Diario de León

Final con el puño en alto

Rodiezmo se quedó pequeño al recibir a 40.000 personas que no quisieron perderse el discurso de Zapatero, al que una pancarta invitaba a un tinto en el bar del pueblo

Con el puño en alto, los asistentes cantaron la Internacional acompañados por el presidente

Con el puño en alto, los asistentes cantaron la Internacional acompañados por el presidente

Publicado por
L. Urdiales / S. Cancelo / F. Ramos - león
León

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Las cifras marean valle de la Tercia arriba. Autocares, más de 300; vehículos particulares; más de 3.500. Asistentes, -después de un desfile continuo que ocupó durante más de 12 horas a agentes de la Guardia Civil- cuarenta mil. El símbolo de Rodiezmo reafirma su vigencia en la apertura del curso político. Las praderas devoradas por el sol, que ayer olían a sidra, bollos y empanada, se tintaron de color. Un gentío. Entre la multitud, que aclamaba con gritos que iban desde «guapo» hasta «presidente confiamos en tí», Zapatero pisó la tierra parduzca y bastante seca por la escasez de lluvias a la una y cuarto. Tras saludar a los trabajadores, agolpados a los pies del atril, el dirigente del Ejecutivo se encaramó a lo alto del escenario, aclamado por los aplausos de la gente. Junto con Alfonso Guerra, el presidente leonés se llevó todas las ovaciones, aunque alguna, de forma tímida, bailó al son de Areces. Eran muchos los asturianos dispuestos a escuchar. El monólogo de Guerra Las gorras y los bollos preñaos, principales protagonistas de la fiesta, con el permiso de las autoridades y del sol, que apretaba con justicia, e incluso, se podría decir que calentó más de una lengua. La de Alfonso Guerra, por ejemplo, que desató las carcajadas de los oyentes. El histórico dirigente socialista, con un monólogo cargado de retórica, encandiló a los asistentes que esperaban como agua de mayo su intervención, anterior a la de Cándido Méndez, que aunque estuvo menos espléndido, reivindicó varios asuntos de interés para los trabajadores. Pero el valle de la Tercia enmudeció para escuchar al protagonista de la jornada, un Rodríguez Zapatero con la agenda llena de propuestas. Vestido con pantalón vaquero y camisa azul -de verano, porque las fechas mandan-, levantó a su paso una nube de polvareda, ocasionada por el tumulto de gente, que se afanaba por conseguir el mejor sitio, aunque sólo fuera para tocar, o a veces ni eso, al dirigente socialista. Entre vítores se iba abriendo camino, con la ayuda de sus escoltas, que ayer se ganaron el sueldo, para llegar al lugar donde se emplazaba el estrado. A diestra, un cartel con la imagen del fundador del Partido Socialista, Pablo Iglesias, a siniestra, la fotografía de Manuel Llaneza, que no querían perderse las palabras de Zapatero, por si pasaba por alto algo inexcusable. Al final del evento, todos con los puños en alto, cantaron la Internacional al son de las banderas leonesas y republicanas que bailaban con cada nota. Los medios de comunicación -sólo gráficos había más de cincuenta- se agolpaban para conseguir la mejor instantánea; ya se sabe que la imagen manda, y más en una jornada cargada de simbolismo. El presidente se mostró distendido y afable; incluso ofreció poses para que los reporteros pudieran hacer su trabajo. Después, entre fuertes medidas de seguridad, retrocedió en sus pasos y se dirigió hasta el vehículo que le esperaba para devolverle a la agenda de Moncloa. Los compromisos presidenciales mandan. Antes, conversó con los trabajadores e incluso firmó varios autógrafos, aunque no cubrió toda la demanda de rúbricas. De nuevo, una nube de humo difuminó la imagen del presidente, que entre aplausos y gritos desapareció tras las ventanas tintadas de su coche. El negro de los cristales nada tiene que ver con las pinceladas de color que tiñeron el valle de Rodiezmo, lugar que puede perdurar en la memoria de los mineros. Quizá ayer se salvará el futuro del carbón, pero para saberlo habrá que esperar por lo menos dos meses. La jornada festiva, ya sin el maestro de ceremonia, no deslució de las primeras horas de celebración, en las que las autoridades llevaron la batuta de la orquesta. Después de recuperar fuerzas y dar una tregua al calor, resguardándose a la sombra de un pinar, las ac tividades lúdicas se restablecieron con energías renovadas. El grupo Mariachi Aztecas, amenizó el acto con una retahíla de canciones populares, que hicieron las delicias de los asturianos, mayoritarios entre los asistentes al acto político y lúdico que abre septiembre. Finalmente, un sorteo popular en el que se rifaban diferentes objetos cerró el telón de la Fiesta Minera Astur-Leonesa de Rodiezmo, que no volverá a abrir sus puertas hasta el año que viene. En la próxima cita también estará el presidente del Gobierno, que confirmó ayer su presencia. El fuego, la anécdota Un pequeño incendio, que se originó a un kilómetro del valle, robó algo de protagonismo a la celebración. Un helicóptero lo apagó con agua de Casares.

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