.37 horas del sábado, en que tuvo lugar el deceso del Papa, hasta que la fumata blanca asome por los tejados de la Capilla Sixtina, la Santa Sede está vacante y bajo el control del cardenal camarlengo, el español Eduardo Martínez Somalo. El cónclave, que comenzará entre los próximos días 17 y 22, resolverá este tiempo de interinidad, aunque, en realidad, las negociaciones entre los 117 cardenales electores ya han comenzado. La primera congregación oficial de los purpurados tras la muerte del Papa se celebrará esta mañana en la sala Bolonia. Oficialmente discutirán las condiciones del traslado del cadáver de Karol Wojtyla desde la sala Clementina en la que fue despedido por la curia hasta el baldaquino de la basílica de San Pedro, en donde durante tres días los restos podrán ser visitados por los fieles. Pero extra oficialmente se acepta que el encuentro de hoy, y todos los que acontezcan hasta que se inicie el cónclave, servirán para determinar e identificar el perfil del Papa que sucederá a Juan Pablo II. En este tiempo, los cardenales tendrán muy en cuenta las necesidades que hoy tiene planteadas la Iglesia, así como la geopolítica de una institución que ha cambiado de manera radical en los últimos 27 años. De este precónclave saldrá una lista aproximada de candidatos con un índice de probabilidades de elección de en torno al 50%, según cifras que manejan los expertos que estos días analizan el futuro de la jerarquía católica en los medios de comunicación italianos. Los electores negociarán si interesa un Papa latinoamericano que entierre el tradicional eurocentrismo católico y reconozca los méritos cristianos de una región en la que viven la mitad de los católicos del mundo o si el nuevo pontífice debe ser un europeo que reconduzca la crisis de fe que se vive en el Viejo continente. Hablarán sobre las ventajas de un papado de transición -que contraste con el dilatado y carismático mandato de Wojtyla, lo que obligaría a apostar por un candidato anciano- o de la conveniencia de un sucesor de Pedro joven, que acometa un renovación profunda de la institución. En cualquier caso, la tradición vaticana señala que cuando el cuerpo cardenalicio entre en el cónclave serán tan sólo dos o tres los nombres que manejen. Claro que otra cosa será que alguno de esos nombres corresponda finalmente al del sucesor de Juan Pablo II, porque en la elección de los papas hay que tener muy en cuenta el factor sorpresa. Sucedió, sin ir más lejos, durante el cónclave en el que fue elegido Karol Wojtyla. Los electores se debatían entre dos nombres, los de los cardenales Siri y Benelli, pero ninguno de los dos conseguía aproximarse a los 75 votos que son necesarios para resultar elegido. Finalmente se apostó por una inesperadísima salida intermedia que convirtió a un joven polaco en el primer Papa no italiano que se sentaba en el trono de Pedro en casi quinientos años.