Diario de León

Uno de cada cinco españoles viene al mundo por cesárea

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Julio Castro - madrid
León

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El parto por cesárea no se considera hoy en día nada del otro mundo. Consiste en una incisión quirúrgica en el abdomen y el útero para extraer el feto. Se practica cuando el parto vaginal podría acarrear complicaciones médicas. El corte clásico es el longitudinal en la línea media, aunque tiene inconvenientes estéticos y sanitarios; por eso, el más común hoy en día (el practicado a la Princesa) es el corte trasversal por encima de la vejiga. Normalmente basta con anestesia epidural, por lo que la madre permanece consciente. Los cuidados postoperatorios no son severos, pero requieren que la paciente siga ingresada de tres a siete días. Aunque los riesgos son superiores a los del parto vaginal, la tasa de mortalidad se ha reducido mucho en los últimos tiempos. La OMS estima que el porcentaje ideal de cesáreas sobre el total de partos tendría que ser entre el 10 y el 15%. En España es del 20, inferior, en cualquier caso a las cifras de Gran Bretaña o Estados Unidos. Mucha gente cree saber que el nombre cesárea deriva del parto por el que vino al mundo Julio César. Y yerra, desde luego. Se sabe que Aurelia, la madre del dictador, pagó el rescate por su hijo, secuestrado por piratas, y eso habría sido imposible, dado que las cesáreas sólo se practicaban a las mujeres muertas. La confusión surge, al parecer, cuando Plinio el Viejo se inventa una etimología del apellido César y lo hace derivar de a matre caesus (cortado de su madre), que es como llamaban los romanos a los nacidos por cesárea. Este intervención humanitaria, cuya obligatoriedad legal se recogió por primera vez en el Digesto de Justiniano, se remonta -según algunos investigadores- a la Edad de Piedra. Pero no fue hasta 1500 que se intentó una operación en una mujer viva. Se lo hizo el matarife de cerdos suizo Jacob Nufer a su propia esposa, y un testimonio -dudoso- afirma que la madre sobrevivió. Si fue así, tuvo una suerte increíble: hasta 1882 no se logró suturar el útero. Lo consiguió el ginecólogo alemán Max Sänger con hilos de plata y seda. La Princesa de Asturias se recupera de la cesárea en la habitación número diez de la clínica privada Ruber Internacional, la misma habitación donde se restableció la infanta Elena.

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